Etelberto Cruz Loeza Recientemente estuvieron en nuestro país invitados por el Instituto Nacional Electoral Kofi Annan, exsecretario general de las Naciones Unidas – ONU – Y Laura Chinchilla, expresidenta de la hermana República de Costa Rica. El exsecretario general de la ONU ofreció en el auditorio del INE la conferencia Paz y Democracia; de ella, atrajeron mi atención algunos de sus juicios, como los siguientes: La violencia en México tiene el potencial de revertir los avances electorales logrados, así como a la democracia misma…el problema de inseguridad que se vive en nuestro país rebasa la competencia de la autoridad electoral y la responsabilidad involucra a otras esferas nacionales y locales. En México se tiene que contender por un cargo de elección popular, con altos niveles de violencia y con el crimen organizado, lo cual afecta las vidas de todos los ciudadanos…Sin control, la violencia criminal plantea una seria amenaza a las instituciones democráticas y, sin duda, a la democracia misma. Las elecciones ordenadas son la mejor respuesta a la violencia que busca privar a los ciudadanos de sus derechos a elegir a sus líderes – nacionales y locales -, libres de intimidación… Creo en el valor de la democracia como un catalizador para una mejor gobernanza, mayor seguridad y desarrollo humano…existe una percepción en relación con que este sistema político – la democracia - no está dando resultados, lo que se refleja en niveles más bajos de participación electoral, decreciente membresía de los partidos políticos y la disminución de la confianza a los gobiernos y a las instituciones. Este desencanto se debe a que – en primer lugar – los sistemas políticos no se han adaptado al desarrollo económico, lo que crea altos niveles de desigualdad y una creciente sensación de privación de derechos. Lo anterior crea un terreno fértil para el ascenso de líderes autoritarios…La globalización ha traído consigo cambios positivos, sin embargo, sus beneficios no se han compartido equitativamente; tal y como la riqueza se concentra, también el poder político y las influencias…Los regímenes autoritarios parecen ser capaces de actuar de manera rápida y decisiva; esto es atractivo para muchas personas, sobre todo para aquellos que viven en la pobreza o en países que salen de un conflicto prolongado y perciben el absolutismo como la manera más rápida de ascender económicamente, sin embargo, dicha estabilidad a menudo esconde profundas debilidades fundamentales, que eventualmente resultan insostenibles. Laura Chinchilla, presidenta de Costa Rica – 2010-2014 -, afirmó que…Pese a la evolución que a lo largo de 3 décadas han experimentado los sistemas políticos de nuestra región, persisten algunas amenazas que no pueden obviarse y que ponen en riesgo la paz, la estabilidad y la democracia. La primera de esas amenazas es la corrupción, el mayor reclamo hoy de nuestros ciudadanos hacia la política y sus gobiernos. El pecado original de esta mala práctica a nivel público se encuentra en el financiamiento electoral cuando ocurre en las sombras sin límites ni control. La consolidación de sistemas electorales sólidos y de calidad ayuda a evitar que la corrupción se incremente o se extienda al resto de la institucionalidad del Estado. Mientras más sólido e íntegro sea un sistema electoral, menos ocasiones tendrán los corruptos de alterar o de quebrantar el sistema político. De la misma manera, mientras más íntegro sea el sistema electoral, más crecerá la confianza de los electores en el sistema democrático. La segunda amenaza es el ejercicio autocrático del poder, que sigue gravitando sobre algunos de los sistemas políticos y que ha buscado legitimarse, así como reproducirse de manera indefinida mediante la simulación de procesos electorales viciados y fraudulentos. De ahí la importancia de velar por la calidad de los sistemas electorales, no sólo desde adentro, sino también desde el ámbito internacional. La tercera amenaza es la aun frágil cultura democrática en algunas de nuestras sociedades. No sólo tenemos que trabajar por sistemas electorales de calidad sino, sobre todo, por sistemas electorales cuya calidad persista en el tiempo. Una nación con cultura democrática es aquella donde el sistema político funciona, tanto en las buenas como en las malas, donde en momentos de agitación política sus líderes y sus ciudadanos prefieren acudir a las soluciones contempladas en sus instituciones y en el Estado de Derecho, y no al autoritarismo o a la violencia. No podemos pretender que la confianza en la democracia crezca si los grupos minoritarios ven abandonados o violentados sus derechos más fundamentales de igualdad y realización personal. Nuestra obligación como demócratas es no sólo trabajar permanentemente en su perfeccionamiento, sino también extraer lecciones de los procesos de deterioro democrático. Analógica y literalmente estos mensajes son producto de este tiempo, de estas circunstancias y de estos escenarios nacionales – todo el mundo, occidentalizado o no - en donde los partidos, los protagonistas políticos, las prácticas y sistemas democráticos muestran bajos niveles de participación electoral, decreciente membresía de los partidos políticos y la disminución de la confianza a los gobiernos y a las instituciones – que los mismos gobiernos poco ayudan con su perfil de ineficiencia, corrupción e impunidad -. Ejemplos: recientemente, Italia, Francia, Argentina, Inglaterra, España, Alemania, Venezuela, Colombia, Nicaragua; en el reciente pasado: Estados Unidos, Brasil, Grecia, Irlanda, Portugal…pero, también, parece, solo parece, que está dedicado, dirigido a nuestro país y su sociedad, a sus partidos políticos, a sus instituciones y a sus circunstancia actuales: inseguridad, corrupción, impunidad, debilidad – real o aparente - de sus instituciones Republicanas y de sus partidos políticos – que anteponen los intereses individuales y de grupo al supremo interés de la nación. Y la percepción de que la democracia no está dando resultado es cierta, es válida, está presente; la desconfianza en los gobiernos crece y avanza y, ciertamente, existe un caldo para el cultivo de la infección viral mayor, que partiendo del enojo, del desencanto, del negativo humor social, podría dar un giro, un paso a la desobediencia, a la ruptura y a la subversión. Nuestra cultura democrática, la calidad y la solidez de nuestros órganos e instituciones sociales y Republicanas están a prueba, así como la congruencia con el momento histórico- social de los protagonistas políticos. Es deseable que todos los ciudadanos, autoridades de los tres niveles de gobierno, protagonistas y partidos políticos determinemos confiar en nuestras instituciones y decidir nuestro destino político en las urnas y no en las calles ni con balas yprevalezca el Estado de Derecho. Ojalá que no repitamos los errores y horrores del pasado. Tenemos poco más de cien años de paz, estabilidad, construcción, evolución y cambio sociales. No repitamos, como condena y castigo, nuestras tragedias del pasado, casi olvidadas.