AP / La Voz de Michoacán Guatemala. Estuardo Hernández, de 19 años y que trabaja en un vivero de plantas en la cercana ciudad de Antigua, está seguro de saber dónde están sus padres, y ese conocimiento le desespera. Está seguro de que quedaron sepultados en la casa donde creció, bajo la ceniza y otros restos volcánicos que el Volcán de Fuego arrojó sobre su pequeño poblado. Tumbado boca abajo, estira la mano en el estrecho espacio que queda entre la parte de arriba de una ventana y las toneladas de ceniza que ahora llenan la vivienda de un piso. La ceniza llega casi hasta el techo, y sus esfuerzos son tan fútiles que se detiene y solloza. El gobierno de Guatemala suspendió la búsqueda de víctimas el jueves, indicando que el clima lluvioso y el material volcánico aún caliente hacían la tarea demasiado peligrosa para los rescatistas. Las topadoras que Hernández necesitaría para desenterrar a sus padres están colina abajo, centrándose en reabrir la autopista bloqueada por una montaña de ceniza y piedras. Al menos 109 personas murieron cuando el volcán estalló el domingo, según el gobierno, y hay casi 200 desaparecidos documentados. En muchos casos, familiares y amigos siguen buscando con las manos o con las pocas herramientas de las que disponen.