Víctor Rodríguez Méndez Varias generaciones en México lo recuerdan como la sazón de las mamás y de las abuelas, cuando el rito de la comida familiar adquiría una dimensión extra en las ondas hertzianas que inundaban la estancia para recrear sus míticas e increíbles historias. Con sapiencia y fortaleza espiritual, el llamado “Hombre Increíble” salía invicto siempre con singular destreza. Indudablemente, Kalimán, el personaje de historieta y radionovelas, alimentó en muchos mexicanos y mexicanas el poder inestimable de la imaginación. Creado por los mexicanos Modesto Vázquez González y Rafael Cutberto Navarro en 1963, cuando se dio a conocer en la serie radiofónica a través de Radio Cadena Nacional, con las adaptaciones de Víctor Fox, Kalimán representaba el ideal humano dedicado al ejercicio físico y al desarrollo intelectual, lo cual marcaba una distancia con la pléyade de héroes de historietas estadunidenses, dueños de los poderes más asombrosos. A Kalimán su entrenamiento místico en Tíbet le enseñó a luchar sin violencia alguna, todo por imponer la razón y la justicia en cualquier lugar del mundo que lo requiriera, enfrentando a villanos tan infames como despiadados, tal como era la descripción radionovelada: “Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños, ¡implacable con los malvados! Así es… Kaaaliiimánnn”. José Manuel Morales, historiador, asegura que le resulta emotiva y significativa la cortinilla del programa de radio, así como “los superpoderes que poseía: hipnosis, telequinesis, meditación, levitación, que todo lo resumía en la frase que constantemente le decía a Solín: quien domina la mente, lo domina todo”. Para el escritor Raúl Mejía, Kalimán fue una presencia poco menos que entrañable. “Pensar que hoy una radionovela tenga un rating similar es delirante, pero para mis compañeros de viaje generacional significó, quizás, el primer acercamiento a ese trance casi místico que es escuchar historias”. Raúl explica que la radio tiene esa particularidad: fomenta la imaginación de manera diferente a la tele “y quizás sólo se asemeje a los libros”. “Me encantaba cuando usaba sus dardos somníferos o cuando fingía su muerte haciendo el rigor mortis”, apunta. El también escritor Sergio Monreal cuenta que su infancia y pubertad transcurrieron entre héroes de historieta norteamericanos. Kalimán, agrega, “fue para mí una referencia distante, francamente menospreciada; me parecía vulgar que sus páginas interiores aparecieran en sepia y no a todo color”. Reconoce que su “devoción” hacia el singular personaje comenzó hacia los diecisiete o dieciocho años, gracias a las emisiones radiofónicas en Radio Ranchito. “No he sido jamás lector de su historieta, pero persigo con fruición en la web las portadas de sus viejas revistas”. Por su parte, el escritor y gestor cultural Miguel Arrieta Gutiérrez asegura que Kalimán le remonta a su familia, “particularmente a mi hermano mayor, que se la pasaba en el puesto de periódicos de la esquina, cual si fuera su guarida para encontrarse con el héroe de mil batallas”. La trascendencia popular El 17 de noviembre de 1965 se realizó el primer tiraje de la revista con un total de 100 mil ejemplares con la serie Los profanadores de tumbas, que fue la primera en transmitirse por radio, en 1963, en la que conoce al pequeño Solín; se trataba de una publicación impresa en color sepia, que se vendió semanalmente durante 26 años ininterrumpidos a lo largo de mil 351 números consecutivos. Desde entonces, se calcula que este mexican comic con circulación semanal vendió mil millones de ejemplares hasta finales del siglo pasado. “Al cómic tuve poco acceso”, dice José Manuel Morales, “pero me gustaba más escucharlo que leerlo o verlo”. Cree que esta figura popular forma parte de una generación de figuras “exóticas y atípicas para nuestro referente cultural, que encontraron un público ávido de historias diferentes por el origen geográfico o cultural, pero no en las tramas e intrigas en las que desarrollaban su acción”. Sergio Monreal cree que Kalimán forma parte de una vasta especie: el héroe de aventuras modelo siglo XX, creado por la radio, la prensa y el cine, “más allá de la literatura y más acá de la televisión, aun cuando esta última haya podido después sacar de él enormes réditos, sólo que ajustada en este caso a las peculiaridades de la idiosincrasia mexicana”. Para Miguel Arrieta se trata de un personaje surgido durante la Guerra Fría, pero que no tiene sus orígenes en ella. “Se vuelve un símbolo del bien, ahí es donde se adhiere a la cultura mexicana, en su lucha contra el mal, teniendo como arma principal la mente, con la que llega a triunfar y ser un héroe. El poder de la mente representó un arma que era posible desarrollar”. Y agrega: “Sin duda representa un ícono de la cultura mexicana de la transición entre el desarrollismo y las crisis económico-sociales”. En el caso mexicano, señala Sergio Monreal, Kalimán es hermano de El Santo, de Chanoc y del Águila Solitaria. “Con un alcance no muy lejano de El Santo, pobló, nutrió y formó durante décadas el imprescindible imaginario aventurero de varias generaciones. Creo que si El Santo queda un escaloncito arriba es debido a dos razones: a que la patria natural de su leyenda fue la pantalla cinematográfica (las películas de Kalimán resultan prendas secundarias y tardías —por completo prescindibles— de su mito), y a que su soporte fue antes que nada una persona de carne y hueso. A El Santo pudiste ir a verlo a la arena y a llorarlo al panteón, a Kalimán no”. Kalimán, remata Raúl Mejía, forma parte indiscutible de las joyas de la mitología popular mexicana. “No sé si eso perdurará mucho tiempo. Las formas actuales de entretenimiento carecen de algo esencial no para atender programas de radio, sino en la vida: ya no se pone atención. Hoy, si algo no se desarrolla y termina en cuestión de minutos, no se atiende”. Y ya se sabe: quien domina le mente lo domina todo.