Rosana Flores Wence Hace algunos días caminaba por las calles de Morelia debajo de este calor agobiante que venimos padeciendo desde hace varias semanas. Apresurada por llegar a mi destino, noté a un grupo de personas amontonadas debajo de una preciosa y aislada jacaranda. Aquella escena me hizo pensar en lo mucho que necesitamos de los árboles y lo poco que nos preocupa como sociedad plantarlos y cuidarlos. Desde décadas atrás la humanidad ha experimentado el aumento de las consecuencias del cambio climático, no obstante, como sociedad no parece que estemos llevando a cabo acciones distintas. En el caso concreto de nuestra ciudad, vemos que con los años la temperatura ha ido en aumento, esto en parte producto de una mala planificación urbana, cuyo principal interés ha sido el automóvil. A donde volteemos podemos encontrar grandes extensiones desérticas de concreto que aumentan considerablemente la sensación calórica. En contraste, cada vez se ven menos árboles y espacios verdes. Desde una visión ecofeminista y de izquierda, considero que el cambio climático y el calentamiento global no se puede combatir únicamente usando menos bolsas de plástico en el supermercado o negándote a usar popote en los restaurantes. El calentamiento global es un asunto urgente que se relaciona con las emisiones de carbono de las grandes industrias, sobre todo producidas en los países desarrollados. No obstante, consdiero que existen algunas acciones individuales y colectivas que pueden ayudar a socavar el calor para los que habitamos las ciudades. En este caso, el arbolado urbano ha tenido históricamente un papel importante en el espacio público, pues dentro de la ciudad los árboles cumplen servicios tanto sociales como ambientales. De esta manera las intenciones de esta breve reflexión serán enumerar la importancia de los valores ambientales que el arbolado urbano aporta a la sociedad. La naturaleza juega un papel importante en la relación con el hombre, no solo entendido desde una perspectiva económica sino también física y social. Las construcciones ya no contienen el espacio y las tendencias naturalistas, las edificaciones se elevan desde plazas abiertas que a menudo son sombrías en los climas fríos o quedan aplastadas por el sol en los climas cálidos. Guiados por intereses económicos, los encargados de las obras públicas han creado un paisaje de manzanas de aparcamientos, calles inundadas por el tráfico, enlaces de autopistas o pasos desnivel y terrenos vacíos. Todos sin ninguna área verde. Desde este punto de vista considero que es urgente la lucha del ciudadano por rescatar el espacio público para recuperar lo verde y lo natural. Entonces, ¿por qué debemos cuidar de nuestros árboles urbanos? En primer lugar, los árboles nos dan sombra, nos protegen de la lluvia y del viento, añaden belleza a nuestro entorno, naturalizan las duras líneas urbanísticas, y aportan a la biodiversidad. En cuanto a los beneficios ambientales, la vegetación urbana reduce la temperatura y los efectos microclimáticos. Al mismo tiempo, ayuda directamente a regular la temperatura de la ciudad, pues estudios demuestran que en las zonas verdes o de arbolado urbano la temperatura reduce en promedio 5°C. Así mismo, los árboles disminuyen los contaminantes gaseosos del aire por medio de la captación de éstos por los estomas de las hojas. Estos datos nos indican la gran importancia y ventajas potencias que los bosques urbanos presentan para la captación del CO2 A todo esto, hay que añadir que la vegetación ayuda a mitigar el efecto de las islas de calor. Las superficies duras y acristaladas de las edificaciones reflejan la radiación solar, devolviéndola a la atmósfera en forma de energía. La vegetación absorbe esta energía y usa el 80% de ella para su subsistencia y para la creación de biomasa. Solo el 20% de la energía solar es reflejada de la vegetación y es devuelta a la atmósfera. Existen más beneficios, por ejemplo, el arbolado urbano reduce la contaminación acústica de manera significativa. Las hojas y ramas reducen el sonido transmitido y dispersan mientras que el suelo lo absorbe. Los árboles altos y densos, combinados con superficies suaves del suelo pueden reducir sonidos entre un 50% o más. En cuanto a los beneficios sociales, recientes evidencias sugieren que la involucración directa en los procesos de naturalización de una determinada zona puede reducir la percepción de las personas de estar separadas con el medio natural. La restauración ofrece numerosos beneficios. En primer lugar, el involucramiento de la comunidad con la naturaleza puede inducir a estrechar los intereses comunes creándose vínculos sociales entre los residentes. Se ha probado que una comunidad envuelta en proyectos de reforestación urbana tiene un fuerte y positivo impacto en el barrio. Así mismo permite que se desarrollen fuertes conexiones sociales tienen menores niveles de mortalidad, tasas de suicidio, menores víctimas del crimen y mejor salud física y psicológica. Finalmente, también existen evidencias de que la naturalización urbana y los jardines en la comunidad aumentan la percepción de seguridad y disminuye los crímenes y la violencia. Cuando se crean espacios públicos los habitantes ponen “los ojos en la calle”, lo que en consecuencia hace que la presencia de las personas controle indirectamente el crimen y ayuden el aumento de la seguridad. Entonces, la próxima vez que nos encontremos padeciendo este terrible calor optemos mejor por pensar en cómo y dónde plantar un árbol. Es necesario como sociedad que dejemos de celebrar la creación de más estacionamientos o pasos desnivel que en nada nos beneficia a la mayoría de los que habitamos la ciudad. colecciudad@gmail.com