Arturo Molina / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Con casi 300 años de antigüedad, el Palacio de Gobierno de Michoacán, ubicado en primer cuadro de Morelia, se ha convertido en uno de los referentes arquitectónicos de la ciudad y, sobre todo, el blanco de manifestaciones de distintos grupos sociales vulnerables e inconformes de todo el estado. Desde hace al menos 30 años, el recinto que alberga parte del Ejecutivo estatal ha resentido los efectos de los conflictos sociales, lo cuales se han intensificado en la última década y le han dejado auténticas cicatrices: una cantera desgastada por la constante limpieza de fachadas y una puerta principal que ha tenido que aguantar batallas campales e intentos de incendio. Desde manifestaciones por parte de profesores, estudiantes, grupos indígenas, colectivas de feministas y movimientos sociales en general han convertido al Palacio de Gobierno en un lienzo en donde la pintura de grafitis, ‘stickers’, pintura liquida y hasta detonaciones de pólvora han provocado estragos. Incluso, la historia de las décadas recientes ha retratados escenas en donde personajes políticos, líderes sindicales y estudiantiles han intentado quemar la puerta de madera, cuyo valor histórico se ha ido perdiendo con cada jornada de lucha social, lo que a su vez demuestra la falta de resultados y atención a infinidad de problemas de parte de las diversas administraciones estatales. No obstante, antes de convertirse en el epicentro de la ajetreada agenda de protestas de Morelia y de todo el estado, el inmueble ha albergado auténticos tesoros arquitectónicos y de las artes plásticas con valor histórico y cultural. Asimismo, en algún momento de su historia llegó a ser sede del semillero de las mentes que dieron forma a la lucha independentista hace más de 200 años, en la antigua Valladolid de Michoacán El inmueble que hoy conocemos fue construido entre los años de 1760 y 1770, casi medio siglo antes de que se dieran las condiciones que llevaron al movimiento armado más importante de la historia de nuestro país. El edificio tiene estilo barroco y cuenta con dos niveles y tres patios, cuya fachada frontal es una de las más bellas de la ciudad capital del estado. Al igual que el resto de los más de mil inmuebles catalogados como patrimonio de la humanidad ante la UNESCO, fue labrado y edificado en la tradicional cantera rosa que le ha dado durante casi tres siglos la identidad a la ahora Morelia. En su interior pueden encontrarse murales del pintor michoacano Alfredo Zalce, a quien ayudó Juan Torres Calderón, en los que retrató escenas de la historia de Michoacán, así como diversos pasajes de la Revolución Mexicana. El objetivo de los pasajes, a través del movimiento del muralismo mexicano, fue dar a conocer a la ciudadanía de la segunda mitad del siglo XX –que en su mayoría era analfabeta- los momentos históricos que le dieron forma al país. Antes de ser sede del poder Ejecutivo de Michoacán, el inmueble fue usado como el Seminario Tridentino. En este lugar estudiaron personajes como Agustín de Iturbide y José María Morelos, y Pavón y otros más que con el paso de los años, fraguaron los ideales de libertas y movimientos insurgentes que permitieron la independencia de México. Después del proceso de lucha independentista, la instalación de los primeros gobiernos independientes y la reorganización social del naciente México, edificios de la talla del Palacio finalmente terminaron en manos de los nuevos gobiernos. Para el año de 1867 se convirtió en sede del poder Ejecutivo de Michoacán, luego del proceso de desamortización de los bienes de la iglesia católica tras las Guerras de Reforma,p y se definió como el espacio ideal para albergar al gobierno civil. Su sola presencia frente a la Catedral de Morelia, como representante de la élite eclesiástica en pugna con las ideas liberales, representó un mensaje para el decadente poderío de la élite católico de finales del siglo XIX. Hoy, su maltratada fachada y deteriorado portón son un reflejo de las luchas que persiste, debido que a siglos de distancia del movimiento de Independencia la justicia social sigue sin hacerse presente.