Yazmin Espinoza ¿Por qué no había leído antes este pedazo de historia? No lo sé, pero me arrepiento. “Las malas”, de Camila Sosa, tomó mi corazón entre sus manos y lo estrujó, y lo creció, y terminó por dejarlo todo mallugado, porque uno no sale ileso de una lectura como esta. “Estamos ahí para ser escritas. Para ser eternas”. Si no han leído este libro, háganlo ahora. En “Las malas”, Camila Sosa narra desde dentro la vida de una comunidad de travestis en Córdoba, Argentina. Cuando llegó a Córdoba capital para estudiar en la universidad, Camila Sosa Villada fue una noche, muerta de miedo, a espiar a las travestis del Parque Sarmiento y encontró su primer lugar de pertenencia en el mundo. “Las malas” es un rito de iniciación, un cuento de hadas y de terror, un retrato de grupo, un manifiesto explosivo, una visita guiada a la imaginación de su autora y una crónica distinta a todas. “Las travestis trepan cada noche desde ese infierno del que nadie escribe, para devolver la primavera al mundo”. Me acerqué a esta historia a través del audio libro narrado por la propia Camila, y nunca antes había tenido tantas ganas de ponerme al volante y darle play a una historia. Usaba los semáforos para intentar procesar algunas de sus partes, porque es un libro lleno de poder, pero también de dolor, y de ternura. Fue uno de los títulos que leí en la maratona Guadalupe Reinas de este año, la primera en la que participo, y aunque no cumplí con todas las consignas, pude encontrar historias tan valientes como esta. Y es que Camila, que es personaje y narradora de “Las malas”, hace un recuento de diferentes historias que revelan las pequeñas alegrías y los grandes sufrimientos, las micro violencias y los macro abusos que este grupo de travestis vive cada día, y sobre todo cada noche. Además, haciendo uso de la primera persona, Camila comparte su confesión en tiempo presente, provocando el efecto de acompañarla en su discurso y vivir cada uno de los episodios que cuenta. Pero el camino de la narración no es lineal, sino caprichoso, desobediente, con saltos temporales que, en aparente caos, van desentrañando el pasado familiar, los orígenes de aquella rabia que nace de la opresión. “El miedo tenía todo en mi casa. No dependía del clima o de una circunstancia en particular: el miedo era el padre”. Algo también de suma importancia es que el miedo al que hace referencia la autora está marcado además por el estigma social pues, si se es travesti, la muerte llegará más pronto y será violenta; así profetizan las estadísticas. Sin embargo, a lo largo de la novela los lectores somos testigos de la manera en que la esencia de Camila se abre paso a través del cuerpo de hombre con el que nació, y a pesar del entorno hostil, burlando los golpes, las amenazas de muerte, con la furia de quien defiende su esencia. Son muchos y hermosos los personajes que vamos encontrando y conociendo, junto a la autora argentina, con el paso de los años (y las páginas). Uno de ellos, tal vez el más entrañable, es la Tía Encarna. Esta mujer “rescata” a otras como ella y busca protegerlas y guiarlas, al mismo tiempo que maneja sus propias necesidades y se desenvuelve, de manera inesperada, dentro de la maternidad. “Esa mujer ahí parada, que cargaba con el odio del mundo sobre su espalda, era más que digna de nuestro amor, así fuera una perra, así fuera una déspota, una solitaria desesperada capaz de todo. Esa mujer nos dio de comer cuando todo el mundo nos perseguía”. La brutal sinceridad de Camila Sosa en su novela hizo que en el 2020 obtuviera el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz que es otorgado por la FIL de Guadalajara. Este hecho sentó un precedente histórico en las Letras hispanoamericana, pues por primera vez se entregó el galardón a una mujer trans. Y es que esta novela no sólo es el manifiesto de una vida, también es un ejercicio que nos recuerda a la escritura como un acto revolucionario. No solo le doy cinco estrellas, le doy mil. ¿Ya la leyeron?