Entrevista | Padilla Retana, escultor de Las Tarascas de Morelia, narra su pasión por seguir adelante

Autor de uno de los monumentos más emblemáticos de la capital michoacana, la fuente de Las Tarascas, para el artista moreliano el movimiento y la expresión son la base fundamental de su trabajo en la escultura.

Foto: Víctor Ramírez

Víctor E. Rodríguez Méndez

Morelia, Michoacán.- José Luis Padilla Retana sobrelleva con orgullo sus cuarenta años de labor como escultor. Aun cuando no tiene el número exacto de las obras escultóricas que ha realizado hasta el momento, sí guarda muchos gratos momentos en torno a diversas esculturas que a la fecha se encuentran en Morelia y en el interior del estado, así como en otras partes de México y en Estados Unidos. El ex torero —retirado hace cinco décadas— sigue trabajando como escultor, su pasión más persistente, aun cuando la epidemia del COVID-19 detuvo algunos de sus recientes proyectos de trabajo. “Lo importante es que sigo trabajando”, dice en entrevista.

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En una mañana calurosa del feneciente verano, estamos en una habitación de lo que ahora es su improvisado taller. “Voy a seguir hasta que Dios me dé licencia”, confirma con buen ánimo.

¿Cómo resume su vida artística hasta ahora?

“Excelente, para mí algo fuera de serie”, responde de inmediato el escultor, quien se remite a su antigua faena como torero para puntualizar la respuesta.

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“La fiesta grave es muy bonita, llena de pasión y peligros. Está llena de entrega, de cariño y muchas emociones, es algo muy bonito. Y la escultura es también toda entrega para mí, porque me dedico a algo que quiero, aunque a veces hay piezas que no quiero hacer porque no me llenan o no me atraen y prefiero no hacerlas; pero a las que sí me gustan le entro con mucha entrega y con mucha pasión, al igual que con los toros”.

Siguiendo el símil con sus dos actividades entrañables, José Luis Padilla asegura que tanto en los toros como en la escultura hay riesgos de salir lastimados. En ambas tareas ha sufrido serias lesiones en carne propia; de hecho, la acumulación de daños en los ruedos y un grave percance en motocicleta lo llevaron finalmente al hospital, en donde como parte de su terapia de rehabilitación el dibujo y la incipiente escultura lo llevaron después a estudiar en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México, donde estudió técnicas de escultura, y de ahí a iniciar su actividad en el arte de modelar en bronce y otros materiales.

 “Yo me he lastimado mucho haciendo escultura”, añade, “pero eso no me limita, al contrario, me motiva a seguir más adelante”.

Pasión y entrega en la escultura

Autor de uno de los monumentos más emblemáticos de la capital michoacana, la fuente de Las Tarascas, elaborada en bronce y reinstalada en 1984, para el artista moreliano el movimiento y la expresión son la base fundamental de su trabajo en la escultura. “Es lo que te jala”, dice. “Es un reto muy interesante porque te apasiona y hace que te entregues con ganas para poder lograrlo”.

Padilla Retana ha elaborado cientos de figuras escultóricas como bustos y estatuas (incluido el polémico Monumento de los Constructores, que se ubicaba en el inicio del Acueducto de Morelia) en los que ha proyectado, sobre todo, la proporción del cuerpo humano, en muchos casos con relación a los animales no humanos (preferentemente caballos, leones o toros) que suelen integrar muchas de sus obras. “Son retos interesantes, pero bien bonitos. Pasa que cuando estoy a la mitad del trabajo me siento perdido al ver que no avanzo; siento cierta desesperación, pero poco a poco vuelvo a encontrar el camino y me doy cuenta de que voy por el buen camino hasta que finalmente llega el día en que veo la línea recta, entonces descanso y ya puedo dormir con tranquilidad”.

¿Cómo se relaciona con cada obra que realiza?

“Primero debo tener el tema a desarrollar; luego hay que estudiar el movimiento y la expresión que necesitamos darle, porque tiene que ver mucho para la apreciación del público, sobre todo para el público que sabe más que uno; por eso tenemos que hacer las cosas lo más perfectas posible. A mí me gusta mucho la proporción y la realidad en la escultura, que se perciba el movimiento natural del cuerpo humano: las expresiones del cuerpo humano en toda la belleza que le corresponda, lo cual dice mucho”.

Sobre la cantidad de obras ha realizado, el maestro escultor dice desconocer el número exacto, no las tiene registradas pese a que por derechos de autor debe contar con un control. De lo que sí está seguro es que muchas piezas se han perdido con el tiempo, sobre todo las más pequeñas que han sido colocadas tanto en espacios públicos de Morelia como en casas particulares. Además de las famosas Tarascas y el desaparecido Monumento a los Constructores, Padilla Retana ubica, entre algunas más, al menos tres bustos de personajes que se ubican actualmente en la Facultad de Filosofía, la Facultad de Leyes y el Arzobispado ubicado en la Catedral. Muchas más obras, según recuerda, se encuentran en casas particulares y en el interior del estado; nos cuenta que una de las obras más recientes que elaboró es la del personaje literario Pito Pérez que se encuentra ni más ni menos que en Santa Clara del Cobre. Y muchas, muchísimas placas que han sido robadas impunemente.

