Claudia Luna Palencia El inicio de un nuevo año abre un baúl de esperanzas y de incertidumbres, las primeras son un faro en medio de la oscuridad; las segundas, un laberinto de incógnitas que solo sirven para intranquilizar. Lamentablemente el mundo seguirá orbitando bajo la influencia de la guerra biológica contra el SARS-CoV-2 y de las consecuencias geopolíticas y geoeconómicas por la invasión de las tropas rusas a Ucrania. Ambas serán las variables más importantes y de éstas dependerán el curso de otras: para comenzar, China que a partir del próximo 8 de enero reabrirá sus fronteras para los viajeros internacionales sin tener controlada la transmisión del coronavirus. No hay, hasta el momento, una sola vacuna efectiva para cortar la transmisión del Covid-19, ningún país ha logrado todavía dar con ese suero de inmunidad. No solo España, también Estados Unidos, Japón, Italia y otros países anuncian la imposición de controles para todos los viajeros llegados desde China, nuevamente las pruebas PCR y hasta pautas vacunales completas. La realidad es que el desafío es nuevamente mayúsculo porque la eficacia de las vacunas chinas ofrece una escasa inmunidad y porque en un mundo tan vertebrado será imposible evitar otras olas de coronavirus con sus nuevas mutaciones. Es precisamente el mayor de los desafíos: evitar el trasiego del virus fortalecido y mutado. La esperanza está puesta en que varios laboratorios, tanto en Estados Unidos como en España, Francia y Alemania obtengan ese suero que permitirá inmunizar a las personas antes de que otra mutación más fuerte aparezca. Lo más lamentable e indeseable sería retornar a la política de cuarentenas, de restricciones, de control de fronteras que tanto daño han provocado a la economía. Hacerlo además cuando la economía global –en promedio– camina hacia una recesión. Para colmo, la prevalencia de la guerra en Ucrania camino de cumplir los once meses de devastación y muerte, permanece como uno de los principales disruptores de impacto en los ‘commodities’. Los precios de las materias primas siguen sin estabilizarse. No lo harán tampoco este año porque el desbalance entre oferta y demanda viene arrastrándose desde 2020, tras la declaración de pandemia, por parte de la OMS (11 de marzo de dicho año) con los confinamientos y cuarentenas se alteraron las cadenas de suministros y de producción. Hasta la fecha, no logran reestablecerse del todo. A ello se suma, la guerra comercial entre China y Estados Unidos que venía desde antes de la pandemia (2018) y la actual invasión rusa a Ucrania. Un conflicto bélico que envuelve a dos países importantes para el comercio mundial: Ucrania es considerado uno de los principales graneros del mundo y Rusia, es uno de los países líderes en el suministro de petróleo y de gas, aunque también de otros insumos alimenticios. La guerra de los petroprecios persistirá porque para Rusia es una forma de fustigar fundamentalmente a la Unión Europea (UE) que tanto apoyo concede a Kiev y a los ucranianos. El FMI ya ha venido descontando todo este escenario por eso en octubre pasado rebajó sus previsiones de PIB mundial para 2023 y lo ha ubicado en 2.7 por ciento. Las economías avanzadas serán las más castigadas con una estimación de PIB promedio del 1.1 por ciento mientras las economías emergentes tendrán una media de PIB del 3.7 por ciento. Rusia caerá un 2.3 por ciento e India y China, crecerán 6.1 por ciento y 4.4 por ciento, respectivamente. La eurozona resentirá el castigo de su ayuda a Ucrania con un PIB esperado del 0.5 por ciento y dos locomotoras relevantes como Alemania e Italia entrarán en recesión con una previsión del PIB -0.3 por ciento y -0.2 por ciento respectivamente. A colación Sí, 2023 será un año para resistir y resistir todo el embate. Pero no es momento para paralizarse, ni para postergar los planes, más bien para buscar soluciones en medio de la tempestad. Porque también dentro del temporal económico surgen oportunidades de negocios y de generar riqueza. Después está el propio contexto interno de cada país y allí el entorno seguirá trasladando rispideces, confrontaciones y la política de odio y de miedo que tanto funciona a determinados políticos en momentos en que la gente está atemorizada por toda esta pésima conjugación de factores externos. Este nuevo año tendrá un ambiente preelectoral en Estados Unidos, España y México. Las presidenciales están a la vuelta de la esquina y el ambiente es incendiario propio para atentados. En lo personal me inquieta que la guerra en Ucrania sume a otros actores e involucre otros polos bélicos extendiendo la magnitud del conflicto. Habría que poner mucha atención a los roces entre Irán e Israel y el apoyo decidido de Corea del Norte al dictador ruso, Vladimir Putin. El régimen de Kim Jong-un sigue demostrando que cuenta con un arsenal balístico respetable y las tensiones han subido de manera importante entre Corea del Norte y Corea del Sur y también con Japón. La mano de Putin meciendo entre los conflictos de Kosovo y Serbia, así como de Armenia y Azerbaiyán son dos auténticas bombas de tiempo que la UE y la OTAN deberían enfriar con inteligencia y astucia y tomarse más en serio su papel porque en el caso de Georgia y de Ucrania asediadas por Rusia, fracasaron desde 2008 cuando sucedió lo de Osetia y Abjasia. El Protocolo de Minsk fue papel mojado desde el principio porque a Ucrania se le veía muy lejos desde Bruselas. Craso error. @claudialunapale