JUEGOS DE PODER | Lo que viene dentro del paquete de reforma electoral

La captura del INE y TEPJF se haría modificando el procedimiento para nombrar a sus consejeros y magistrados.

Foto: twitter

Leo Zuckermann

Se trata de una estrategia legislativa común y corriente. Se presenta una iniciativa donde lo que les interesa a sus promotores es, en realidad, la aprobación de un par de cosas. Pero le agregan más elementos, algunos muy positivos, con el fin de distraer la atención. La idea es esconder lo que les es relevante, mientras se habla de diversos cambios propuestos. Los anglosajones conocen esta estrategia como bundling que, traducido al español, sería “empaquetado”: el envío de un solo bulto de reformas donde hay muchas cosas, algunas buenas, otras unas trampas muy peligrosas.

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Es lo que está pasando con la reforma electoral de López Obrador. En el fondo, lo que quiere el Presidente es capturar a las autoridades en esta materia –el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF)—así como reducir la representación proporcional en el Congreso con el fin que el partido gobernante tenga mayorías más robustas. Se trata de un proyecto de concentración de poder que sería un retroceso para la democracia mexicana.

La captura del INE y TEPJF se haría modificando el procedimiento para nombrar a sus consejeros y magistrados. En este espacio he explicado por qué lo que propone AMLO, que se vende como “muy democrático”, en realidad es una ingeniería institucional para apoderarse de las dos instituciones.

Pero hay más. En la iniciativa del Presidente ya no sería el INE el que levantaría y controlaría el padrón electoral. No queda claro quién se quedaría con esta responsabilidad, pero no resulta descabellado pensar que el gobierno federal pretende quedarse con la administración de la única cédula de identidad nacional que tenemos los mexicanos, es decir, la credencial para votar con fotografía.

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Esta credencial ha sido condición absolutamente necesaria para la democratización del país. Junto con el sorteo de los funcionarios de casilla, precisamente del padrón electoral, hacen muy difícil la realización de fraudes a la antigüita.

Elegir a los 300 diputados que tendría la Cámara Baja por medio de un sistema de representación proporcional de 32 listas, una por cada estado, fortalecería la partidocracia en las entidades federativas. Resulta que, hoy, Morena y sus aliados controlan 22 gobiernos estatales. No me quiero imaginar la operación de cada gobernador para ganar el mayor número de escaños de las listas en sus estados y la concentración de poder que esto significaría para el partido gobernante.

Todas estas propuestas me ponen los pelos de punta.

Lo interesante es que van empaquetadas con modificaciones que me gustan. Por ejemplo, centralizar la organización de todas las elecciones en el INE desapareciendo los organismos electorales locales (OPLEs), así como los tribunales electorales locales.

También me gusta la idea de reducir el tamaño del Senado de 128 a 96 eliminando los 32 que se eligen por representación proporcional. En muchas ocasiones he dicho que me parece una barbaridad que existan senadores que no representan a ningún electorado en una cámara que se pensó como parte de nuestro pacto federal.

Y me agrada la propuesta de reducir el financiamiento ordinario a partidos. Éstos se han convertido en maquinarias burocráticas pesadas que están incumpliendo su papel de animar la participación política de la ciudadanía.

Creo, también, que ha llegado el momento de implementar en México el voto electrónico. No es posible que, en pleno siglo XXI, sigamos votando como en el XIX. Y, para evitar un posibles hackeo o fraude cibernético, existen herramientas tecnológicas muy sofisticadas. Si Brasil puede, México también. Siempre y cuando, desde luego, el INE se mantenga como una institución autónoma donde el gobierno no tenga injerencia alguna.

Sí, hay cosas buenas en el paquete de AMLO. Pero vienen acompañadas de elementos que serían tremendamente perniciosos para nuestra democracia. En este sentido, mejor rechazar el paquete entero y llegar a la elección del 2024 con las mismas reglas. Éstas funcionan para organizar elecciones limpias donde las minorías pueden convertirse en mayorías. Cuidado: no podemos irnos con la finta. He aquí un evidente empaquetamiento de una reforma electoral donde se esconde la verdadera intención de reconcentrar el poder.

Twitter: @leozuckermann