El escultor recuerda con cierta jocosidad que hace algunos años realizó al menos cuarenta placas para el ayuntamiento moreliano, a propósito de que a dos días de la inauguración de una obra dedicada a Benito Juárez ya habían sido robadas las guirnaldas y las letras que eran parte de la decoración, al igual que dos placas alusivas a la obra mencionada. “Para reponerlas las hicimos de policarbonato, que es un material muy resistente, y las letras de madera, Trabajamos día y noche para reponer los materiales y unas horas antes de la ceremonia dejamos todo listo. A las ocho de la mañana fue el acto oficial y a las doce ya habían intentado robarse de nuevo las guirnaldas y las letras. Nadie notó ese día que no eran de bronce, ¡ni los propios rateros! Bueno, cuando lo notaron las dejaron por ahí tiradas”.

¿Como se ve a sí mismo en la actualidad?

“Me siento bien, me siento a gusto con lo que hago y tengo muchas ganas de seguir adelante. ¿A dónde he llegado y cómo voy?, no me fijo en eso. Sólo quiero seguir haciendo obras nuevas hasta donde nuestro Señor me permita”.

¿Le interesa a usted el reconocimiento público?

“No es por ahí mi línea”, dice tajantemente.

Rememora entonces sus tiempos de triunfo como matador de toros, en los que recibió muchos aplausos y hasta lo cargaron en hombros al ritmo de un mariachi tocando pasodobles. Con la escultura de Las Tarascas le sobrevino también en su momento una fama que con el tiempo se fue diluyendo. “Te sientes bien, pero no buscas eso, no es mi objetivo. A mí la gente me habla bien, yo hablo con ellos y hasta ahí. Yo lo que quiero es hacer y, sobre todo, ser, porque todavía me queda camino para tratar de ser, para lo que hay que tener mucha dedicación y entrega, porque esto es bien bonito y apasionante”.

Morelos y su tenencia moreliana >

José María Morelos y Pavón, uno de los héroes principales de la independencia de México, es —como es sabido— el hijo honorario de la ciudad de Morelia, cuyo nombre se le puso en su honor el 12 de septiembre de 1828. Su nombre está por todos lados y recurrentemente sirve para nombrar centros educativos y deportivos, calles, colonias, teatros y muchos espacios más. En Michoacán hay, por ejemplo, 421 planteles de todos los niveles educativos, incluyendo 14 bibliotecas, que llevan en su nombre la palabra “Morelos”, según el registro de la Secretaría de Educación en el Estado. De acuerdo con datos de la página de internet del ayuntamiento moreliano, en la capital hay al menos ochenta calles y colonias que refieren el nombre del luchador libertario, además de un teatro estatal, el principal estadio de futbol y el monumento ecuestre al llamado Generalísimo realizado por Giuseppe Inghilleri, por nombrar lo más conocido.

            Fundada en 1925, la tenencia Morelos es la segunda más grande del municipio y cuenta con alrededor de 35 mil habitantes. Se encuentra a unos tres kilómetros de la capital. En 2010 se hizo la remodelación de la plaza principal, llamada Bicentenario, en donde se encuentra la estatua ecuestre del Siervo de la Nación realizada por José Luis Padilla Retana, con la que el escultor moreliano cumplió un homenaje más a una de las figuras históricas más admiradas por él. “Mi ídolo”, dice.

Sin embargo, no es la primera escultura de Morelos que el artista ha creado. En años recientes hizo un Morelos de pie que se encuentra en Dolores Hidalgo, Guanajuato, que el gobierno municipal de Fausto Vallejo donó a aquel estado en reciprocidad por el obsequio de una campana que está en la Casa Natal de Morelos.

La escultura de la Tenencia Morelos la realizó Padilla Retana con un bronce adquirido en el puerto de Lázaro Cárdenas, originalmente destinado para una efigie de la Conspiración de Valladolid que nunca se hizo durante una administración de Fausto Vallejo. La escultura ecuestre fue posteriormente un encargo de las autoridades municipales a Padilla Retana como “consolación”, según dice el propio escultor, y sobre todo para aprovechar el material adquirido. “Un bronce muy bueno, aunque muy duro para fundir”, señala.

Se trata de una figura de recia expresión. José María Morelos montado en un brioso caballo, con actitud serena sostiene un estandarte con la mirada fija en el frente. “Es el Morelos insurgente”, explica el escultor. “Trae un estandarte que sólo él usó, así como Hidalgo usó el de la Virgen de Guadalupe. El licenciado José Fabián Ruiz, muy apasionado de todo referente a Morelos, nos guió mucho cuando hicimos este monumento”.

“A mí me gusta mucho”, sintetiza el artista, “porque le dimos la fuerza que tuvo Morelos como lo que fue: alguien que venía de ser arriero y llegó a esas alturas con mucho carácter. He leído mucho de él y cuando me ha tocado hacerlo lo hago con mucho gusto, expresando lo mejor que pudiera haber sido en cuestión de temperamento y carácter, porque dicen que bajaba del cerro como un huracán cuando venía al ataque y motivaba a la gente”.

Concluye: “No sé qué pasa, pero todo eso lo sientes y a la hora que estás haciendo el monumento lo expresas. Hay cierta conexión”.

Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.