Por Leopoldo González Se ha dicho y escrito tanto sobre Pelé que parecería ocioso intentar agregar algo nuevo y distinto sobre el tema. Sin embargo, lo vasto y complejo del personaje indican que ni todo está dicho sobre él ni todo lo que podría escribirse alrededor de su grandeza está escrito. La primera noticia que tuve sobre Pelé me marcó para siempre: debo haber tenido unos 8 o 9 años, cuando compré una revista antes de entrar a una matiné, y ahí leí que el astro brasileño, siendo un niño muy pobre, se inició en el balompié pateando cocos en la playa, pero… ¡sin tenis ni zapatos! En ese momento, comencé a comprender que el hombre grande al que todos los chicos llamábamos Pelé debía parte de su icónica grandeza al hecho de haber conocido las hieles del hambre y haberse topado cara a cara con la adversidad. Cierto, alcanzar los territorios de la grandeza requiere no sólo hambre y adversidad sino un entorno favorable, no perder de vista el propio enfoque, asumir la locura de creer en sí mismo y dejarse fluir con ambición en el azar de la vida. Los presupuestos de la grandeza son muchos más, pero abordarlos exige la amplitud de un tratado y no la brevedad de un artículo. Además de jugar con cocos, otra lección que templó el carácter de Pelé fue el llanto inconsolable de su padre, tras la derrota de Brasil ante Uruguay en el Maracanazo, cuando Pelé tenía apenas 9 años. “No llores, Papá, yo voy a ganar el mundial para ti”, le dijo el niño a su padre para llevar consuelo a su alma atribulada. A los 17 años Pelé figura en la alineación de la selección de Brasil, va al mundial que se celebra en Suecia en 1958 y conquista para su país la Copa del Mundo, cumpliendo así la promesa que había hecho a su padre ocho años antes. En lo subsiguiente, Edson Arantes do Nascimento regresó a casa con la Copa del Mundo disputada en Chile, en 1962, y con la disputada en México en 1970, después de un desempeño magistral y sublime en el terreno de juego. Desde que vi jugar a Pelé, en los años 70, caí en cuenta que la única vertiente del futbol que puede llamarse arte del balompié, manejo artístico del balón o magia en el campo de juego, es el singular estilo que dejó impreso Pelé en la cancha, porque hizo del dominio del balón alquimia, arte y poesía. Por ello, el testimonio de Pier Paolo Pasolini es rotundo: “Cuando el balón llega a los pies de Pelé, el futbol se transforma en poesía”. Fue el primer jugador en anotar mil goles, pero eso no es todo: ganó tres de los cuatro Mundiales que disputó, conquistó diez ligas, dos copas intercontinentales, dos copas Libertadores y cinco torneos en Brasil; en el momento de su retiro definitivo, en octubre de 1977, Pelé había anotado 1 281 goles, casi uno por partido, incluidos 77 con la selección de Brasil. Después de varios años sin jugar profesionalmente y tras meses de negociaciones, Henry Kissinger -un fanático del balompié- lo convenció para que volviera al futbol profesional, pero esta vez con otra camiseta y en un país que no era el suyo. Fue así como firmó contrato con el Cosmos de Nueva York, con la encomienda de popularizar el futbol en Estados Unidos. Los encuentros de Pelé con figuras de la escena deportiva y política incluyen, entre otros, a Muhammad Ali, Frank Sinatra, la reina Isabel II, Andy Warhol y Ronald Reagan; no obstante, el encuentro más memorable ocurrió con Nelson Mandela, en el año 2000, cuando este le entregó el primer premio Laureaus de Sudáfrica a toda una vida, donde Mandela elogió su coraje, aplaudió su alegría y homenajeó su perseverancia como deportista y ser humano. Pelé, el hombre admirado como “el Mozart del futbol” y a quien la Tota Carbajal definió como “un mago del balón”, fue tan modesto que declaró a El País Semanal, en 2014: “Yo no busco que hablen bien de mí cuando me muera”. La mejor poesía que se ha escrito con los pies, y además de una manufactura sublime, la escribió Pelé en las canchas de futbol del mundo. La frase que lo retrata de cuerpo entero salió de sus propios labios: “Nací para el futbol como Beethoven para la música”. Aunque Pelé es la personificación del futbol en sí mismo, justo es reconocer que junto a él hicieron del futbol un arte de alquimistas Rivelino, Garrincha, Tostao, Jairzinho y Gerson, entre otros. Una frase de Pelé, que puede aplicarse con mucha justeza a nuestra situación actual, revela la actitud crítica de alguien que pone el dedo en la llaga: “Si no das educación a la gente, es fácil manipularla”; o esta otra: “El único gol de cabeza importante que marcó Maradona fue con la mano”. En suma, quien ha subido desde el anonimato hasta llegar a ser O rey Pelé, merece honor, aplauso y reconocimiento. Pisapapeles Los sueños con alas, pero sin tren de aterrizaje, pueden ser cualquier otra cosa, pero no sueños. La grandeza de un sueño radica en la posibilidad de realizarlo y en su fuerza para transformar al mundo. leglezquin@yahoo.com