Rafael Alfaro Izarraraz Después del golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende, en Chile (1973); el ascenso de los gobiernos militares en el Cono Sur; la desintegración del bloque soviético; la imposición como una continuación de los gobiernos militares, pero sin militares, del modelo de economía neoliberal en el mundo con sus trágicas consecuencias; la reorientación de las universidades hacia a la producción de profesionistas olvidándose de la formación de seres humanos con una visión universal y crítica, el panorama para la izquierda no era muy halagador, pues hasta 1998 el único gobierno de izquierda, aparte de la existencia del gobierno cubano, era el triunfo de Hugo Chávez, en Venezuela (Dosek: ver “¿Por qué la gente vota por la izquierda? Clivajes, ideología y voto retrospectivo en Bolivia y Uruguay”. Revista Dados). Hoy, 2022, una mirada hacia el subcontinente destaca que la mayoría de los países tienen gobiernos de izquierda, entendiendo que la izquierda no obstante es una corriente homogénea: México, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú, Chile, Argentina. Esto nos conduce a la pregunta sobre ¿qué ha ocurrido en Latinoamérica que en un poco más de dos décadas el panorama latinoamericano ha cambiado, a pesar del “golpe blando” que le arrebató el poder al PT en Brasil y la derrota de la corriente de Rafael Correa en Ecuador, en parte por la derechización del sucesor, Lenin Moreno. Se pensó que estos hechos evidenciaban el ascenso coyuntural de la izquierda (Ver Mario Torrico y Diego Solís: “Voto ideológico, ¿por qué los latinoamericanos votan por la izquierda o la derecha?” Revista Foro Internacional), pero la realidad indica que no es así, que algo ha cambiado profundamente en el subcontinente. Dicen Mario y Diego que: “El giro a la izquierda es incontestable. Comenzó en Venezuela con la victoria de Hugo Chávez, en 1998, y se propagó con tanto éxito que, a fines de la década pasada, aproximadamente dos tercios de la población latinoamericana estaba gobernada por presidentes que suscribían esa corriente política. Ese giro fue heterogéneo en varios sentidos, por ejemplo, en unos países duró varios periodos de gobierno y en otros sólo uno; en algunos casos hubo renovación en el liderazgo de izquierda y en otros derivó en el caudillismo; en algunos el gobierno promovió cambios institucionales profundos y en los demás se mantuvo la estructura institucional previa, pero lo que une todas esas experiencias es su esfuerzo deliberado por reducir el rezago social y la desigualdad económica. Sólo cuatro de los dieciocho países de la región (México, Colombia, Honduras y República Dominicana) no fueron parte de ese giro, lo que explica en buena medida por qué recibió tanta atención”. Tres de estos últimos cuatro países se sumaron posteriormente al “giro a la izquierda”. Algunos de los factores que enuncia Dosek y que explican el “giro a la izquierda” de la población en Latinoamérica, citando para ello a algunos estudiosos del tema son, en síntesis, aunque existen más: 1) la inequidad social que obliga a la población a pensar en la izquierda como una alternativa. 2) la institucionalización de la vida democrático-electoral, que le ha dado confianza a la población en la vía electoral y su utilidad para modificar aspectos de sus condiciones de vida. 3) la crisis de los partidos tradicionales responsables de la pobreza e inequidad social. 4) la imposición del modelo neoliberal que incrementó el empobrecimiento de la población y la eliminación de las instituciones sociales que de alguna manera protegían a la población. 5) el surgimiento de liderazgos de izquierda que en el nuevo contexto saben comunicarse con el pueblo. 6) El voto retrospectivo, es como el voto de castigo contra los gobiernos que aplican políticas contrarias al pueblo. Un aspecto que no incluye este texto que citamos, es el hecho de que a partir de la segunda mitad del siglo XX, particularmente de la década de los sesenta a la fecha, se ha venido conformando una corriente latinoamericana de filósofos, sociólogos, antropólogos, lingüistas, entre otros, que han re conceptualizado a Latinoamérica y el Caribe y le han dado un sentido en términos de romper con la visión tradicional que se tenía de esta subregión, entendida como una parte del mundo cuyo sentido de existencia se la otorgaban las narrativas occidentales. La región estuvo condenada a existir a partir de lo que occidente describía de ella. La aparición de la Filosofía de la Liberación, de Enrique Dussel; la teología de la Liberación de Leonardo Boff; la Pedagogía del Oprimido, de Paulo Freyre; la América Profunda, de Rodolfo Kusch, etcétera, le han otorgado un sentido a partir del piso que pisamos (ver Verónica López: Travesías de un pensar constante. La formulación de América Latina, revista Andamios). Otro factor que contemplan los autores citados y que aquí hemos tratado en otras entregas es la pérdida de la hegemonía mundial de los Estados Unidos y que se ha visto reflejada en la desatención que se percibe con respecto a Latinoamérica y el Caribe. En lugar de enviar dinero a Centroamérica y el Caribe para debilitar la migración, está más ocupado en la guerra ruso-ucraniana. Tienen sus razones porque ahí se está definiendo qué potencia (as) hegemonizarán el mundo, pero por otro lado la debilidad de los estadounidenses se evidencia en la ausencia de una política hacia Centroamérica, independientemente de la guerra. Es verdad que ellos operan con un paradigma diferente al de López Obrador, es decir, ven el progreso relacionado con la inversión empresarial y no con la ayuda estatal. Lo cierto es que ni una cosa ni otra. Este señalamiento se combina con el fortalecimiento de China y Rusia en la región como parte de la configuración de un Nuevo Orden Mundial. El “giro a la izquierda” en Latinoamérica no se puede explicar por un solo factor pues se trata de un fenómeno multidimensional. Los aspectos que aquí mencionamos forman parte de una exposición que poco a poco se irán exponiendo, por lo pronto el giro es explicable por los factores mencionados.