PROYECTO SECRETO |¡Honestidad y sentido común!

Cuando los tratantes son personas maduras y actúan con sentido común conforme a las normas y a los convenios, los conflictos se resuelven fácil, claramente.

DR. MATEO CALVILLO PAZ

Entre los países de América del Norte, como en otras regiones del planeta, hay interrelaciones complejas, comerciales, culturales que tienen hondas repercusiones en la vida de los pueblos.

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Como toda interacción humana se rigen por acuerdos, como el TLC, en el marco de los grandes principios y valores como la justicia y la verdad, teniendo como referencia un código de ética. Los objetivos y normas se plasman en cláusulas que obligan a las partes que contraen el compromiso y firman un tratado.

Con frecuencia se da el caso de que se violan los tratados, sea por astucia malvada o por escasa comprensión y necedad. Se atenta contra los intereses y derechos de una parte, en contra de lo firmado en el contrato. Son faltas que suceden, en todos los pactos.

Por proteger las empresas nacionales que producen energía y la distribuyen, el gobierno mexicano ha tomado medidas que afectan los derechos de empresas extranjeras, derechos que se les tienen garantizados. No se respetan contratos celebrados previamente por el gobierno mexicano. De alguna manera, se cambian las reglas del juego, por eso aparecen las controversias que promueven Estados Unidos y Canadá respaldando sus empresas.

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Las partes ofendidas manifiestan los atentados cometidos y pide que se corrijan los abusos o violaciones del tratado.

Cuando los tratantes son personas maduras y actúan con sentido común conforme a las normas y a los convenios, los conflictos se resuelven fácil, claramente. Se asume la realidad, se le encara objetivamente, se reconocen las faltas, se asumen, se hacen los correctivos, se pide una disculpa (¡!). Se corrigen las violaciones, se reparan los daños. El tratado sigue adelante.

Las partes necias, insensatas, mañosas, las que se creen perfectas e intocables y se sienten ofendidas en su soberanía, complican el asunto tremendamente y hacen inviable una solución. No reconocen sus violaciones, no dialogan según los principios universales de la lógica o del sentido común, no quieren dialogar ni negociar, sino imponer. Se salen por la tangente y decretan ante el mundo que tienen la razón. La razón de un individuo que no razona lógicamente es capricho, necedad, insensatez.

Hay personas del conflicto que hacen razonamientos y alegan valores que son reales pero que no viene al caso, como la soberanía de México. Una cosa es el cumplimiento de las cláusulas de un tratado y su violación, y otra cosa es la soberanía nacional. La soberanía de México no está en juego sino la palabra del gobierno que no respeta los compromisos del Tratado.

La luz de Dios

Hay que dialogar con grandeza moral, con sensatez según los principios de la lógica y según los valores universales que nos ligan a todos.

Los hermanos más humildes, del pueblo ignorado y despreciado arreglan sus asuntos cuando saben reconocer los hechos, son honestos y acatan y aplican la justicia que se plasma en leyes, en cláusulas de los tratos.

Hay que entrar en las negociaciones con lucidez, objetividad y humildad, conociendo el asunto, su verdad y los principios de justicia y derecho y normas, conscientes de la realidad finita de la persona humana.

Hay que entrar con la conciencia clara de la dignidad personal, por un lado, de las limitaciones humanas, por el otro. Cuando alguien se cree dueño de la verdad y crea “otros datos” y hace depender la solución conflictual de sus decretos, está perdiendo piso y peso como persona humana. La realidad de ésta es que se equivoca y se pervierte cometiendo delitos, no los reconoce abiertamente, los envuelve en sus falacias. El individuo se cree superhombre y en la realidad se muestra como un pobre tipo.

Hay que tratar los problemas con seriedad, como personas maduras, reflexivas, inteligentes, honestas.

Los servidores públicos deben regirse por palabra y por las virtudes: la honestidad, la fidelidad, la veracidad.

Es necesario respetar los valores universales: la verdad que es cumplir la palabra empeñada, conforme a las normas morales, a la ley.

Hay que rendirse ante las evidencias cuando se ha infringido la norma, aclarar, explicar y reconocer el error cuando sea el caso. Luego hay que enmendarlo y reparar los daños.

El camino es llano, claro, expedito. Los leguleyos, los mañosos y necios complican todo, tergiversando, torciendo la ley con astucia, queriendo ganar, aunque no los asista la razón ni la justicia.

Se ponen en evidencia, empantanan el asunto y llevan a un callejón sin salida desgastante y absurdo.

Detrás de Marcelo, de Tatiana y de los negociadores está la sombra omnipotente del caudillo. Aquí se necesita la grandeza de un estadista, de un primer mandatario de la nación que muestra deseos de arreglar los problemas para su pueblo, ofreciendo en el altar de la patria el sacrificio humano de su “yo”. Que se olvide de su sueño: “haremos historia”, y deje el plural mayestático cuando para decir yo, dice nosotros y dice México para decir Andrés Manuel.

Es necesario que se comporte no como el tlatoani, como el súper presidente, como el mesías (pseudo) y se ponga al nivel, no de Juárez que duró 18 años en el poder, sino de Morelos, el Siervo de la nación que entregó todo y derramó su sangre para realizar su sueño de ver al pueblo humilde libre, con dignidad y soberanía. Lo demás es bla, bla.

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Uso el título de doctor porque tengo el título de la Universidad de Ciencias Humanas de Estrasburgo, aprendí con grandes maestros de Francia. El doctorado es una experiencia de más altura en investigación, se tiene una amplitud de vista, una comprensión de los temas. Permite el doctorado moverse en otro nivel y tener visión del hombre, del país, del universo.