Jorge A. Amaral Hace una semana, ante un Estadio Morelos abarrotado, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla presentó el Plan Morelos, compuesto por una serie de propuestas más de campaña que de gobierno con las que se pretende, dicen, reformar la Constitución en beneficio de los michoacanos. Eso, estimado lector, está padrísimo, súper dúper, de aquellotas. Es una idea fuera de serie que marca un antes y un después en la gobernanza estatal, que lleva a Michoacán por la autopista del desarrollo para, por qué no, colocar a la entidad en el concierto de las naciones como un estado vanguardista. No, ya en serio, veamos un poco de esto. El Plan Morelos es una carta de buenas intenciones, un plan que en la cabeza de los ideólogos de la Cuarta Transformación es más poderoso que la bomba atómica, pero si usted no ha vivido en una cueva ni nació ayer, verá que en realidad no contiene nada nuevo ni mucho menos innovador, al menos hasta donde he podido ver en la página de internet del gobierno del estado, donde se supone que debería estar bien detallado para uno saber de qué va. Primero, en el tema educativo, según la página, se pretende dotar a la Universidad Michoacana de autonomía con carácter constitucional, así como destinarle un presupuesto justo y acorde con la matrícula. Bueno, ya desde 2018, el entonces diputado local Alfredo Ramírez Bedolla impulsó un acuerdo en el que exhortaba a la Presidencia de la República, al Congreso de la Unión, a la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que, en ejercicio de sus atribuciones constitucionales, se elevara a la categoría de Universidad Nacional a la máxima casa de estudios del estado. ¿Para eso se necesitó un magno evento? ¿No tienen hoy mayoría en el Congreso y la rectora no es lo suficientemente cercana al gobernador como para lograrlo? Otro punto en el ámbito educativo es dar obligatoriedad a la educación, desde jardín de niños hasta bachillerato. ¿No se supone que esa es justo la meta de todo gobierno, que ningún niño ni joven se quede fuera de la escuela?, ¿acaso las becas no son para evitar la deserción escolar? Por último, el Plan Morelos propone crear una escuela de artes y oficios para que acudan los chavos beneficiarios de Jóvenes Construyendo el Futuro. Bueno, yo nomás digo, por ahí anda un subsistema llamado Icatmi, en algunos municipios trabajan las Misiones Culturales y subsistemas de bachillerato capacitan a los jóvenes para el empleo y el autoempleo. Es cuestión de que se firmen los convenios necesarios y listo. En el rubro “Programas de gobierno”, el plan propone que se genere una agenda común en pro de los derechos humanos, civiles y políticos, así como los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales en aras del bienestar y el desarrollo. Eso como que me suena conocido, como que, creo, ya es obligación de las autoridades, al grado de que hay comisiones de Derechos Humanos en los estados y hasta una nacional. También se pretende, dice el gobierno, dar carácter constitucional a los programas sociales, pero pues eso ya es atribución gubernamental, desde el momento en que se decreta la creación de una dependencia dedicada a operar programas sociales, los cuales cuentan con reglas de operación publicadas en el Periódico Oficial en el caso del orden estatal y en el Diario Oficial en lo federal. Otro punto, que se ha vuelto bandera de este gobierno, es que se consolide el reconocimiento del derecho que los pueblos indígenas han ganado para ejercer su autonomía presupuestal. Habría que valorar si las comunidades que ya ejercen su presupuesto de forma directa han salido del atraso. En materia ambiental, el Plan Morelos propone que Sembrando Vida sea política de estado (al ser un programa federal, ¿no es ya una política de Estado o es opcional?), pero también que se amplíen las áreas naturales protegidas y establecer estrategias de remediación ambiental. Eso está de lujo, pero hay dependencias con esa encomienda y creo que hasta recursos del presupuesto se destinan a ello. Aquí la pregunta es si se le pondrá un alto a la voracidad aguacatera o seguirán siendo los grandes consentidos del gobierno. Un punto que sí me parece novedoso y necesario es el referente a las políticas con perspectiva de género, en el sentido de que urge que se saquen de la