EFE / La Voz de Michoacán París. La muerte este martes del cineasta francosuizo Jean-Luc Godard supone la desaparición de la última figura que quedaba viva de la Nouvelle Vague, la generación que revolucionó el cine francés y después el mundial. Entre finales de la década de 1950 y buena parte de la de 1960, las cintas de directores como François Truffaut, Claude Chabrol, Agnès Varda, Éric Rohmer, Jacques Rivette o Jean Eustache, además del propio Godard, sacudieron los cimientos del cine. Muchos de ellos comenzaron como críticos de cine que querían llegar a ser realizadores, y así tanto Godard como Truffaut (grandes amigos) y otros más surgieron de la entonces recién creada, y ahora ya imprescindible, revista Cahiers du Cinéma. Uno de sus objetivos fue que los directores fueran autores completos, con control creativo de las cintas. Con frecuencia, fueron guionistas de sus propias películas. Otra gran novedad fue su forma de seleccionar los temas (sobre todo los profundos sociales de la época) unida a la forma realista y cruda de mostrar las historias, con un lenguaje cinematográfico directo que mostraba una fotografía fiel de la sociedad. Tras algunos cortos o largos sin mucha repercusión, títulos como "Les Quatre Cents Coups" (Los 400 golpes), de Truffaut, o "À bout de souffle" (Al final de la escapada), del propio Godard, ambos de 1959, fueron los que lanzaron el movimiento. Más adelante, otros autores fueron considerados miembros de la "nueva ola", como Louis Malle o Alain Resnais (autor de la fundamental "Hiroshima mon amour", 1959). "À bout de souffle", el primer largometraje de Godard, narra la historia de amor parisina destinada a la tragedia entre un delincuente de poca monta de provincias (un joven Jean-Paul Belmondo) y una joven estadounidense (Jean Seberg). La cinta tuvo dos millones de espectadores en Francia y estuvo en cartel diecisiete semanas en Estados Unidos, lo que supuso un hecho inédito para un film francés. "EL MÁS ICONOCLASTA" Godard fue "el más iconoclasta de los cineastas de la Nouvelle Vague, inventó un arte decididamente moderno, intensamente libre", resumió hoy en Twitter el presidente francés, Emmanuel Macron. "Fue como una aparición en el cine francés. Después se convirtió en un maestro", añadió Macron. "Perdemos un tesoro nacional, la mirada de un genio", lamentó. Godard alternó altibajos creativos y de taquilla con algunos éxitos, pero sobre todo una excelente reputación entre la crítica, hasta que se adentró en el cine político, muy influido por las protestas estudiantiles que desembocaron en el Mayo del 68. Sin embargo, títulos como "Le Mépris" (El desprecio), "Alphaville" (Lemmy contra Alphaville), "Pierrot le Fou" (Pierrot el loco) o "Masculin Féminin" (Masculino femenino) ya lo habían consagrado como una figura clave en la renovación del cine mundial gracias a su peculiar mirada sobre el mundo, oculta en los años 60 tras sus sempiternas gafas ahumadas. "Su inventiva y su insolencia nunca se debieron a un simple deseo de sacudir, de provocar o menos aún de seguir las modas. Como todos los grandes modernos (Picasso, Matisse, Joyce..) su arte estaba enraizado en un gran conocimiento de los antiguos", destacó el redactor jefe de Cahiers du Cinema, Marcos Uzal, en un comentario divulgado hoy por la revista en la que Godard se inició en el cine. Algunas de sus cintas, que desembocaron en un cine experimental, tuvieron una clara orientación política, incluso maoísta, y estuvieron alejadas del cine comercial, al que solo retornó en 1983 con "Prénom, Carmen" (Nombre: Carmen).