Rita Gironès Investigador, académico y director escénico. Filósofo, actor y dramaturgo. Explorador del pensamiento y la emoción; del silencio y las palabras. Conjugar lo humano como crisol de ideas y prácticas: filosofía y teatro. “Teatro” y “teoría” provienen de la misma raíz, thea, que remite finalmente a algo luminoso. Y esa es precisamente su encomienda: hacer(nos) ver, contemplar(nos) en lo rutilante. ¿Qué querías ser de niño? Médico. Me llamaba mucho la atención la medicina, pero después me envolvió todo lo relacionado con el arte. Cantaba con mi abuela tocando el piano; veía a mi abuelo pintar en el estudio lleno de pinceles, en su biblioteca, leyendo novelas. Nunca pensé que podía ser artista… ¿Qué quieres ser ahora?Otra vez niño. (Risas) ¿Qué te interesó primero, la filosofía o el teatro?El teatro. ¿Cuál es el principal rasgo de tu carácter?No sabría decirlo. No lo sé. ¿Cómo se relaciona el teatro y la filosofía? ¿En qué punto convergen? En muchos puntos. La filosofía nos permite acercarnos al mundo y tratar de encontrar la sustancia fundamental del quehacer y la existencia. Conocer a fondo los asuntos que atañen propiamente a la filosofía: la existencia, el propio conocimiento, el lugar que ocupa el ser, la sociedad, la procuración de la felicidad, la verdad, y con todo esto también ha jugado el teatro. Hay un misterio tras el misterio que hay que develar. Y ese es el punto de contacto fundamental, tanto el teatro como la filosofía tienen que ver directamente con lo humano. Borges dice “El teatro es el arte en el que un hombre finge ser lo que no es, y otro hombre finge que se lo cree”. ¿Es el teatro un fingir constante? Es un fingir inducido, requiere de la preparación, de una convicción fuerte para poder imitar a los demás. ¿De qué sirve la filosofía hoy? ¿De qué sirve el teatro hoy? No me gusta el término “servir” porque remite al uso concreto que vayamos a hacer de él. Quizás sería mejor preguntarnos a quién sirve una y otro. Sirven a diferentes personas, ¿es algo humano? No lo sé. Foto: Rita Gironès ¿Qué valor le das a las palabras? ¿Y a los silencios? Los silencios son fundamentales para la existencia de todo. Son esas pausas, esas comas, esos paréntesis, esos puntos que hay en la literatura, pero también son los silencios de la música, del pálpito, de alguien que prefiere ya dejar esta vida. Los silencios con que acompañan a los que acaban de fallecer después de los cánticos, el silencio es fundamental para vivir, es como la respiración. Eso es crucial. Y la palabra transforma, es magia, nos lleva a reconstruir constantemente nuestro entorno, a darle significados distintos, nos permite acumular relaciones de significación. Sin palabras sería difícil la existencia. Y no solo la pronunciación, me refiero también a las palabras que están conmigo. ¿Qué papel debería jugar el teatro, poético o político? Pero no es necesaria la dicotomía. El teatro tiene per se un carácter político y un carácter poético. Es una gigantesca metáfora que versa sobre los acuerdos y desacuerdos con los que los hombres permanecemos en este mundo, acomodos y desacomodos, búsquedas y encuentros. ¿Qué sería peor prescindir de la filosofía o del teatro en las escuelas? De ninguna de las dos, ¡sería un absurdo! ¿Qué autores han ejercido influencia sobre ti? Sin lugar a dudas Bertolt Brecht. También Sor Juan Inés de la Cruz. Y Samuel Beckett, aunque últimamente lo releo y ya no lo entiendo de la misma manera, se me ha vuelto complicado... ¿Cualquier argumento podría reducirse al amor y a la muerte?Sin duda, yo creo que todos los argumentos derivan del amor y de la muerte. Roberto como actor, como director escénico, como dramaturgo, ¿con qué has disfrutado más en el teatro? Con todo. La actuación, la dirección, la escritura, creo que la curiosidad me ha llevado a disfrutar tremendamente de todo lo teatral. De joven, me sentía motivado por la actuación. Ahora me gustaría poder dirigir alguno de los clásicos. Y sigo escribiendo, a ver qué sale…. ¿Qué es para ti la Cultura?(Risas) La cultura es evocar lo indefinido. Es un concepto tan difícil, decía una autora ganadora del premio nobel en 1915 que la cultura es “todo aquello que queda aún cuando hemos olvidado lo que aprendimos”. Lo que queda es cultura.