congeladora legislativa las discusiones sobre la despenalización del aborto y garantizar este derecho a quien lo requiera, en el sentido de que ellas puedan decidir libremente sobre sus cuerpos. Eso se antoja difícil, mas no imposible. Pero, además, y muy importante, es dar reconocimiento legal a quienes tienen bajo su cuidado a personas vulnerables y que el trabajo en el hogar sea visto con la importancia que tiene. Pero, aun así, ¿era necesario llenar el estadio para anunciar, no que se hará, sino que se buscará hacer? Finalmente, dos puntos que son meramente políticos y en consonancia con lo mercado en la agenda de Andrés Manuel López Obrador: duro y directo contra el Poder Judicial y el árbitro electoral. Por un lado, se dice que se buscará crear jurados ciudadanos y que los jueces sean electos mediante el voto de la ciudadanía, así como proponer reformas que ayuden a erradicar la impunidad. A ver, en primera, sí, hay huecos legales que muchas veces los delincuentes aprovechan para quedar impunes, como el procedimiento abreviado al que tienen derecho los acusados de feminicidio y que ha permitido que feminicidas libren condenas de 40 años a cambio de pagar una buena suma y pasar sólo 15 años en la cárcel. Pero para eso no es preciso llenar un estadio, basta con que el Poder Ejecutivo, en pleno uso de sus facultades, envíe el Poder Legislativo un paquete de reformas para que los diputados lo analicen y lo voten. Pero en el tema populista, ¿quién va a integrar los jurados ciudadanos?, ¿están conscientes de los riesgos? Además, si se hace lo que AMLO dice, de que usted y yo votemos por un aspirante a juez, carajo, duele admitirlo, pero a veces la ciudadanía no sabe elegir bien ni a un presidente municipal, ¿se someterá al voto directo la impartición de justicia? Por último, la cantaleta de siempre, de que los órganos electorales salen muy caros y que se debe acabar con el dispendio y el derroche de recursos públicos para con ello recuperar la confianza ciudadana. En eso tienen razón, ¿qué es eso de que un secretario de Gobierno estatal tenga la ciudad llena de espectaculares con leyendas como “¡sí pues!” o “soy michoacano hasta el tope” o algo por el estilo? ¿Cómo así que un secretario de Finanzas ya esté tapizando paredes con carteles en los que aparece su cara? ¿Cómo es eso de llenar un estadio nada más para anunciar cosas que se supone ya deberían estar haciendo? Porque para anunciar lo anterior no era necesario poner cuota de asistencia a presidentes municipales, funcionarios estatales, empleados del gobierno, jóvenes becarios y sindicatos. Algo así de parco se hubiera podido dar a conocer al día siguiente, en la rueda de prensa que el gobernador ofrece cada semana en Casa Michoacán. Pero bueno, había que lucirse y que en la Ciudad de México, en Palacio Nacional, dijeran “¡ay, cabrón! ¿Ya viste a Alfredo, cómo los trae marcando el paso?”, con todo y que lo anunciado que se propondrá hacer, pues en realidad ya son funciones del gobierno. Finalmente, ya que estamos hablando de propuestas, le hago la siguiente: cierre los ojos, relájese, ponga su mente en blanco. Ahora, visualice que está en la caseta de un cajero automático. Meta la mano a su bolsillo o bolso (según sea el caso) y saque su tarjeta. Puede ser de crédito o débito, no importa. ¿Listo? Insértela en la ranura y espere unos segundos. Teclee su clave y elija la opción “retirar”. Ponga el importe que usted quiera. Escuche ese sonido que hace el señor que vive adentro del cajero contando los billetes y empujándolos por la ranura para que usted los tome. Coja su dinero, cuéntelo y guárdelo. Retire su tarjeta. Abra los ojos. Ahora, seamos bien honestos: lógicamente le dio gusto darse cuenta de que su cuenta tiene fondos, pero es dinero de usted. El banco no se lo está regalando, el señor que vive dentro del cajero no lo puso de su bolsa. Así que, ¿es necesario darle las gracias?, ¿se siente movido a reconocer la labor del cajero, de felicitarlo por hacer su trabajo, por darle su dinero suyo de usted? No, no es necesario. Es más, hacerlo sería ridículo, como risible es llenar un estadio con acarreados, gastar millones de pesos y todavía querer que la concurrencia estalle en júbilo y aplausos, ya no digamos por hacer su trabajo, sino por anunciar que propondrá hacerlo. Es cuánto.