Dante B. Martínez Vázquez El pasado 25 de julio, se cumplieron 500 años del arribo del capitán español Cristóbal de Olid a la ciudad de Tzintzuntzan, entonces capital del antiguo imperio Purépecha; evento que derivó en el pacto que culminó con la anexión del reino de Tzintzuntzan a los intereses de la corona española. Evento que a pesar de pasar desapercibido por millones de mexicanos, en realidad es un acontecimiento igual de relevante que la conquista de México-Tenochtitlan para el país, de entrada porque se anexó el segundo gran imperio que había en el México prehispánico a la llegada de los españoles, pero también, porque de la conquista de Michoacán, comenzó la explotación de sus ricas minas de plata y cobre, además que, de Michoacán se partió a la conquista y colonización del bajío guanajuatense, de la Nueva Galicia (hoy Jalisco) y por supuesto, los fieros guerreros tarascos fueron fundamentales en la conquista del norte, tanto en la llamada “Guerra Chichimeca” como a incursiones tan lejanas a los territorios que hoy comprenden el estado de Nuevo México, actual Estados Unidos. La llegada de Olid a Michoacán, ha dado para una cuantiosa cantidad de trabajos, destacando en primera instancia el celebre libro “La Conquista de Michoacán: 1522-1530” del fallecido Benedict Warren; hasta obras de destacados historiadores como el Dr. Carlos Paredes, el Dr. Rodrigo Martínez Baracs, el Dr. Felipe Castro Ruíz, el Dr. Hans Roskamp y la Dra. Claudia Espejel, entre otros. Por supuesto las nuevas generaciones de investigadores también se han sumado en la comprensión sobre este evento, del que todavía estamos en una etapa de claroscuros, sobre todo por las múltiples versiones que hay de dicho acontecimiento, que no dejan del todo claro que pasó exactamente en 1522. Se tiene la idea popular de que la conquista de Michoacán fue un evento pacífico, en el que los indígenas purépechas aceptaron de buena manera la sumisión a los españoles, versión que es contada innumerables veces, pero con el paso del tiempo los trabajos de investigación han revelado que es un proceso mucho más complicado de lo que superficialmente se ve, sobre todo por lo acontecido años posteriores a 1522, donde el afianzamiento español no fue tan rápido y eficaz como se especula, pues las fricciones entre indígenas y españoles fue una constante, desencadenando la muerte de más de 70 españoles entre 1524 y 1528. Después de que México-Tenochtitlán cayó a manos de Hernán Cortés el 13 de agosto de 1521, este ya tenía el breve conocimiento de la existencia de otro gran reino más allá de las fronteras Mexicas, con un ejercito igual de temible que el de los Mexicas. Es por ello que una vez que Cortés logró el control de la capital Mexica, envío las primeras expediciones a Michoacán para conocer más sobre aquel desconocido reino; estas expediciones estaban lideradas por personajes como Anton Caicedo o Francisco Montaño (conocido por ser el primer español en subir el Popocatepetl). Hay que recordar que el imperio Purépecha, era la segunda entidad política más grande territorialmente a la llegada de los españoles. Los purépechas habían desarrollado una sociedad compleja con notables desarrollos culturales, sobre todo en la metalurgia siendo la civilización más destacada de Mesoamérica en este rubro; además de sus notables éxitos militares ante sus rivales los mexicas, quienes fracasaron en sus constantes intentos de conquistar Michoacán. Varios de los conquistadores que estuvieron en dicha época, afirmaron que el rey (Irécha) de Michoacán, no era menor señor que Moctezuma y sus guerreros eran valientes y aguerridos, desde la percepción de algunos; los purépechas eran guerreros más implacables que los propios guerreros Mexicas. En el año de 1522, Cristóbal de Olid por ordenes de Hernán Cortés, partió de la ciudad de México con un ejército conformado por 200 españoles y miles de guerreros aliados indígenas, entre los que destacaban Tlaxcaltecas, Otomíes y Mexicas. La primera ciudad con la que se encontró Olid en su andar hacia la capital Tzintzuntzan, fue la ciudad fortificada de Taximaroa (hoy Ciudad Hidalgo), ciudad que se dice que estaba rodeada por una gran muralla de madera de encino. Se desconoce exactamente que fue lo que pasó en dicha ciudad, pues se menciona que la ciudad fue abandonada y aparentemente “destruida” por las huestes de Olid, pues cuando arribó a la ciudad Don Pedro Cuinierangari (hermano adoptivo de Tzintzicha Tangaxoan rey de Michoacán) se encontró con dicha imagen de un lugar despoblado, pero Cristóbal de Olid en muestra de buena “fe”, mandó colgar dos Mexicas que habían quemado unas bardas de los templos de Taximaroa. Por lo que existe la posibilidad de que en el mencionado lugar haya habido algún conflicto de carácter bélico entre españoles y purépechas. Una vez que Cuinierangari pactó con Olid su pasó a Tzintzuntzan, por las comunidades de Indaparepo y Tarímbaro (Hetoquaro), nada facil pues entre ambas ciudades se había formado un ejército de hasta 8 mil soldados. A pesar de ello, Cristóbal de Olid llegó sin ningún tropiezo a Tzintzuntzan, a donde finalmente ingresó el 25 de julio de 1522, durante la fiesta de Santiago Apóstol, símbolo de religioso de la conquista de México. Existen también varias versiones respecto a la estadía de Olid en Tzintzuntzan, la versión de la Relación de Michoacán menciona que Tangaxoan no habría querido recibir a Olid y se había refugiado en Uruapan; por otro lado, las crónicas franciscanas nos dicen que Tangaxoan sí recibió a Olid. En su estadía hubo varias fricciones, se cuenta que Olid mandó destruir las esculturas de los dioses y que los españoles comenzaron a robarse el oro que había en el palacio del Irécha, cuestión que hizo enfurecer a las mujeres que lo atendían y de forma valiente, sacaron a los españoles de manera exitosa; relato que muy probablemente sirvió de inspiración para Eduardo Ruíz en su narración novelesca “Eréndira”. Cristóbal de Olid y Tzintzicha finalmente se vieron, y a través de un diálogo político pactaron la anexión del imperio Purépecha a la corona española, acuerdo que mantuvo a Tzintzicha Tangaxoan en el poder durante ocho años más. A dicho pacto se le ha llamado: “La conquista de Michoacán”; aunque siempre existieron fricciones entre ambas partes a lo largo del siglo XVI, por lo que todavía está en duda qué tan “pacífica” fue la colonización española en Michoacán; un tema que merece más investigaciones. Dante Martínez Vázquez, licenciado en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Colaborador de los proyectos PAPAPCSUM y REPIMTAR del centro INAH, Michoacán. Actualmente cursa la maestría en Historia en la facultad de Historia, de la UMSNH. Email: Dante_dalton@outlook.com Academia.edu / Dante Martínez Vázquez