Texto: Arved Alcántara / Reporte gráfico: Víctor Ramírez. La Voz de Michoacán Desde hace años en Morelia ha habido una presencia constante de personas en situación de calle que, si bien prefieren mantenerse solitarias y dormir al cobijo de lugares como los portales del Centro Histórico, también pueden llegar a formar grupos en distintos puntos de la ciudad. De acuerdo con mediciones realizadas por el DIF en años anteriores, los adultos mayores de 50 años representan la mayoría de los casos de indigencia en la capital michoacana, en donde los factores como el abandono por parte de familiares, enfermedades mentales, migración y la alta tasa de marginación influyen para mantener al alza este fenómeno. Son varios puntos de la ciudad en donde, en solitario o en pequeños grupos, estas personas enfrentan la adversidad total y representan incluso un nivel de pobreza y marginación que ni siquiera es medido correctamente por las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Cuando pasan de las 7:00 de la noche, comienzan a reunirse hombres en situación de calle afuera de lo que era el Hospital Infantil; ahí reúnen cobijas o se forman en una fila donde una persona ofrece comida. Es un sitio que han adoptado porque anteriormente había un campamento de familiares de niños atendidos en el nosocomio y todavía sigue siendo un lugar a donde llegan diversos apoyos a las personas presentes. Crisis humanitaria El Jardín de los Niños Héroes, el Bosque Cuauhtémoc, los costados del libramiento, la “ribera” del Río Grande, los portales del Centro Histórico, y la antigua zona de tolerancia en lo que ahora es el cuartel de la Policía de Morelia son algunos de los puntos más comunes en donde se puede ver a estas personas sin hogar. Algunos tienen ya varios meses habitando el mismo lugar, como un rincón en una tienda de conveniencia, canchas deportivas o incluso al interior de un cajero bancario, de donde buscan protegerse de las inclemencias del tiempo. En 2019 la administración municipal de Raúl Morón Orozco realizó un censo de las personas en situación de calle en el Centro de Morelia y la zona de monumentos: 42 personas con edades que iban de los 25 y hasta los 80 años, varios provenientes de otros municipios y estados. El censo, presentado por la entonces directora del Sistema DIF Morelia, María Elena Silva Montes, refirió que las personas en situación de calle en las colonias de Morelia son hombres y mujeres que en ocasiones sí cuentan con familiares, pero fueron ellos mismos quienes los hicieron a un lado. En varios casos su mismo núcleo familiar los desalojó e incluso llegaron a quitarles la propiedad donde residían, por lo cual la autoridad consideró que era un tema complejo que debía manejarse en apego a los derechos humanos y desde la capacidad de diferentes dependencias. A estos se suman los datos del albergue Cristo Abandonado, que ha llegado a tener hasta 80 personas de forma simultánea a su resguardo y suele tener entre 40 y 50 habitantes; a pesar de tener algunos a sus familiares identificados nunca son visitados. Aunque hay personas y hasta familias obligadas a vivir en la calle por la migración, otra vez por llegar a la pobreza de forma súbita y otras que huyeron de sus núcleos familiares, en muchos casos la indigencia es una crisis de abandono humanitario por parte de quienes la padecen. ‘No es un problema de salud pública’ A su vez, el doctor Daniel Herrera Guzmán, médico psiquiatra y especialistas en enseñanza en el Hospital Infantil de Morelia, comentó en aquel momento que entre las personas sin hogar pueden encontrarse gente con cuadros desnutrición y con problemas “psiquiátricos orgánicos”, pero en su mayoría no son personas enfermas o que constituyan un problema de salud pública, como muchas veces se ha querido argumentar desde sectores políticos e investigaciones académicas. Partiendo de la base de que la mayoría de estas personas no quieren abandonar las calles para instalarse en un albergue, el especialista proyecto que las autoridades municipales pueden ofrecerles servicios tales como dotarlos de una identificación para que hagan uso de baños públicos, proporcionarles al menos una comida al día en un punto estratégico de la ciudad, llevar una unidad móvil donde pueden dormir en temporada de invierno y, en conjunto con las autoridades de salud, nombrar a un médico que los atienda de forma permanente y que los puede remitir con un especialista cuando así lo requieran, algo que ya se intentó realizar durante el gobierno del alcalde Wilfrido Lázaro Medina, pero en donde la administración priista terminó por archivar la propuesta y, en cambio, agarrar e internar contra su voluntad a 30 personas al Hospital Psiquiátrico. La medida fue catalogada como un desastre dado que, si bien puede haber problemas afectados de sus facultades mentales hay que privilegiar el respeto a sus derechos humanos y la indigencia como tal no es una enfermedad mental. Tal como este ejemplo, uno de los grandes problemas de la indigencia desde la política pública ha sido que históricamente no se toma en cuenta la opinión de quienes la padecen y se busca arreglar sus vidas desde los escritorios de políticos y gobernantes, lo que ha llevado a un fracaso de las intentonas realizadas en la materia. Incluso desde la academia, la mayoría de trabajos y propuestas se limitan a abordar la indigencia como un supuesto tema de salud pública, mediante la opinión de los funcionarios en turno y sin la visión del sujeto político en cuestión: la o el indigente. Abandonada por sus familias y las instituciones públicas, la gente sin hogar se ha vuelto también invisible para la sociedad, en un círculo de insensibilidad y falta de atención que sigue sin tener fin. ¿Qué padecen? Derechos humanos y dignidad: Todas las personas tienen derecho a una vida digna y a condiciones de vida básicas que incluyan refugio, alimentos y atención médica. La indigencia implica una privación extrema de estos derechos fundamentales. Salud: Las personas sin hogar a menudo enfrentan condiciones de salud precarias y no cuentan con atención ni el interés de ningún sector que vele por ellos pese a sus marginadas condiciones. Seguridad: Las personas sin hogar son vulnerables a la violencia y el abuso en las calles, lo que afecta su seguridad y bienestar. Son también continuamente objeto de discriminación, burlas y señalamientos. Recursos públicos: La indigencia podría intentar paliarse mediante la oferta de servicios públicos, como refugios, atención médica de emergencia, programas de rehabilitación y asistencia social, pero no existen ni recursos ni programas enfocados. Economía: La falta de vivienda crónica está asociada generalmente a la falta de empleo; son persona que buscan entre la basura recolectar materiales para vender o algo que puedan reusar. Sin dinero y sin oportunidades se ven imposibilitados de salir de su desgracia.