A través de un libro, rescatan la vida de feministas comunistas de inicios del siglo XX

Editan libro sobre cuatro mujeres del Partido Comunista de México; sus vidas no aparecen en los archivos oficiales

Javier Favela / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Durante décadas la historiografía soslayó sistemáticamente a las mujeres activistas del Partido Comunista Mexicano. No hay nada de ellas en los archivos oficiales para reconstruir sus historias y sus aportaciones, señaló la investigadora Lourdes Cuevas Tazzer, en la feria universitaria del libro de ciencias sociales y humanidades.

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“Empecé a buscar a las mujeres comunistas de México y no las encontraba por ningún lado”, recordó la académica, quien se sumergió en la vida de 4 militantes activas de un partido de izquierda radical y jerarquizado, del México post-revolucionario.

A pesar de que el Partido Comunista llevaba un registro de sus militancias, las mujeres aparecen ocasionalmente o no aparecen, señaló a su vez Gabriela López Ruíz, al comentar el libro “Mujeres Comunistas en México 1919-1935”, el cual se enfoca en las figuras de Cuca García, Concha Michel, Consuelo Uranga y Graciela Amador, mujeres poco ortodoxas que iban a contracorriente de su época, moviéndose a veces en la clandestinidad, que imaginaron y creyeron en un mundo mejor a través de la lucha de clases.

A la investigadora Cuevas Tazzer se le dificultó mucho encontrar información sobre las mujeres comunistas de México, por lo que tuvo que ir construyendo esas fuentes, buscando los indicios regados. Ejemplificó que encontró el archivo de Concha Michel en “unas pinches cajas” que guardaba la nieta de la activista.

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Las mujeres comunistas de México eran dulces y afectuosas, con sus raras excepciones, sin abandonar jamás las atenciones al esposo o a la familia, a pesar de las largas horas de ausencia del hogar para hacer activismo partidista, señaló Margarita Espinosa.

Las activistas del Partido Comunista no eran ajenas a la problemática de la mujer en la lucha por una sociedad más justa. Tenían posiciones sobre la vida privada, el amor en pareja y la maternidad. Sin embargo, la mujer comunista sigue siendo la mujer para otros: para la pareja, para los hijos y para el partido, anotó la exdirectora de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, fungiendo como comentarista de la publicación.

Hizo Cuevas Tazzer una investigación sólida, profunda y consistente, no un panfleto político. No escribió una historia para enaltecer o reivindicar, sino para humanizar a cuatro mujeres con sus contradicciones, divergencias y aportaciones, según se le elogió.

Sobre el perfil biográfico de las mujeres comunistas, Cuca García estuvo en las filas del Partido antireeleccionista de Madero contra la dictadura, apoyó a Múgica en su campaña por la gubernatura de Michoacán en 1917, lideró el Frente único por los derechos de la mujer durante el cardenismo y pugnó por ser reconocida como veterana de la Revolución. En tanto, Concha Michel (cantante, dramaturga y activista) viajó a la URSS y se dio cuenta que la mujer tampoco había conseguido su emancipación bajo el gobierno de los soviets, llegando al final de sus días con cierta decepción hacia el Partido y hacia la lucha. Por su parte, Consuelo Uranga, recordada como pionera en la lucha por el voto femenino, apoyó la campaña presidencial de Vasconcelos en 1929 y era quien redactaba la mayoría de los artículos de El Machete (órgano propagandístico del Partido Comunista), aunque nunca los firmaba. Y, por último, Graciela Amador es identificada como la compañera del muralista David Alfaro Siqueiros, habiendo estado al frente de la redacción de El Machete, aunque solo se le dio crédito como administradora.

Las mujeres comunistas poco a poco se fueron metiendo a la lucha por la reivindicación del voto femenino, de 1935 en adelante.

La investigación de Cuevas dejó de lado las historias de las mujeres del Partido Nacional Revolucionario (antecesor del PRI), aunque muchas de ellas se reconocían y se reivindicaban como feministas, tachadas de escandalosas y de gritonas, siendo encarceladas a cada rato. Tampoco se centró en las mujeres entregadas a la iglesia. Optó por escribir un libro necesario en la historiografía del Partido Comunista, el de unas mujeres poco ortodoxas que vivieron la tensión entre el nacionalismo revolucionario y el internacionalismo proletario, consolidando lealtades, construyendo solidaridades.