CIUDAD POSIBLE | El patrimonio cultural que quiere ser estacionamiento

Donald Shoup ha mostrado cómo los espacios de estacionamiento han devorado grandes extensiones de tierra (nuestro bien urbano más preciado), superando los espacios que dan lugar al propósito principal, es decir, lo que hace atractivo un lugar.

Inés Alveano Aguerrebere

Me preocupa que en el centro de Morelia esté creciendo el número de estacionamientos públicos. Me preocupa, sobre todo, porque en algunos casos, se están utilizando edificaciones que antes tenían otros usos, como comercios o viviendas. Me preocupa, además, que estos estacionamientos públicos no están sustituyendo cajones en la calle, sino que se están sumando a la oferta ya existente.

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Ignoro de quién es la facultad de autorizarlos, pero estoy segura que se está equivocando. Donald Shoup empezó su análisis del tema con un libro Titulado: El alto costo del estacionamiento gratuito. El problema del estacionamiento en la vía pública –señala Shoup- es que de manera gratuita se oferta y utiliza un bien escaso y muy valorado. La demanda rebasa entonces a la oferta.

Cuando la demanda rebasa a la oferta, es decir, la búsqueda de estacionamiento es mayor al número de estacionamientos disponibles, se habla de un “déficit de estacionamiento” y el pensamiento aparentemente lógico es ampliar el espacio para éste. Pero ello, dice Xavier Treviño (un mexicano docto en el tema), equivale a decir que hay un déficit de diamantes.

¡Y bueno! ¡Los estacionamientos que se están abriendo sí cobran! Según el criterio de Shoup, lo malo sería que fueran gratuitos, ¿no? En realidad, el problema de la oferta de estacionamiento es mucho más complejo. Para empezar, el garantizar espacio para los autos privados en un área, hace que inevitablemente, la gente quiera llegar en ese medio de transporte. No parece lógico, pero esto implica mayor tráfico. Mientras más cajones disponibles, más autos viajando hacia ellos. Pero es que: ¡una parte importante del tráfico son precisamente personas buscando estacionamiento! (dirían otros, llenos de verdad). En efecto. Sin embargo, el uso del vehículo también suele estar vinculado a la falta de otros medios de traslado que puedan competir con el grado de confort del auto particular. Si seguimos sin invertir en un transporte pùblico digno, seguro, confiable y eficiente, y sin mejorar las condiciones para caminar y andar en bicicleta, seguiremos alimentando el círculo vicioso.

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Una de las aberraciones que viví en Ámsterdam, fueron edificios enteros destinados a estacionamientos. En todas las ubicaciones posibles: en el centro, y cerca de zonas muy concurridas, pero también cerca de centros de transferencia (autobús, tren, tranvía). Todos ellos rodeados de filas inmensas de autos queriendo estacionarse. Filas de hasta un kilómetro. La ironía, es que los autos tienen –por decirlo así-, “más acceso a un techo” que las personas. El costo de una pensión mensual para un automóvil es ridículo, comparado con aquel para una persona.

Además, es una aberración el que mucha gente insista en llegar hasta los destinos con su auto, habiendo (allá sí), las mejores condiciones del mundo para moverse en transporte público, en bicicleta y a pie. Las zonas turísticas se disfrutarían mucho más (menos ruido, menos olor a escape), si no estuvieran rodeadas de autos prendidos haciendo fila para estacionarse.

Donald Shoup ha mostrado cómo los espacios de estacionamiento han devorado grandes extensiones de tierra (nuestro bien urbano más preciado), superando los espacios que dan lugar al propósito principal, es decir, lo que hace atractivo un lugar.

Termino la reflexión de hoy preguntando si el futuro al que queremos llegar es aquel donde sólo haya una veintena de cosas interesantes que visitar en el centro, y lo demás esté lleno de estacionamientos, o si queremos que sea un lugar seguro de día y de noche (cosa que sólo se logra conservando o rescatando un porcentaje importante de vivienda).