Mateo Calvillo paz Cuando entramos en el misterio de la Navidad tenemos la dimensión trascendente y radiante del universo y la vida. El hombre quiere ser libre y sabio para realizar su destino definitivo, lo que lo hace feliz. La Navidad con su misterio, su carga de símbolos, su significación para la persona y la familia y la gran familia católica de Cristo es un momento muy rico para que el hombre se comprenda y se oriente a su destino definitivo, su felicidad plena y eterna. En este tiempo bajo la tormenta y descargas eléctricas de plazas, escaparates y comerciales nos encontramos inundados y perdidos y muchas veces nos dejamos envolver y arrastrar por el tsunami. Las recetas, los bienes materiales, mundanos que desbordan los comerciantes con su afán de hacer mucho dinero, seducen, hacen que los pobres caigan en el consumismo, los gastos innecesarios e irresponsables que llenan de basura con tiliches superfluos, de deudas y de angustias. Hay que desenmascarar los bajos placeres y excesos, las exigencias desmedidas y tiránicos del cuerpo. Sólo dan momentos efímeros de placer, de felicidad ruidosa y hueca. Después de la fiesta, en la resaca del vino y el ruido, gastados y más o menos decepcionados conocemos experimentamos “la cruda”, el dolor, el desencanto, tal vez el descontento y coraje contra nosotros mismos. El egoísmo e individualismo que nos lleva elegir personas agradables comparsas del placer y olvidar los demás y despreciarlos porque son grandes de edad, no se les puede sacar nada y se les deja en el olvido, la soledad, sufrimiento. Es increíble la ingratitud y crueldad de los hijos y el total vacío de cariño y de todo de los papás y abuelos. La Navidad hasta el año nuevo son el tiempo de más cruel soledad para algunas personas, que llega al colapso, a insoportable sufrimiento y al suicidio. En la fiesta del amor cuantas personas se encuentren frustradas y sienten más vivamente la herida que deja el vacío de amor, el vacío de amor (la repetición es de la computadora) . El ensimismamiento y aislamiento provocado por el celular y la cultura del enjuiciamiento que provoca. No hay espacio para que los familiares y amigos se vean a los ojos, se abren y se escuchan y dejen fluir el amor. El poder de las tinieblas, los grandes capitales han secuestrado la Navidad. Han hecho de esta fiesta el derroche, del consumo, del capricho, de la tiranía del cuerpo. Es la Navidad la fiesta de la enajenación y el engaño satánico. El hombre suplanta al Niño Dios. Hay quienes siempre se creen el mesías, el más grande de la historia en estas fechas se creen el Niño Dios. su búsqueda es el placer desmedido, irracional hasta el orgasmo, la locura, su portal y su pesebre son su soberbia, egoísmo y capricho. Es la Navidad sin Dios, fiesta mundana que trae gozos efímeros. La luz de Dios Queremos contribuir a una mirada atenta y reflexiva sobre el devenir de nuestra vida y nuestra historia, como seres racionales, para influir en la marcha hacia un futuro de progreso y de paz. Podemos darle la Navidad su sentido original, su profundidad eterna y su dimensión de infinito, de plenitud y de cielo. Debemos encontrar la Esmeralda o el diamante genuinos en el reguero de joyas de fantasía, que se rompen y engañan. Necesitamos como seres humanos e hijos de Dios estar atentos, tirar la paja y guardar el grano, como enseña Jesucristo Hay una forma alternativa de la Navidad, la de los santos y sabios que encontraron la transparencia y la paz cuando se despojaron de las vanidades y terribles y numerosas seducciones para ser personas despojadas de vanidades y seducciones de muerte. Conocieron la verdad y experimentaron la paz muy pura y sencilla, verdadera como tantas riquezas sencillas de la tierra. La Navidad es ese espacio de libertad y sabiduría, podemos transitarlo para disfrutar un gozo divino, con nada comparable sobre la tierra. El secreto está en descubrirnos criaturas, seres mortales y limitados y buscar la inmortalidad y la felicidad soñada en Dios que nos manda a su hijo para mostrarnos el camino de la eternidad, de la realización de nuestro destino, de la divinización. El camino vale la pena y podemos encontrarlo, está en la comunidad de los fieles de Cristo católicos, la parroquia, la rectoría, las pequeñas comunidades. Ahí resuena la profecía, la revelación y la verdad de Dios, ahí se produce el milagro del encuentro, Cristo nace en medio del pequeño resto que lo busca. La Navidad tiene como centro el nacimiento, la presencia de alguien libre de nuestras miopías, de nuestro de nuestro ser resquebrajado, inclinado al pecado y con bajas pasiones que deslumbran y engañan pero que son tendencias de muerte, una verdadera trampa, satánica para hacernos caer, despojarnos de los bienes verdaderos y llevarnos A la muerte, el infierno Hay que tener el valor de ir contra la corriente del mundo, de ser diferentes y buscar ir más allá de las seducciones de los comerciantes y mundanos para encontrar a la sabiduría eterna que aparece en forma humana, y acceder a ese portal secreto que mana leche y miel, paz y vida divina. Ir al encuentro, al abrazo de amor.