Mateo Calvillo paz Es conocido que a AMLO le apasionan las marchas. Queremos contribuir a una mirada atenta y reflexiva sobre el devenir de nuestra vida y nuestra historia, como seres racionales, para influir en la marcha hacia un futuro de progreso y de paz. La marcha es una muestra pequeñísima del fenómeno social, de la susodicha y supuesta transformación, del mundo sociopolítico sobre todo en narrativa. La situación de México se metamorfosea, se maquilla, simula y aleja de la realidad en el discurso político. Vivimos en un divorcio de la realidad y del discurso. En la mente de los ingenuos y de los fanatizados la realidad de México es el país ideal, con el mejor presidente de todo el mundo. No sé cómo esa población cree en esa realidad que hacen existir por decreto o con la magia de la falacia y el discurso populista. Una contra marcha refleja muy bien el estilo del régimen actual del poder de Morena, un gobierno de manifestaciones callejeras y del pueblo pobre, sin cultura política, sin pensamiento ni convicciones políticas, sin criterio y sin un sentido desarrollado de la dignidad personal. El estilo marca a. Un personaje que ha pasado su vida en una oposición activa, brava, con visos de totalitarismo. Andrés Manuel López Obrador, aún sin gobierno de oposición él crea todo un movimiento de oposición: embiste y ataca al poder y prodiga crítica, ataques contra los adversarios que parecen representar el poder. Sabe hacer oposición, la mayor parte de su vida la ha pasado en una oposición beligerante que quema pozos petroleros, en sus grandes obras, que toma avenidas como el Paseo de la Reforma y que despliega un gran dinamismo de ataque. Andrés Manuel, si no en lo físico si en las tendencias recuerda al Quijote que se bate en duelo monumental con los molinos de viento. La marcha del triunfo de Andrés Manuel es concebida en los últimos destellos y movimientos de la gran marcha ciudadana, sin acarreados ni derrama de dinero al día siguiente, cuando todavía hay ecos de la marcha de los ciudadanos libres, austeros, creativos y espontáneos. Es evidente la razón que llevó a Andrés Manuel a marchar por la ciudad de México. La razón es Andrés Manuel que gusta de las marchas. Es un acto de guerra, es una batalla en la guerra por el poder: la dominación de un poder totalitario y aferrado de una dictadura, como la de Cuba, Nicaragua o Venezuela. La luz de Dios Un ejercicio de la libertad de expresión es la marcha, se puede realizar cuando haya causas de gran interés que defender, dentro de los límites de la racionalidad y ahora de la austeridad republicana. ¿La idea de la marcha nace de una necesitad de todos los mexicanos o de una persona como una reacción a una marcha en defensa del INE y en contra de la gestión pública del presidente y sus huestes incondicionales que a veces lo sobrepasan en fervor político y en beligerancia? No se busca el interés de la nación sino el capricho de una persona que quiere celebrar su triunfo, su conquista del poder después de una vida de estarlo buscando. Es para celebrar el triunfo de una persona que buscó el poder el poder, no para servir a la nación y superar las miserias y problemas endémicos y enderezar el rumbo hacia la fraternidad, el progreso y la paz social y la grandeza de México. No se celebra el triunfo de México sino de una persona. Andrés Manuel lo declaró sin ambages: la marcha es para celebrar su triunfo, su llegada al poder, la realización de sus sueños personales y la entronización de su yo. La marcha es para celebrar el triunfo del caudillo. Más allá de las apariencias y del movimiento en las calles y plazas hay que ver la realidad de México. No se puede celebrar el poder del crimen, organizado, y para muchos enquistado en el poder. Cuántos mexicanos sacrificados, entre ellos un general brigadier. Un fundador de los auto defensas salió ileso de un atentado por arrebatarle la cosecha de su vuelta. Hipólito Mora escapó, no así dos de sus trabajadores. No podemos celebrar que cada día mueren los hermanos y que el presidente no protege a los que quedan, al día siguiente habrá más muertos, masacres porque el presidente no pone remedio, andan en otras cosas, en mítines y marchas multitudinarias, con sus colaboradores insignes y encumbrados en el poder, sus delfines. La sangre sigue corriendo. No podemos celebrar la transformación que tiene la reforma educativa solamente anunciada en los títulos de los libros, que no tiene lo necesario para una escuela creíble y ha destruido los avances de los sexenios pasados, a pesar de su escandalosa y terrible corrupción. La imagen lastimera que da la selección de fútbol refleja bien la situación del país. No podemos perdernos en celebraciones caprichosas en un país de atrasos, involución, sufrimiento de los mexicanos. No se puede tirar el dinero en celebraciones innecesarias cuando los hermanos esperan angustiados su turno en los hospitales, sin dinero, sin medicamentos, sin consuelo ni esperanza. Cristo, cuyo nacimiento celebraremos pronto, nos celebró marchas para que lo promovieran. Su gran marcha fue la de la Cruz, a manos de los sicarios de los gobernantes corruptos y perversos, hipócritas de su tiempo. En el momento cumbre entregó hasta la última gota de sangre y su vida por vencer la corrupción de los poderosos, su soberbia y maldad.