PROYECTO SECRETO |El cambio climático y mental

El hombre no es capaz de alterar la naturaleza de su persona y de los seres. Hay un límite que no puede transgredir sino asumir y llevarlo a su plenitud de perfección y de realizaciones. Así conseguirá la plenitud de éxito y felicidad, realizará su destino eterno.

MATEO CALVILLO PAZ

La creación ha perdido el orden en la ecología y el ser humano la razón para dejarse guiar por la verdad y el bien.

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Hemos convertido el mundo y la vida en un caos total y mortal: queremos cambiar la naturaleza del hombre y la mujer (orgullo LGBT) y alterar el orden eterno y natural del hombre a quien Dios le confió la creación como administrador. Los seres “trans” están lejos de ser personas diferentes, totalmente transformadas y en su plenitud. Las tendencias diferentes no llevan a una superación del ser, no se logra ser una persona de sexo diferente totalmente, en todas sus expresiones.

La guerra en Ucrania es un pecado de los hombres, de prepotencia y abuso, ahora por el mal entendimiento del grupo Wagner, con sus mercenarios, hay fracturas muy graves que pueden dar otro sesgo a la guerra y tal vez un desenlace más rápido.

Y en la pobre África traen un sufrimiento indecible a la gente y contribuyen al calentamiento global. Es muy triste, son tantos los jaloneos y las disputas por el poder. Parece que estamos en siglos de retraso, en las épocas más tristes de barbarie, con hambruna y con sangre y pasiones bajas y desencadenadas.

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Resistimos, al límite de nuestras fuerzas, el calor atípico que nos tortura. Nos ocultan, por cálculos políticos, la gravedad de la situación. Se dice que en los valles más tórridos como Mexicali y Apatzingán o en otros puntos se alcanzan los 60° de calor.

Nos quejamos del calor, pero no vemos nuestro descuido, y cooperación al deterioro ecológico. Devastamos la madre tierra de tantas maneras.

Es increíble la capacidad que tienen muchos de destruir, al menos por indiferencia, irresponsabilidad, y apatía para proteger la casa grande.

Se siente una degradación de la persona humana que no ha tenido la oportunidad de cultivarse por falta de oportunidades y de recursos como homo sapiens, de aprender a vivir con sabiduría y con libertad.

No han tenido la oportunidad de adquirir una educación en el cuidado de su persona, de sus mascotas que llenan de excremento las banquetas y de sus cosas, para aprender mejores formas de vivir respetando a su persona, cultivándola y dándole expresiones de altura y elegancia.

Por la falta de una escuela que, en el mejor de los casos, solamente ha transmitido conocimientos y no ha formado virtudes, vemos conductas un poco brutales, irresponsables. La falta de buenas costumbres se nota en las calles llenas de mugre y de basura, pintarrajeadas por las feministas, destruidas a medias Aparece nuestra condición de un pueblo tercermundista y atrasado en muchos renglones.

Somos una sociedad del progreso tecnológico y material y no profundamente humano y espiritual. Se da la oportunidad más bien de ser un pueblo rico en los bienes materiales que descuida las virtudes y un mundo de buen trato a los demás, de respeto y de una convivencia atenta y de altura.

La luz de lo alto

El hombre no es Dios, es una criatura que está obligada a respetar en su ser y en el universo el orden, como las leyes que el Creador puso en lo más íntimo de su persona y en todos los seres del universo.

El hombre no es capaz de alterar la naturaleza de su persona y de los seres. Hay un límite que no puede transgredir sino asumir y llevarlo a su plenitud de perfección y de realizaciones. Así conseguirá la plenitud de éxito y felicidad, realizará su destino eterno.

Nuestro pueblo mexicano, por su herencia europea e indígena, americana es poseedor de profunda riqueza cultural y muchos valores para cuidar la tierra y a los semejantes.

Pero queremos vivir como inquilinos de la tierra, pragmáticas y sin principios, egoístas, como máquinas autómatas, sin conciencia, como robots que no escuchan ni entienden, inflexibles, impasibles ante la destrucción, insensibles y crueles.

Hay seres humanos nobles, sabios que se preocupan seriamente por la naturaleza y el cambio climático. Nos duele, nos calcinan el alma desastres como los incendios en nuestros montes y la quemazón inmensa en los bosques preciosos de Canadá.

Hay personas que han desviado el interés de las finanzas y el dinero para atender al cambio climático, como sucede en la cumbre de París.

No somos dueños y explotadores voraces de la creación. Somos administradores que Dios puso. No somos personas sabias, responsables que llevan a la naturaleza creada a su perfeccionamiento y mayor belleza y amabilidad. No somos capaces de construir un mundo más humano y sabio.

En tanta gente hay una total despreocupación de los males del planeta y descuido que los lleva a devastar, desgarrar los montes y los campos, cambiar el uso de suelo y adueñarse del agua, a contaminar los ríos y el mar, heridas y sarna que impiden que las nubes se formen, en nuestros cielos áridos de desierto.

La destrucción del planeta es muy grave, estamos pasando umbrales y la situación se hace irreversible, ya no volveremos al esplendor de la naturaleza cuando el hombre no metía la mano.

Con todo, no podemos olvidar la grandeza del ser humano, obra cumbre de la creación ni el esplendor del universo, su belleza y su grandeza para brindar una casa grande segura y grata para albergar la vida humana.

No podemos degradarnos al nivel de las máquinas sin vida espiritual o de los bárbaros brutales, instintivos capaces de devastar, depredar y de llevar a la corrupción y descomposición social,

Para acabar con la corrupción, el cambio climático, el calor insoportable y el caos y la sangre derramada y la miseria humana y material debemos recuperar nuestra dignidad humana y luchar en toda forma por una vida mejor en un mundo más agradable.