Agencias / La Voz de Michoacán Estados Unidos. Al menos cinco veces reportaron al 911 a Francisco Oropesa, quien durante la noche del viernes no dejaba de disparar al aire dentro de su domicilio, dijo Wilson García, el vecino del mexicano identificado como el autor de matar a tiros a los integrantes de una familia originaria de Honduras. Los habitantes de la localidad rural al norte de Houston, Texas, están acostumbrados a que la gente dispare sus armas para relajarse, pero el viernes por la noche ya era tarde y García tenía un hijo de un mes de edad que no paraba de llorar. Wilson García ni siquiera le había pedido a su vecino que dejara de disparar. De modo que él y dos personas, explicó a la agencia AP, fueron a la casa de su vecino para pedirle “respetuosamente” que disparara un poco más lejos de su casa. “Nos dijo que estaba en su propiedad y podía hacer lo que quisiera”, dijo García el domingo tras una vigilia en Cleveland, Texas, por su hijo de 9 años, asesinado en el ataque que se produjo poco después. El sospechoso, Francisco Oropesa, de 38 años, seguía prófugo el domingo por la noche pese a una búsqueda en la que participaban más de 200 policías de distintos cuerpos. García llamó a la policía después de que Oropesa rechazara su petición. El hombre disparó un poco más, y ahora sonaba más fuerte. En un vecindario donde los terrenos miden 4 mil metros cuadrados (un acre), García podía ver al hombre en su porche delantero, pero no distinguía lo que estaba haciendo. Su familia siguió llamando a la policía, cinco llamadas en total, dijo García. En cinco ocasiones, la persona que respondió aseguró que había ayuda en camino. Y entonces, entre 10 y 20 minutos después de que García hubiera vuelto de la casa de Oropeza, el hombre empezó a correr hacia él mientras recargaba. Pesadilla tras un retiro espiritual “Le dije a mi esposa ‘entra. Este hombre cargó su arma’”, dijo García. “Mi esposa me dijo que fuera dentro porque ‘no me disparará a mí, soy una mujer’”. El hombre llegó hasta la casa y empezó a disparar. La esposa de García, Sonia Argentina Guzmán, de 25 años, estaba en la puerta delantera y fue la primera en morir. En la casa había 15 personas en total, varias de ellas amigos que habían acudido para sumarse a la esposa de García en un retiro religioso. El hombre parecía decidido a matar a todo el mundo, dijo García. Entre los muertos estaban el hijo de García, Daniel Enrique Laso, y dos mujeres que murieron protegiendo al bebé de García y a su hija de dos años. García dijo que una de las mujeres le dijo que saltara por la ventana “porque mis hijos se habían quedado sin madre y uno de sus padres tenía que seguir vivo para cuidarlos”. “Intento ser fuerte por mis hijos”, dijo García entre lágrimas. “Mi hija lo entiende un poco. Es muy difícil cuando empieza a preguntar por mamá y por su hermano (mayor)”. La policía fue puerta a puerta el domingo con la esperanza de encontrar cualquier pista que les llevara hasta el sospechoso. El gobernador, Greg Abbot, ofreció una recompensa de 50 mil dólares, que se elevó hasta 80 mil dólares por cualquier información sobre el paradero de Oropesa tras contribuciones de autoridades locales y el FBI. Pero el mexicano sigue sin ser encontrado. “Les puedo decir que ahora tenemos cero pistas”, dijo James Smith, el agente especial del FBI a cargo del caso, durante una conferencia de prensa, que volvió a pedir información a la población local. La policía recuperó el rifle AR-15 que se cree utilizó Oropesa en el tiroteo. Las autoridades no estaban seguras de si Oropesa llevaba más armas, después de que se encontraran otras en su casa, pero dijo que se le debería considerar armado y peligroso. Es probable que huyera del lugar a pie. En las primeras horas de búsqueda, los investigadores encontraron ropa y un celular mientras revisaban una zona con densos bosques, pero los perros perdieron el rastro, indicó el jefe de policía del condado, Greg Capers. Las víctimas de Francisco Oropesa Las autoridades pudieron identificar a Oropesa por un carnet de identidad emitido por las