Gustavo Ogarrio Fernando del Paso (1935-2018) fue quizá el novelista más autorizado en el campo de la ficción histórica para hablar de la fractura de la nación, tal y como lo hizo en 2015, cuando recibió el Premio Cervantes. O de las naciones unidas violentamente en el siglo XIX en un solo Estado y que se hacen llamar todavía México. Fernando del Paso tuvo el valor de decir palabras que en su momento fueron incómodas y trágicas, y que de alguna manera se asemejan a las de un personaje espectral, quizás como uno de sus personajes novelescos, José Trigo o Palinuro, que en su delirio sin ficción evocaron la tragedia de su propia conciencia crítica sobre el presente. El escritor del delirio imperialista que recibe de la Corona Española en plena descomposición el reconocimiento de sus verdades novelescas, en el gran teatro que es el mundo global visto desde los restos de la nación mexicana, esto en 2015: “Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un Estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza.”