Jorge A. Amaral A Alejandra con amor, por estos 15 años caminando juntos. Este Jueves Santo, Andrés Manuel López Obrador escribió en sus redes sociales: “De Gandhi sobre Jesús: ‘No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo’. Pero entonces añadió: ‘El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven de conformidad con lo que enseñan’”. Con esto el mandatario lanzó un fuerte mensaje, porque hay que recordar que cuando recurre a las frases de corte religioso lo hace con dedicatoria a los conservadores, especialmente del PAN, a quienes ha acusado de no vivir de acuerdo con lo que predican. En este momento no hablaremos de los conservadores, sabemos que el líder panista promedio es allegado a la Iglesia, que simpatiza con grupos ultraconservadores como El Yunque, que tiene esa bendita habilidad de comer santos y zurrar diablos. Según el blog Devocional Cristiano, creado en Venezuela para difundir la fe, los principales valores cristianos son: 1) Amor, entendido como el más fundamental y mandamiento supremo de la cristiandad. Este valor se refleja en la forma en que los creyentes tratan a los demás, ya sea a través de la compasión, la bondad y la generosidad. 2) Fe, que es esencial. Se refleja en la confianza en las enseñanzas de la religión. 3) Honestidad, reflejada en la transparencia y la integridad en las acciones y decisiones que tomamos, así como en la sinceridad y la verdad en las relaciones interpersonales. 4) Perdón, tanto para darlo como para recibirlo, ya que este valor ayuda a mantener relaciones saludables y a cultivar la paz y la armonía en lo público y en lo privado. 5) Humildad, que se refleja en la sencillez de las acciones y decisiones. Es primordial para cultivar una relación sana con los demás. 6) Responsabilidad para asumir lo que toca de las acciones y decisiones que se toman, así como para cumplir con las obligaciones y compromisos. 7) Respeto, o sea, tratar a los demás con dignidad y consideración. 8) Compasión, o lo que es lo mismo, sentir empatía y preocupación por los demás. 9) Generosidad para compartir con los demás. 10) Servicio, estar dispuestos a ayudar y servir a los demás. Estos valores posibilitan que haya orden en la sociedad y hacen más llevadera la vida. Claro, cualquier cosa que nos impida actuar como cretinos es buena para todos. Pero, ya que andamos en esto de los valores cristianos y aprovechando que el presidente lo saca para fustigar o enviar mensajes, partiendo de su desempeño y acciones como político y como presidente, sin meternos a lo personal porque a ese nivel sólo su familia y amigos pueden opinar, ¿es AMLO un buen presidente cristiano? Insisto, sólo veámoslo como presidente. Empecemos por el amor. Cualquiera podrá decir que él llena el Zócalo, pero una cosa es ser “amado líder” y otra muy distinta es ser líder amoroso, y no sólo con sectores vulnerables, que en este sexenio algunos se han visto beneficiados, sino con todos, incluso con aquellos que lo cuestionan, que lo critican, que buscan ser un contrapeso político. Es bueno amar a quienes tienen afinidad hacia nosotros, pero es aún más loable amar incluso a nuestros detractores. Esto nos lleva a otro valor, la fe, pues alguien que no tiene amor para todo prójimo no está viviendo de acuerdo con los preceptos de la fe. La honestidad es un valor que no sólo se espera de la grey católica, sino también de la clase política por todo lo que implica ¿Es Andrés Manuel López Obrador un político honesto? Se la dejo más fácil: ¿puede un presidente de México ser honesto, a sabiendas de todo lo que hay en juego y toda la serie de intereses cupulares con los que se ha de lidiar? Es más, más simple: ¿puede haber un político honesto? Pasando al siguiente punto, que es el perdón, me viene a la memoria la cuestionada elección de 1988, en que a Cuauhtémoc Cárdenas prácticamente le robaron la Presidencia con el argumento de una falla en el sistema. El artífice de ese robo fue Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación y uno de los personajes más oscuros de la narcopolítica de la década de los 80, pero fue perdonado por la Cuarta Transformación y hoy es titular de la Comisión Federal de Electricidad. Esto es curioso porque se dio en un contexto en que el jefe de asesores de AMLO era justamente el hijo del ingeniero: Lázaro Cárdenas Batel. Ahora avancemos un poco en el tiempo y ubiquémonos en 2006, cuando Felipe Calderón llegó a la Presidencia tras una muy cuestionada elección, con señalamientos de fraude y hasta el abanderamiento de AMLO como “presidente legítimo”. A los siguientes comicios, una historia similar: Enrique Peña Nieto poniéndose la banda presidencial bajo fuertes acusaciones de amaños y corruptelas para comprar votos y gastar una cantidad sospechosa de recursos en su campaña. En ambos comicios los señalamientos de AMLO también se dirigieron a las autoridades electorales, sobre todo el entonces Instituto Federal Electoral. Luego de 2018 y después de que el INE validara su triunfo, AMLO comenzó a emprender la campaña contra el árbitro electoral en lo que más bien ha parecido una revancha política. Entonces, en materia de perdón, AMLO puede parecer un personaje contradictorio, y esto se concatena directamente con otro valor cristiano, la humildad. Alguien que no es capaz de perdonar difícilmente obrará con humildad, pues la falta de perdón conduce al rencor, y el rencor nos hace actuar con soberbia, arrogancia y hasta autoritarismo. Un político mexicano puede cometer los peores errores y nunca aceptará haber metido el moco al atole, se limitará a decir que tomó una decisión difícil sin importar el costo político y que antes deberíamos agradecerle por meter la pata aunque eso en el futuro le cueste la elección a su partido. O sea que nos tienen en la lona y todavía se ponen dignos. La narcoviolencia encarnizada que se vive a diario en el país, el control que el narco ejerce en amplias zonas de México, la producción, consumo y tráfico de drogas; las muertes de migrantes tanto en albergues gubernamentales como a manos de los delincuentes, las decenas de periodistas asesinados en este sexenio, los activistas muertos o desaparecidos en lo que va de este gobierno. Todo eso es responsabilidad del gobierno, pero a través del presidente, el Estado mexicano la elude, ya sea minimizando los hechos o de plano negándolos de tajo: “Ahí están las masacres je, je, je...” (18 de septiembre, 2020). En cuanto al respeto, el presidente se dice respetuoso de las leyes, pero ese respeto no es el mismo hacia las personas, porque desde Palacio Nacional, todos los días encabeza ataques contra la prensa y las voces críticas. Claro, admitamos que en el periodismo también hay oportunistas y rastreros y que hay opositores capaces de difundir cualquier disparate, pero no se puede medir con el mismo rasero a todos, sobre todo si consideramos la precariedad laboral en que muchos periodistas trabajan y las condiciones de riesgo en las que ejercen su labor. Lo malo es que ahora, gracias al trato indigno y desconsiderado que AMLO le ha dado a la prensa en general, sus seguidores vociferan contra cualquier reportero y linchan mediáticamente a cualquier periodista que tenga la osadía de señalar las fallas del actual gobierno. Pero los ataques sin respeto ni compasión, ni mucho menos generosidad, también se van contra los organismos autónomos, como los de transparencia o los árbitros electorales, así como las asociaciones civiles que encabezan causas sociales. Finalmente, generosidad y servicio. Este gobierno, si bien ha retirado subsidios en muchos rubros y ha dejado desarmados a organismos autónomos, ha enfocado sus baterías en los programas sociales, sobre todo los de asistencialismo. Eso ha sido muy criticado desde las cúpulas de derecha con mucho clasismo y hasta racismo, como si este tipo de programas hubiera sido creado por López Obrador y no desde los antiguos gobiernos priistas que así mantenían controlada a la población. Pero, honestamente, para un adulto mayor –que lo más seguro es que esté enfermo– con una pensión pequeña y en muchos casos sin ella, recibir un dinero bimestral es de gran ayuda para sus gastos personales, y hasta anímicamente para sentir que tiene algo que es de él o ella. Con base en lo que escribo y en su propia opinión: ¿es AMLO un buen presidente cristiano o actúa como todos los sátrapas que nos han gobernado? A usted le toca definirlo. Es cuánto.