Gustavo Ogarrio Con el revólver listo en la bolsa izquierda del saco y ocultándose de aquellos que transitaban por la acera, permaneció en los alrededores del bar. Tuvo miedo de no reconocerse en el hombre al que esperaba. Diario “Tinta sangre”, 31 de agosto de 2004, fragmento extraído de la página 34, Sección Empresariales. Entrevista con el empresario automotriz Julio Mateos: “Desmiente Mateos rumores sobre la quiebra de Camelot”. P: “¿Podemos hablar del problema de las cerraduras y de las llaves “idénticas”?”. R: “Si así lo quiere, lo haremos, pero quiero advertirle que no veo en eso un gran problema, como viene diciendo la prensa. No encontrarán ahí una nota de primera plana ni la prueba irrefutable de que nuestra empresa va en caída libre, a la baja. Es una cuestión menor, muy simple en la tecnología de nuestra época. Son tan precisos nuestros sistemas de seguridad que fabricamos cerraduras y llaves perfectas. Estas llaves, muy parecidas entre sí en su perfección, posteriormente pueden abrir varios autos de la misma línea. Nuestros clientes han llegado a confundir en lugares públicos su coche con otro idéntico, de la misma línea y del mismo color. Sin embargo, no he sabido de un solo caso de robo o cuya confusión de vehículos haya producido daños mayores. Acaso me he enterado de situaciones chuscas y hasta graciosas. Por ejemplo, una mujer ya mayor abrió en el estacionamiento de un centro comercial la portezuela de otro vehículo que creía era el suyo. Se asustó al ver a una pareja de adolescentes que se besaban y acariciaban precozmente en el asiento trasero… Como lo puede ver, es un problema moral y no tecnológico… Son realmente mínimas las posibilidades de que este pequeño exceso de perfección produzca algún incidente. Lo demás son especulaciones anti-modernas, por decirlo de alguna manera”.