Rafael de Jesús Huacuz Elías El mes de septiembre festejamos la Independencia de México, los edificios se visten con banderas nacionales y colores patrios, pero más allá de la verbena popular y los festejos del momento, cabe preguntarnos: ¿qué beneficios nos otorga la vida la vida urbana? Datos oficiales señalan para México una población de 126 millones de habitantes (INEGI 2020), de los cuales más de 101 millones vivirían en ciudades y unos 25 millones radican aún en zonas rurales del país, es decir un 80 por ciento de población en zonas urbanas contra un 20 por ciento en zonas rurales. Sin embargo, esto no es del todo correcto, se estima un aproximado de 30 por ciento de población nacional que, sin ser urbana, reside en las periferias próximas a los centros de población, pero al no tener una actividad económica primaria, tampoco se les podría considerar como población rural, es decir, no necesariamente se dedican a la producción en el campo, aunque para fines estadísticos son catalogados como habitantes en zonas geoestadísticas urbanas (AGEBs Urbanos) sin serlo del todo. La vida urbana o periférica a la ciudad, garantiza lo que se conoce como “economía de escala” es decir, se maximiza los usos de recursos disponibles en la ciudad y se reducen sus costos mejorando el intercambio comercial. Existen múltiples factores locales de los centros urbanos que son un imán a tractor de población rural, que deja de ser factor central como forma de vida y por tanto se convierte en expulsor de población hacia las ciudades. La migración campo-ciudad se genera por buscar un trabajo diversificado (no necesariamente bien remunerado), el acceso a la educación superior, a los centros de salud especializada, o por mejorar la seguridad ciudadana; todos estos factores fungen como ámbitos creadores de sinergias económicas que en teoría mejorarían la vida urbana de la población que se concentra en espacios urbanos relativamente pequeños, si se comparan con los grandes espacios abiertos del campo. Años atrás los habitantes de la ciudad utilizaba el espacio público para relacionarse y convivir con vecinos y familiares, los chicos podían salir libremente a jugar en las calles, así como los jóvenes a divertirse sin preocuparse de la hora de regresar a sus casas. Sin embargo, una mayor densidad poblacional en nuestras ciudades generó cierto anonimato, utilizado para bien o para mal, tanto para beneficios colectivos o para cometer algún delito que en la mayoría de los casos pasa desapercibido y dejar impunes a los malhechores, actualmente en nuestras ciudades, las familias difícilmente dejarán salir solos a la calle a sus hijos y por la noche se percibe cierto aire de inseguridad y desconfianza en los espacios públicos. El modelo de ciudad que actualmente se construye, recurre siempre al modelo motorizado de ciudad, una ciudad extendida de baja densidad conlleva mayores inconvenientes que beneficios, sobre todo al momento de los desplazamientos cotidianos, asistir a las escuelas, al trabajo u otras actividades diarias, se prolongan en el tiempo en distancias relativamente cortas por el tráfico urbano, la calidad del aire en la ciudad es de mala calidad y el ruido circundante incrementa el daño fisiológico a mediano plazo. La ciudad como espacio de vida cotidiano nos atrapa y cautiva en un aparente proceso lineal del que no hay marcha atrás hacia lo rural, en tanto el espacio intermedio del suburbio o fraccionamiento periférico, nos ofrece un estilo de vida más “tranquilo, amplio o cómodo” con un paisaje natural como fondo atractivo para escapar de la vida urbana; sin embargo, estos nuevos espacios adosados a la ciudad pronto son alcanzados por el continuo de la mancha urbana, sus ventajas y sus males (servicios públicos municipales, tráfico y contaminación) y son altamente consumidores de combustibles fósiles por los constantes desplazamientos que produce la movilidad motorizada. La vida urbana ahora tiene la responsabilidad de combatir la crisis ambiental y salvar la vida silvestre de sus periferias, nos toca construir grandes proyectos ecológicos de gran alcance con presupuestos en infraestructuras verdes para lograrlo, esperemos los cambios lleguen a la antesala de nuestros gobernantes para que los ejecuten, antes de que sea demasiado tarde.