Arturo Molina / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Durante las últimas décadas, la Calzada de Fray Antonio de San Miguel, también conocida también como la “calzada de San Diego” porque lleva hacia el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, se ha convertido en uno de los estudios fotográficos al aire libre más solicitados en Morelia. Diariamente, quinceañeras, parejas de novios, recién graduados, familias, turistas y visitantes posan ante los fotógrafos profesionales para inmortalizar un segundo de sus vidas en uno de los escenarios más representativos. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. Su ubicación en relación a la luz natural del sol, la estructura arquitectónica del andador labrado en cantera y los frondosos fresnos que enmarcan la calzada le han dotado de un ambiente único. Incluso en los últimos años, también ha sido escenario de exposiciones artísticas, como esculturas, pinturas, fotografías, danza, música y todo tipo de arte. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. “Es un pulmón en la jungla de concreto y cantera”. Los árboles, con más de 70 años de antigüedad, cumplen una función única al generar un espacio fresco en medio de las olas de calor que azotan cada vez más a la ciudad de Morelia. La función original de la calzada fue pensada para conectar la capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe en el Templo de San Diego (Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe), construido en el año 1730, y que representó un importante auge del fenómeno guadalupano en el siglo XVIII. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. La planificación y trazado urbano de Morelia estuvo directamente relacionada con la construcción de las iglesias, y en este caso, la monumental calzada fue pensada para acercar a la población de la entonces Valladolid al nuevo recinto religioso donde se colocaron imágenes alusivas a la Virgen del Tepeyac. Las fuentes oficiales datan la construcción de la calzada en el año 1732, ordenada por el Obispo Don Juan José Escalona y Catayalud, con el firme propósito de conectar los dos puntos geográficos de la creciente ciudad novohispana. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. El culto a la guadalupana tomó un importante impulso en el siglo XVIII, lo que atrajo a miles de fieles católicos guadalupanos a la pequeña capilla que fue creciendo con el paso de los años. La necesidad de movilidad también impulsó el crecimiento de la antigua Valladolid hacia la zona oriente, que hoy es Morelia. A finales del siglo, ante la creciente afluencia de peregrinos de toda la región, la calzada fue restaurada y se colocaron las largas bancas de cantera que delimitan la calzada y que hoy en día son uno de los lugares más visitados por los morelianos. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. En esta última remodelación, fray Antonio de San Miguel costeó desde el obispado los insumos de construcción y la mano de obra para hacer realidad el ambicioso proyecto que se conserva hasta nuestros días. Gracias a las acciones de construcción del entonces obispo de Valladolid de Michoacán, la calzada lleva su nombre, aunque sea desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Desde entonces, la calzada se mantiene como un punto de reunión, de plática y de lectura para los cientos de jóvenes que estudian en las universidades, preparatorias y recintos académicos que rodean a la zona oriente del primer cuadro de la capital del estado. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán.Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán.Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. A lo largo de la Calzada Fray Antonio de San Miguel se pueden admirar las antiguas casonas del Siglo XVIII y XIX, también labradas en la típica cantera rosa, mismas que actualmente fungen cómo viviendas, escuelas, restaurantes, bares y todo tipo de negocios ante la latente llegada de turistas y visitantes. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán.