La leyenda de Eréndira en la Conquista de Michoacán; cuando mujeres hicieron huir a los españoles

Este relato se encuentra en “La Relación de Michoacán”, y cuenta como las mujeres armadas con palos y piedras fueron capaces de hacer huir a los españoles del palacio del Irecha y evitar que se llevaran su tesoro

Dante Martínez / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán.- Sin lugar a duda, Michoacán es un estado con una gran riqueza histórica, siendo sede de importantes episodios que dan forma a la historia nacional. El historrelato del día de hoy, recuerda precisamente uno de los episodios más interesantes, aunque poco conocidos de la conquista de Michoacán, teniendo como protagonistas a las mujeres cortesanas de la ciudad de Tzintzuntzan, y a los conquistadores españoles que acompañaban a Cristóbal de Olid en su expedición de 1522.

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La conquista de Michoacán ha sido un tema ampliamente estudiado, y a pesar de ello, existen lagunas históricas que abren discusiones muy pertinentes, aunque no consiguen generar consensos sobre el cómo fue que el vasto imperio purépecha terminó siendo anexado a la corona española. A pesar de lo complejo que resulta entender este hecho histórico, se cuenta con importante información relativa a los primeros contactos que hubo entre españoles y el pueblo purépecha, siendo la expedición más importante enviada por Hernán Cortés (un año después de la caída de México Tenochtitlán) comandada por el capitán Cristóbal de Olid, que contaba con un ejército de 200 españoles y varios miles de guerreros indígenas entre Tlaxcaltecas, Mexicas y Otomíes.

El texto “La Relación de Michoacán” cuenta que Cristóbal de Olid llegó a Taximaroa (hoy Ciudad Hidalgo) en donde estuvo algún tiempo ocupando dicha ciudad fortificada, a la espera de que el Irecha Tzintzicha Tangaxóan le otorgara el permiso para llegar hasta la ciudad de Tzintzuntzan. El relato mismo cuenta que a pesar de que Tzinticha Tangaxóan permitió el paso libre de Olid hasta la gran capital de los Tarascos, éste no lo recibió en persona, y se fue a refugiar al lago en donde planeaba ahogarse, por consejo de un cacique de nombre Timas; sin embargo, Tangaxóan fue convencido por Cuinierangari de que los españoles no venían a hacer la guerra y que era seguro recibirlos. Así que Olid habría sido atendido por Don Pedro Cuinierangari quien tenía el cargo de gobernador o “angatecuri”, y por su hermano Tashauco, también conocido como “Huizizilzi”, quien era el capitán general de guerra.

La gran plataforma de Tzintzuntzan, con sus cinco yácatas. Foto: Dante B. Martínez

A pesar de que Olid llegó a la ciudad de Tzintzuntzan con una oferta de paz, durante su estadía se registraron roces y conflictos que fácilmente pudieron haber desencadenado una batalla; la razón era simple: Tzintzicha Tangaxóan no se encontraba protegiendo Tzintzuntzan y Olid tenía hasta cierto punto, algunas libertades. Entre las polémicas decisiones que tomó Olid, está la de mandar destruir las piedras sacrificiales que se encontraban en las cinco yácatas, a manera de demostrar que las deidades purépechas no eran reales, y que existía solamente un Dios, el de los conquistadores.

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Por otro lado, los españoles que acompañaban a Olid fueron hospedados en el palacio de Tzintzicha, lo cual muestra las grandes dimensiones del lugar, en el que vivieron los españoles con todo y sus caballos. Es ahí en donde varios de ellos comenzaron a aprovechar la ausencia de la más alta autoridad política del lugar para robar objetos de valor, especialmente manufacturados en metales preciosos como oro y plata. Es por esto que, las mujeres del palacio al ver cómo los españoles robaban las pertenencias del Irecha y que los guardias no hacían nada por protegerlas, se armaron de valor, confrontándoles.

Este relato se encuentra en “La Relación de Michoacán”, y cuenta como las mujeres armadas con palos y piedras fueron capaces de hacer huir a los españoles del palacio del Irecha y evitar que se llevaran su tesoro; además también reclamaron a sus guerreros la falta de valor para defender lo que les pertenecía.

Dicho relato, varios siglos después, fue parte de las historias que inspiraron a Eduardo Ruiz para escribir la leyenda de Eréndira Ikikunari, la valiente princesa purépecha quien se sublevó ante los españoles. Aunque hay que recalcar que se trata de un personaje novelado, pero que refiere al hecho histórico de las valerosas mujeres que confrontaron a los soldados españoles de Cristóbal de Olid, y defendieron la integridad del palacio del gobernante.

Dante Martínez Vázquez, licenciado en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Colaborador de los proyectos PAPAPCSUM y REPIMTAR del centro INAH, Michoacán. Actualmente cursa la maestría en Historia en la facultad de Historia, de la UMSNH.

Email: Dante_dalton@outlook.com Academia.edu / Dante Martínez Vázquez