Rafael Alfaro Izarraraz “El 8 de diciembre de 2012, en lo que fuera su última aparición pública, el Presidente Chávez diría, en tono suplicante: «Si algo ocurriera (…) que me inhabilitara de alguna manera (…) que obligaría a convocar (…) de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente (…) Yo se los pido desde mi corazón»” (Ver Nellys Arenas. (2016). Nicolás Maduro: ¿populismo sin carisma? Cuadernos del Cendes, núm. 92). Palabras expresadas por Chávez unas cuantas semanas antes de su muerte, lo que plantea que el comandante tenía bastante claro quién debería ser su sucesor y así lo expresó en otros momentos y circunstancias por lo menos desde que tuvo conocimiento de la gravedad de su enfermedad. Sabía de la importancia de la sucesión y no titubeó en ningún momento. Era Maduro y tal vez nadie más el sucesor. Chávez dejó un piso social bastante sólido que podría ser aprovechado por su heredero: la renta petrolera en lugar de ser distribuida entre las élites venezolanas se redirigió hacia el pueblo. Y ante ello no existe reproche alguno creo hacia el líder ahora extinto (ver: Molina, Eduardo. (2018). Venezuela: ¿la derrota simbólica y definitiva del socialismo? “Una mea culpa”. Revista internacional del pensamiento político, vol. 13). Digo lo anterior, haciendo abstracción de la valoración que se pueda hacer del destino del proyecto “Socialismo del Siglo XXI”. Pero el tema de quien le sucedería en el mando tuvo implicaciones más allá de contar con un capital social bien ganado: evitar que el proyecto revolucionario terminara en manos de la derecha venezolana debido a su muerte, y para ello necesitaba un sucesor con principios firmes y, además, confiable, para él, más allá de las caricaturas que se han hecho de Maduro frente a Chávez, como un hombre que era un simple receptor mudo ante las palabras del entonces mandatario. El punto es que el proyecto revolucionario pacífico se jugaba en una coyuntura electoral del que la derecha venezolana, con el apoyo de EU, generaría un ambiente de desestabilización y dar un golpe de Estado. La muerte de Chávez fue impactante entre el pueblo venezolano y la derecha sabía que era el momento de actuar debido al desconcierto que generaría en torno a quién podría ser el heredero de Chávez. La derecha por supuesto se montó en la propaganda de que nadie iba poder sustituir a Chávez “carismático”. Cualidad que antes deploraban. Maduro venía de la Liga Socialista (LS) de Venezuela, una pequeña organización política con presencia entre los estudiantes de aquel país. Esta agrupación surge en 1971 de una ruptura que se da en el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) que a su vez tiene su origen en una escisión al interior de Acción Democrática (AD), organización política fundamental del periodo llamado de Punto Fijo, un pacto entre AD y la COPEI para administrar la renta petrolera de Venezuela y mantener el control sobre la población (ver: González Fuentes, S. (2008). La izquierda en Venezuela: evolución y situación actual. Quorum, revista de pensamiento iberoamericano, núm. 22, pp. 61-71). Maduro viene de una tradición izquierdista, aunque de entrada, tenía originalmente la desventaja de que era un civil y no un militar. Lo que en cierta medida lo colocaba en desventaja con respecto a un proyecto que tuvo su origen en los cuarteles del ejército venezolano. Claro que igualmente se trató de un personaje que visto el hecho de que está a punto de igualar los años que gobernó Chávez, algo tiene sin duda para salir avante de una de las crisis políticas más graves que vivió el chavismo luego de la muerte física de Hugo Chávez. Con una importante cercanía con los Castro, de Cuba, como Canciller fue impulsor de acuerdos con naciones latinoamericanas promoviendo el surgimiento de la CEPAL, en 2011; la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), la participación en el Mercosur, entre otros acuerdos. Aunque después de la muerte de Chávez el empuje original se ha debilitado, todavía se tienen acuerdos con naciones caribeñas y latinoamericanas cuyas relaciones se están recuperando pero que se mantienen a través de actividades deportivas y culturales. Después de la muerte de Chávez, Venezuela ha vivido una amarga experiencia que ha implicado el bloqueo económico de parte de Estados Unidos y el apoyo de este país a las fuerzas que representan a la derecha venezolana. El bloque se ha combinado con otros fenómenos económicos adversos como la caída de los precios del petróleo. No ha sido fácil para el nuevo gobierno que enfrenta directamente al de EU, de Trump y ahora Biden. Sin embargo, en las elecciones de 2013 Henrique Capriles, el candidato de la derecha no pudo vencer a Maduro. Estas elecciones marcan un punto de inflexión en el que EU de manera abierta apoya a la derecha venezolana, aunque sin éxito. Ccontinuará…