Pablo Neruda

La leyenda sobre la muerte de Neruda ha sido alimentada por la sospecha pública, la desconfianza hacia la dictadura de Augusto Pinochet, la falta de información fidedigna y el temor de que “algo malo” hicieron con su cuerpo los testaferros del pinochetismo.

LEOPOLDO GONZÁLEZ

Pablo Neruda (1904, Temuco-1973, Santiago), el poeta que devolvió su aliento primordial al castellano en buena parte de su obra, es, una vez más, la luz contradictoria de una leyenda que, desde su muerte, el 23 de septiembre de 1973, no cesa de perseguirlo.

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Durante 40 años se creyó que la causa oficial de su muerte había sido el cáncer de próstata -con metástasis- que padecía, hasta que Manuel Araya, su último exchofer, señaló que había sido envenenado. Este testimonio fue la base de la querella que presentó el Partido Comunista para investigar la muerte del poeta.

La especie de que una toxina mortal habría precipitado la muerte de Neruda, no figura en “Entierro y testamento” (1974), el memorial que recoge las crónicas y fotografías del funeral de Pablo Neruda en Santiago.

Durante algunos años se creyó que la pena y el horror, luego del golpe militar contra el gobierno socialista de Allende Goessens, su gran amigo, habían agravado su deterioro y precipitado la muerte del Premio Nobel de Literatura 1971.

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Las sospechas sobre la verdadera causa de su muerte, rumoraron primero la posibilidad de un shock o una bacteria en un molar; luego, en 2011, cuando el exchofer y confidente de Neruda reveló a la revista PROCESO que “un médico le inyectó algo en el estómago”, en el trayecto de su casa a la clínica Santa María, y después entregó al enfermo agonizante en manos de un médico que a la vuelta del tiempo se volvió un fantasma, la especulación y el rumor cesaron para dar paso a una investigación pericial a cargo de un panel de expertos internacionales.

En 2013, a raíz del señalamiento de Araya y tras la orden del juez Mario Carroza, fueron exhumados los restos del poeta, para intentar determinar el verdadero origen de su muerte, pues siempre se desconfió de lo consignado en el certificado médico, insinuando que Neruda había muerto asesinado.

La leyenda sobre la muerte de Neruda ha sido alimentada por la sospecha pública, la desconfianza hacia la dictadura de Augusto Pinochet, la falta de información fidedigna y el temor de que “algo malo” hicieron con su cuerpo los testaferros del pinochetismo.

En 2017, estudios periciales demostraron que la bacteria “clostridium botulinum” fue encontrada en el cuerpo del escritor, sin poder determinar si era de origen endógeno o exógeno. El hallazgo confirmaría, finalmente, las condiciones en que ocurrió la muerte del poeta.

El “clostridium botulinum”, responsable del botulismo (enfermedad que ataca los nervios del organismo y puede causar dificultad para respirar, parálisis muscular y la muerte), se encuentra generalmente en la tierra; si la muestra hallada fue alterada en un laboratorio e inoculada después, ello demostraría la intervención de terceros.

De acuerdo con la agencia de noticias EFE y el diario El País, y según expuso el abogado Rodolfo Reyes Muñoz, sobrino del poeta, en febrero de 2023 se comprobó que el “clostridium botulinum” era de origen endógeno, “el cual fue inyectado o colocado”, confirmando que la dictadura de Pinochet buscaba eliminar a los liderazgos cercanos a Salvador Allende, para apresurar el asentamiento de la bota militar y la dictadura política sobre la larga noche que aguardaba a Chile, ese país del extremo sur donde “se rompe el planeta”.

El panel de expertos internacionales, después de años de investigaciones desde distintos frentes, fue concluyente al afirmar que la bacteria fue implantada como “arma biológica” en el cuerpo del escritor. 

La mujer del poeta, Matilde Urrutia, la que le inspiró los “Cien sonetos de amor”, tuvo que salir del país poco después y murió lejos de lo que había sido para ella “la patria del corazón” y de sus sueños.

Pablo Neruda, quien creía en la reencarnación y había escrito años antes: “desde la muerte renacemos”, coincidió en ausencia el día de su muerte con una majestuosa Águila imperial, que bajó de aires remotos a posarse en la cercas y mamposterías de su propiedad, frente al océano que baña los jardines de su casa en Isla Negra.

Si es condición del poeta ser velado por el árbol de su propia memoria y entrar sin aduanas en las costuras de la leyenda, Pablo Neruda es, entre todos, el poeta al que más ha vestido su propia leyenda, pues ha sido inhumado y exhumado más veces que nadie.

Por supuesto, hay aspectos de la vida y la obra de Pablo Neruda (cuyo nombre de pila era Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto), que son cuestionables y deben revisarse y discutirse a la luz de lo que es la poesía y lo que prescribe la estética. Sin embargo, baste recordar, por ahora, al poeta eminentemente social que volvió a hacer sonar el castellano con el lustre y la frescura de la palabra primordial.

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Pablo Neruda es el poeta con el cual el castellano comenzó a sonar como música o lenguaje recién nacido de la entraña de las aguas.

leglezquin@yahoo.com