Rafael Alfaro Izarraraz “Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo” Donald Trump Mientras Capriles (ver entrega XXXII) apostaba por la erosión política y paulatina que traería la baja del petróleo y la crisis económica que siguió al primer gobierno de Maduro, el opositor Leopoldo López (del partido Voluntad Popular, previamente aliado de Capriles en el partido Primero Justicia) apostó por no esperar que la lógica de la crisis se trasladara al plano electoral y, por ese camino, lograr la conquista del poder. El líder opositor tomó el camino de la acción, es decir, que la crisis se convirtiera en una coyuntura política que terminara de manera definitiva con el gobierno de Maduro (Ver Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques. Nota Informativa: 23/09/2015). López junto a Capriles y Juan Guaidó (aunque todavía no con la relevancia que tomó como presidente de la Asamblea Nacional y “encargado” de la presidencia venezolana, en 2019) participaron en el intento de golpe de Estado en 2002 contra Hugo Chávez. Conquistar el poder por la vía de golpe de Estado vía marchas en las calles no fue novedoso. Lo habían intentado entre 2002 y 2004 llamando a paros nacionales, marchas que se convirtieron en golpes de Estado o paros patronales que incluyeron a la petrolera venezolana PDVSA. En aquel tiempo se encontraron con una Chávez con un amplio apoyo social. Lo que distingue a los esfuerzos de la oposición de aquellos años y los de 10 años después es que el gobierno de Maduro, después de la muerte de Chávez, se “sacó la rifa del tigre”. La oposición después de haber sido derrotada en 2013 y que, aunque no cambió de idea golpista acerca del poder, creyeron que crisis más movilizaciones era igual a caída de Maduro (ver a Agustín Lewit y Gisela Brito (Celag): Informe Radiografía de la MUD: análisis sobre la oposición venezolana). Pero menospreciaron a Maduro al que como ya lo hemos expuesto lo trataron clasistamente como un líder sin carisma, inexperto y sindicalista “conductor” de autobuses sin preparación académica. El punto es que en el campo social dos más dos no son cuatro. Y aquí es muy importante el contexto sociopolítico para valorar el tema que tanto a cacaeaqueado la oposición venezolana sobre los derechos humanos y su violación por parte del gobierno, asunto del que se ha hecho eco la misma comisión de los Derechos Humanos de la ONU, pero sin marco de referencia. Es decir, estamos hablando de que la oposición creyó que tenía ganada la partida al gobierno venezolano legítimamente electo en 2013 debido al impacto que tendría la baja de los precios del petróleo y el efecto que ya se había notado en los comicios de 2013. Ante la creencia de un triunfo inmediato a la oposición venezolana no importaron los sacrificios humanos. La prensa estadounidense y europea, cuyos gobiernos se vieron afectados por el régimen bolivariano, destacó en sus notas las movilizaciones de la oposición que surgieron en 2013 y continuaron en 2014 y cuya violencia inusitada no se había visto en el país a pesar de los intentos de golpe del pasado que ya hemos referido. La razón es que había un factor que ya hemos señalado: creyeron que el momento había llegado: que a la crisis económica si se le añadía una dosis de violencia contra un gobierno débil, eso animaría al pueblo y el gobierno de Maduro estaba más que liquidado. Bajo esa lógica planearon la toma del poder y como consecuencia la caída de Maduro. La confrontación subió de tono debido a la intención opositora de apostar todo a la insurrección. Dos elemento que no se han mencionado en este trabajo sobre la revolución bolivariana, es, por un lado, el factor Colombia, que ahora subrayamos pues se trata de una nación que históricamente tiene un mismo origen con Venezuela (liberadas por Bolivar del imperio español ante cuyo hecho conformaron una misma nación), pero que, hasta antes de la llegada de Gustavo Petro al poder, se trató de una nación entregada a los intereses de la oligarquía local y al mismo tiempo a los intereses de EU quien posee bases militares en su territorio. El otro es la violencia que como en México y en otras partes del mundo, incluida por supuesto Latinoamérica, ha jugado y desempeña un rol central para debilitar el tejido social y, de ser necesario, es utilizado en la lógica de desestabilizar gobiernos que desafían el poder estadounidense en la región. En Venezuela, se puede apreciar con mayor nitidez los objetivos. Uno de los argumentos de la oposición venezolana para iniciar la insurrección fue apoyarse en el argumento de su presencia en Venezuela. En ese mismo sentido, firma la oposición acuerdos con el presidente colombiano para respaldar las acciones que se desarrollarían durante el primer semestre, principalmente, de 2014 contra el presidente Maduro. Firman con un presidente de un país que había sido invadido por EU para supuestamente erradicar la violencia de los carteles de la droga. Dice el texto del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) con respecto a Leopoldo López que: “En 2014 fue condenado por la Justicia a casi 14 años de prisión, acusado de ser uno de los instigadores principales de los hechos violentos de febrero de 2014 conocidos como “guarimbas”, que dejaron como saldo 43 personas asesinadas. Al mismo tiempo, López fue uno de los firmantes, junto con María Corina Machado y Antonio Ledezma, del plan insurreccional conocido como “La Salida”. A partir de un encuentro en Bogotá en 2011, Leopoldo López estrechó vínculos con el expresidente colombiano Álvaro Uribe.” (págs. 2-3). (Continuará)