COLECTIVO CIUDAD | La calle es una habitación

La calle como lugar y no solo como infraestructura, la calle como aglutinador de los edificios. La calle como representación de nuestras costumbres y creencias.

Eduardo Zaragoza

En su ensayo, ‘The room, the street and human agreement’, Louis Kahn nos dice que “la calle es una habitación por consenso, una sala comunitaria, cuyas paredes aportan los que allí viven, entregadas a la ciudad para uso colectivo, su techo es el cielo.”

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Con estas líneas iniciales considero necesario abordar el espacio de la calle como parte integral al diseño de la vivienda que generalmente se ha dejado de lado, sin reconocer que la calle es parte esencial de la casa, así como la calle lo es o debe ser para la casa: como lo considera Kahn, es otra habitación más y si de esa manera la consideramos al momento de construir ciudad, el resultado final será el diseño de calles humanizadas.

La calle como lugar y no solo como infraestructura, la calle como aglutinador de los edificios. La calle como representación de nuestras costumbres y creencias.

El espacio donde hacemos todo aquello que no hacemos en la casa, pero también la casa donde hacemos todo aquello que no realizamos en la calle. Nos vestimos para salir a la calle, nuestro comportamiento es uno en casa y otro fuera de ella. La calle como espacio de celebración, pero también de protesta.

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Para que una casa funcione requiere de una calle que funcione, ya que es por debajo o por encima de ella que se proveen los servicios fundamentales para cualquier construcción: llega el suministro del agua, electricidad, de gas y en algunos casos incluso redes de conexión a la infraestructura satelital. Por las calles también se van nuestros desechos que en tiempos pasados incluso circulaban al aire libre; por las calles llega el correo, los suministros, el reparto a domicilio, el recolector de basura.  Estos abastecimientos y servicios están organizados y se realizan en determinados horarios y/o días, e incluso los podemos identificar por sus sonidos característicos y únicos, como es el caso del afilador, el vendedor de pan, el que compra cosas usadas.

Nuestras calles en algunos casos son motivo en ciertas temporadas del año de engalanarse para conmemorar fechas o acontecimientos importantes, llegando a ser más significativas que las fachadas de las casas que la conforman. Estos cambios los realizamos para que la calle se parezca un poco más a nuestras casas, ya que en algunos casos se convierten en salones de baile, en lugares de culto, en espacios de reunión a gran escala de fiesta o de protesta.

Las ventanas como un pequeño vistazo a la intimidad de nuestras casas, pero también como el visor a la calle y de todo lo que ahí sucede, es quizá el elemento que genera mayor seguridad no solo hacia la calle sino también el que puede indicarnos situaciones extremas de una casa como un incendio o una condición de violencia dada su delgada capa de intimidad que no aísla del todo.   De ellas también se derivan los escaparates que son luz y actividad de entretenimiento y distracción, generan confianza y seguridad.

No fue hasta que se integró la iluminación a las calles que nos permitió e hizo posible que podamos salir por las noches y nos apropiemos de ellas, sin embargo, habrá que notar que, si estas calles no incluyen ventanas en general y ventanas hacia las viviendas, aunque estén muy bien iluminadas, estas no proporcionan la seguridad que percibimos en aquellas casas que sabemos están habitadas.

Nos daremos cuenta de: ¿Cómo nos comportamos cuando andamos por las calles? ¿Cómo nos relacionamos con los desconocidos? ¿Cuántas actividades realizamos ahora en las calles que no realizábamos hace veinte años y viceversa? Richard Sennet (2014) nos dice que “estamos interesados en la ropa que se lleva por la calle, en las maneras de saludarse, en los rituales cuando comemos o cenamos, en las maneras de evitar el contacto visual, en los lugares donde la gente se concentra en gran número y en aquellos donde se mantiene a distancia, en los momentos que la gente se siente libre para hablar con desconocidos y aquellos en los que no: el espacio público está formado por todas estas minucias”.

La calle es un escenario además de un lugar de tránsito y de actividades que Jan Gehl llama “actividades al aire libre” necesarias, opcionales y sociales. Hoy día la telefonía móvil permite a las personas realizar una actividad que antes era exclusiva de la casa o la oficina, es común encontrar en la calle personas que van a discutir, a hablar, a sonreír a pesar de ir solas. Es el lugar donde los artistas y demás actores callejeros actúan, ya que es el sitio donde más se pueden encontrar a quienes los miran.

Comer en la calle significa no comer en casa, esto ha implicado modificar el espacio público ya que como antes decíamos: la calle no solo se limita a suministrar, sino que además ahora es el espacio donde cada vez más se realiza esta actividad que parecía exclusiva de la casa. La comida ha tomado la calle, ha permitido conectar la casa y la calle y establece un vínculo entre lo privado y lo colectivo y tal vez sea la mejor opción para hacerlo. Incluso a pesar de que sigue creciendo el reparto a domicilio y la comida para llevar, es la actividad que en más horarios realizamos.

La calle también educa, no como un museo, pero sí como uno de los gadgets más interactivos, una escuela para todas las edades y para todas las actividades; la calle es de los infantes su primer contacto con el mundo, los prepara para enfrentarlo: su escala y elementos que la conforman nos afectan a cualquier edad; las calles diseñadas solo para vehículos motores nos privan de experiencias que configuran nuestro comportamiento no solo en la calle sino también en la casa.

Los árboles, sus banquetas, su mobiliario: partes de la calle que configuran su confort o incomodidad, nos pueden brindar sombra, luz, accesibilidad o nos pueden excluir e incluso provocar accidentes y experiencias traumáticas. La calle con su diseño y los muros que la configuran nos pueden invitar o expulsar de lo público, de lo común.

Lo anterior son solo algunas cualidades que hacen de la calle ese espacio que es más allá de una infraestructura. Al platicar este tema a un amigo médico, hizo la comparación con un “organelo celular” que es el encargado de diversas funciones dentro de las células de los organismos vivos, desde el mantenimiento de la forma de la célula hasta la reproducción, el movimiento, la síntesis de proteínas, la producción de energía y el transporte de sustancias dentro y fuera de la célula.

Y precisamente ese nivel de importancia como “organelo social” es que la calle funciona para las viviendas y la ciudad misma, es la parte de la ciudad que se encarga de abastecernos, de proporcionarnos el escenario para que la vida social suceda, es por donde circulan lo que abastece, es donde aprendemos del mundo y donde nos podemos relacionar con el otro. Por lo que debemos diseñarla o intervenirla como a los espacios privados de la casa, como una habitación más, pero colectiva, ya que es parte fundamental en la conformación de la ciudad y sus habitantes.

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