El miércoles se conmemorará un siglo desde que tropas alemanas lanzaron una nube venenosa de cloro sobre trincheras aliadas durante la Primera Guerra Mundial. El gas cegó a soldados y les provocó vómito y asfixia, y se combinó con fluidos corporales para destruir sus pulmones. Actualmente la guerra química ha cerrado un círculo. Reportes de Siria respecto a armas químicas utilizadas en el conflicto también incluyen cloro, una sustancia ampliamente disponible que tiene usos industriales y comerciales legítimos. Tanto fuerzas gubernamentales como insurgentes refutan las acusaciones de utilizar el gas. Un reporte del año pasado redactado por una comisión investigadora establecida por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas señaló que una sustancia tóxica, casi con seguridad cloro, fue utilizada constantemente en ataques contra villas en el norte de Siria. "Hojas de plantas (...) se marchitaron 'como hojas de otoño''', dijeron testigos, según citó el reporte. "En un caso, un niño que estaba de pie cerca del lugar del impacto murió más tarde por exposición al tóxico". Philip Hammond, secretario británico de Relaciones Exteriores, dijo que los hallazgos del reporte señalaron al régimen del presidente sirio Bashar Assad como el que utilizó cloro como un arma. Ambas partes en el conflicto niegan utilizar armas químicas, mientras que acusan al otro de ataques envenenados. No tuvo sentido hace un siglo negarlo en Flanders Fields. El primer ataque a gran escala con cloro como arma, perpetrado en Ieper, Bélgica, el 22 de abril de 1915, desató un uso masivo del gas por parte de Alemania y los aliados durante los últimos tres años de la guerra de 1914 a 1918. Las armas químicas mataron cerca de 100.000 personas y lesionaron a aproximadamente un millón más durante el conflicto. La horrorosa cantidad de muertes por gas en la Primera Guerra Mundial —y el sufrimiento que ocasionó— ayudó a lanzar la que ha sido elogiada como una de las más exitosas campañas de desarme en la historia. Ésta culminó en la Convención sobre Armas Químicas de 1997 y con la creación de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), con sede en La Haya. El organismo vigilante con 190 Estados miembros ganó el Premio Nobel de la Paz en 2013. Ahmet Uzumcu, director general de la OPAQ, dijo en un discurso reciente que todas las armas químicas en el 98% del mundo cubierto por los miembros de su organización serán destruidas "en el transcurso de esta década". "Eso representa más de 70.000 toneladas métricas de agente químico", señaló Uzumcu. "Para poner esta cifra en perspectiva, se requiere sólo una gota de gran parte de este agente para matar un adulto instantáneamente". A pesar del éxito y la condena mundial al gas venenoso y agentes nerviosos, los ataques químicos mortales han continuado durante el último siglo. El dictador iraquí Saddam Hussein fue acusado de utilizar gas mostaza y el gas neurotóxico taubun durante la guerra de su país contra Irán, así como durante la represión de la minoría curda iraquí de 1987-1988. El caso más notorio ocurrió en el poblado de Halabja, donde cerca de 5.000 personas murieron a causa de gas venenoso. Aunque el ataque contra Halabja conmocionó al mundo, un ataque con gas neurotóxico contra el metro de Tokio en 1995 marcó el surgimiento de una nueva amenaza: terroristas con acceso a toxinas. Si bien los días en que los países acumulaban arsenales químicos parecen haber terminado, no ha sido así con la posibilidad de ataques con cloro, como lo dejan de manifiesto los recientes reportes de su uso en Siria. "Hemos vuelto a la situación en que las entidades no producen armas químicas, sino que usan lo que tienen 'a la mano''', dijo el experto en armas químicas Jean Pascal Zanders. "Es casi un paso lógico tras el éxito del desarme químico".