Jaime Vázquez El Festival Internacional de Cine de Morelia en su vigésimo aniversario celebró a Damián Alcázar (Jiquilpan, 1953): una butaca llevará su nombre, que se suma a los de creadores reconocidos con este valioso y simbólico homenaje. El actor (galardonado en muestras y festivales) asistió al festival ese año con la película Poderosa Victoria, dirigida por Raúl Ramón. En 2023 Damián Alcázar vuelve a la carga en ¡Que viva México!, la más reciente producción de Luis Estrada, estrenada con polémicas en cines y en Netflix. Criticada fuertemente, vapuleada y elogiada, sin apoyos gubernamentales, blanco de ataques, la cinta ha estado en la mira por su realización y contenido de sátira política, en un tiempo de polarización. Charles Chaplin, que en 1940 dirigió un film político, El gran dictador, decía: “Yo no soy un político ni tengo convicciones políticas. Soy un individuo y un creyente en la libertad. Esa es toda la política que tengo”. No encendió veladoras a mandatarios. Según estudios, en los cuarenta y cincuenta se rodó la mayor cantidad de películas políticas o propagandísticas, voces durante la Segunda Guerra Mundial. Le seguiría en cantidad las de denuncia sobre la guerra de Vietnam o los vistazos a los movimientos sociales de finales de los sesenta. Cine político, de acusación, lucha, batalla, panfleto, zalamería, drama o sainete. Y la sátira política, nada más reconfortante que mostrar al rey desnudo ante sus fieles. “A fin de cuentas, todo puede ser un chiste”, sentenciaba Chaplin. Hagamos un breve y parcial recuento de la presencia de Alcázar en el cine. De la mano de Luis Estrada protagonizó con éxito una saga conocida: La ley de Herodes, El infierno, La dictadura perfecta y ¡Que viva México! Cintas corales, crónicas de las desventuras y traumas del país, aderezadas con idiosincrasia y farsa. Lo recordamos en El centro del laberinto (Manuel López Monroy, 1985); campesino salvadoreño en Romero (John Diugan, 1989); maleante homosexual en La ciudad al desnudo (Gabriel Retes, 1989); reportero alicaído en La leyenda de una Máscara (José Buil, 1990); parte de los aventureros que Bandidos (Luis Estrada, 1991) enmarca en la revolución mexicana; es Marcelino en Lolo (1992), ópera prima de Francisco Athié; preso en Ámbar (1994), de Luis Estrada; en Dos crímenes (Roberto Sneider, 1994) es Marcos, pareja de “La Chamuca” (Leticia Huijara) y víctima libidinosa de Lucero (Dolores Heredia) versión de la novela de Jorge Ibargüengoitia; en un viaje en lo profundo de la memoria y la culpa, protagoniza Bajo California: el límite del tiempo (Carlos Bolado, 1998); taxista en Crónica de un desayuno (Benjamín Cann, 2000); detective encargado de desentrañar el caso que encierra La habitación azul (Walter Doehner, 2002), sobre la novela de Georges Simenon; con la sotana del padre Natalio en El crimen del padre Amaro (Carlos Carrera, 2002); de nuevo con Luis Estrada en Un mundo maravilloso (2006); dirigido por Felipe Cazals es Chicogrande (2010); se transforma en Lucio Blanco para El ciudadano Buelna (Felipe Cazals, 2013); encarna al mítico Filiberto García en la versión de Sebastián del Amo para El complot mongol (2018), novela de Rafael Bernal; Carlos Saura lo integra el reparto de El rey de todo el mundo (2021), universo sobre México y España. Costa-Gavras (llevó la política al cine) afirmó: “Esencialmente, los cineastas deben ser libres y no dirigidos por el poder o los políticos". Es la libertad para elegir las ideas o los dogmatismos de las ideologías, porque el cine no puede (¿no debe?) dar soluciones, sino plantear preguntas. Marlon Brando decía que actuar era como “una larga subida por la colina de los locos”. Damián Alcázar, gran actor, ha subido la colina por más de 40 años. Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz. @vazquezgjaime