autoridades mexicanas para ciudadanos que residen fuera del país, así como por imágenes de la cámara en la puerta. La policía también ha entrevistado a la esposa del sospechoso en varias ocasiones, añadió. Capers dijo que esperaba que el dinero de la recompensa motivara a la gente para que ofreciera información e indicó que había planes de colocar carteles informativos en español. García, su esposa y su hijo asesinado y las otras tres víctimas: Diana Velázquez Alvarado de 21 años; Julisa Molina Rivera de 31 y José Jonathan Casarez, de 18 años- eran hondureños. "Tratamos que esta familia tenga un alivio a partir de la conclusión del asunto”, dijo Capers. Cuando se le preguntó sobre el tiempo de respuesta de las autoridades, el jefe de policía dijo que los agentes habían llegado tan rápido como pudieron y que apenas tenía tres personas para cubrir mil 800 kilómetros cuadrados (700 millas cuadradas). Para el domingo se había retirado el precinto policial de la casa de García y algunas personas habían dejado flores. En el vecindario, un agente del FBI, patrulleros del Departamento de Salud Pública de Texas y otros agentes iban puerta a puerta. Un patrullero dio el alto a una camioneta roja y pidió mirar dentro de un remolque que llevaba antes de permitir que el conductor siguiera su viaje. Verónica Pineda, de 34 años y que vive enfrente del sospechoso, dijo que las autoridades habían preguntado si podían registrar su propiedad por si pudiera estar escondido allí. Dijo que le daba miedo que el agresor aún no hubiera sido capturado. “Asusta un poco”, dijo. “Una nunca sabe dónde puede estar”. Pineda dijo que no conocía bien a Oropesa, pero que en ocasiones le veía con su esposa y su hijo montando a caballo en la calle. Dijo que la familia vivía allí desde hacía cinco o seis años y que los vecinos habían llamado a las autoridades antes para quejarse por los disparos. García tampoco conocía bien a Oropesa, aunque sus esposas hablaban en ocasiones. Una vez, dijo, el hombre le ayudó a talar un árbol. Honduras exige todo el peso de la ley El gobierno de Honduras pidió aplicar "todo el peso de la ley" tras este "terrible crimen". "Exigimos se aplique todo el peso de la ley contra el o los responsables", dijo el canciller Enrique Reina al dar sus condolencias a los familiares de las víctimas a través de su cuenta de Twitter. Señaló además que se instruyó al Consulado hondureño "contactar con las autoridades y dar seguimiento cercano al caso". El sheriff Capers señaló que todas las víctimas habían recibido disparos "desde el cuello hacia arriba, casi estilo ejecución, básicamente en la cabeza". Los agentes encontraron a "varias otras personas en estado crítico por múltiples heridas de bala", dijo la oficina del sheriff en una publicación de Facebook. Tres fueron hospitalizados. El sospechoso "había estado bebiendo y dijo: 'Haré lo que quiera en mi patio delantero'", explicó Capers. "Todas las víctimas eran de Honduras", dijo el sheriff, y agregó que 10 personas estaban en la casa en ese momento. https://twitter.com/EnriqueReinaHN/status/1652337321843343360?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1652337321843343360%7Ctwgr%5Ead087c02be182663d8dc20319f6f0e2d8dc0a839%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fd-33413494671471476785.ampproject.net%2F2304132133000%2Fframe.html El tiroteo en Texas parece ser el último de una serie de matanzas ocurridas en situaciones cotidianas: un hombre que golpea la puerta equivocada, una porrista que se sube a un auto que no era el correcto, alguien que conduce por error hasta una entrada que no era la suya, una pelota que rueda hacia el patio de un vecino. Estados Unidos, un país de unos 330 millones de habitantes, tiene unos 400 millones de armas y los tiroteos masivos mortales son habituales. Los esfuerzos por endurecer los controles de armas llevan años paralizados en el Congreso. En lo que va del año, en el país ha habido más de 170 tiroteos masivos, definidos así cuando cuatro o más personas resultan heridas o muertas, según la ONG Gun Violence Archive.