LA CASA DEL JABONERO | Gobernabilidad del crimen

El régimen criminal en México se mantiene incólume, inamovible, a salvo de cualquier ataque

Jorge A. Amaral

México es un país en el que, para poner un negocio formal, debes hacer todo un sinfín de trámites ante el gobierno, dependiendo del giro: ante la Secretaría de Hacienda, el Ayuntamiento, el IMSS, Protección Civil. Pero no sólo eso, porque debes tener la anuencia del otro aparato gubernamental, el que lleva las riendas de este país, y entonces acatar el monto de la cuota, si será mensual o semanal, a sabiendas de que no hacerlo puede costarte tu patrimonio y tu propia vida o la de tus familiares.

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Imagínate esta escena: un niño quejándose de su padre golpeador con su madre violentada. El niño, contando lo que le hizo al tiempo que muestra quemaduras de cigarro, chicotazos, cicatrices, todo ello ante la mirada de una madre llena de moretones. Cruel, ¿no? Bueno, así es si vas a denunciar una extorsión o alguna otra actividad delictiva, porque tú eres ese niño violentado, el gobierno es la madre moreteada y los delincuentes son el sujeto abusivo que mantiene aterrorizada a su familia. Pero no siempre es así, porque muchas de las veces el ciudadano denunciante es ese niño maltratado y su madre es la vieja méndiga que le ayuda al marido a golpear al menor. Ante ese panorama, estimada concurrencia, estamos jodidos.

El crimen manda en este país, ellos son el verdadero aparato de Estado, ellos deciden quién vive y quién muere en México. Porque ellos decidieron que los 5 de Lagos de Moreno ya no regresaran, ellos decidieron que los 7 de Zacatecas murieran (uno se salvó de milagro) y con la misma autoridad determinaron que la alcaldesa de Cotija regresara al seno de su familia y a sus funciones.

Claro, las autoridades se colgaron el milagrito y destacaron la coordinación interinstitucional. No nos hagamos: Yolanda Sánchez no regresó a su municipio y con su familia gracias al gobierno; si ella está despachando en su oficina y en la noche cena con su familia es por algo bien sencillo: quienes la secuestraron decidieron que podía seguir viviendo. Digo, qué bueno que la funcionaria está bien, sana y salva, lo digo de corazón, pero también hay que ser conscientes de dónde estamos parados.

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Ahora vámonos a la frontera sur: decenas de camionetas con hombres armados hasta los dientes y siendo ovacionados por la ciudadanía. No era un desfile militar en sentido estricto (al menos no de forma oficial), pero la algarabía era justamente esa. Es más, ni siquiera eran soldados adscritos de la Sedena, aunque sí a uno de los ejércitos más poderosos de este país, quienes llegaron a Frontera Comalapa, Chiapas, para pelear la plaza.

Ambos grupos tienen la frontera sur sumida en la narcoviolencia debido a que es una importante ruta tanto para el narcotráfico como para la trata de personas: cocaína y migrantes que vienen de Centro y Sudamérica con destino a Estados Unidos. Entonces, en una zona históricamente olvidada por el gobierno oficial, es fácil que los grupos delictivos se erijan como gobiernos de facto. Y por eso no debe asustarnos que en un estado donde se han visto guerrilleros, paramilitares, masacres y abusos del Ejército, un grupo de la delincuencia organizada sea ovacionado como gran salvador que llega a ponerle un alto al otro grupo que ya los tenía a pan y agua.

Cuando ese video salió a la luz, mucha gente criticó a los pobladores, pero hay que ponernos en su lugar para entender el alivio que sintieron cuando vieron a quienes ofrecen la posibilidad de sacudirse a sus verdugos, aunque a la larga sólo estén cambiando de yugo, se sabe: la mujer golpeada se sacude al esposo violento, pero luego conoce a otro sujeto que también es agresivo, así que sólo descansará de los golpes un tiempo, porque es cuestión de días para regresar a los malos tratos.

Y así por todo el país, desde Comalapa hasta Tijuana, desde Coatzacoalcos hasta Lázaro Cárdenas, desde Cancún hasta La Paz, el crimen organizado está afincado y mandando en más del 80 por ciento del territorio nacional mientras los gobiernos municipales se ven en la necesidad de cooperar o los desaparecen. Los estatales, lo mismo que el federal, con funcionarios sumidos en la corrupción, recibiendo el pago mensual para que los delincuentes puedan operar.

En fin, estamos ya por entrar a la recta final del actual gobierno federal y nada se vio claro en materia de seguridad, porque el país sigue igual que en el sexenio de Felipe Calderón, con masacres despiadadas, niños metidos al narco, miles de muertos sin nombre, miles de desaparecidos, el miedo a salir a la calle en muchas regiones, la desconfianza y la incertidumbre al ver que nos para una patrulla porque no sabemos qué puedan querer o qué anden buscando.

Esta semana el presidente decía en su mañanera que la corrupción en México llegó con los españoles. A lo mejor tiene razón pero, chingao, de eso hace 500 años. Es muy bonita la historia y tener siempre datos interesantes para impresionar a los comensales o contertulios, pero en su caso, siendo presidente, está para informar qué está haciendo su gobierno, no desde cuándo viene el problema. Pero así es el presidente, así será, así terminará su sexenio.

Una cosa sí es cierta: el régimen criminal en México se mantiene incólume, inamovible, a salvo de cualquier ataque, y no importa quién venga después de AMLO, la gobernabilidad del crimen se mantendrá vigente.

Dame el poder

A propósito del anuncio del concierto de Molotov patrocinado por el gobierno del estado, viene a mi memoria 1997. Después de haber crecido escuchando rap en inglés, de repente empezaron a salir a la luz grupos que venían a reconfigurar a una generación demasiado joven para la ola de “rock en tu idioma” auspiciada por Televisa. En fin, por esos años surgieron bandas que ya no se conformaban con emular a The Cure o The Police, sino que buscaban un sonido más agresivo, más radical y que vendría a llamarse rap core, siendo una mezcla de rap y rock con tintes de metal, con una marcada influencia de bandas como Rage Against The Machine.

Para esas fechas ya Control Machete nos había tomado por sorpresa con “Comprendes Méndez” y “Andamos armados”, Illya Kuryaki and The Valderramas con “No way Jose” y Resorte con “La mitad más uno”, por poner algunos ejemplos. Pero de repente, escuchar voz en cuello “Que no te haga bobo Jacobo”, como una de las primeras críticas sin cortapisas a la televisora más importante de México, fue toda una revelación para esos adolescentes.

“¿Dónde jugarán las niñas?” es un disco que desde el título brilla por la irreverencia y el desenfado al parodiar “¿Dónde jugarán los niños?” (1992), de Maná. En ese álbum se condensa lo que ha sido Molotov a lo largo de los años: duros críticos de las instituciones mediáticas y gubernamentales, detractores de la clase política, irreverentes, sin la más mínima autocensura.

“Gimme the power”, un grito de odio hacia la clase política, hacia las autoridades y las instituciones que muchas veces sólo sirven para amamantarse en la megaubre gubernamental mediante la corrupción y el tráfico de influencias.

“Voto latino”, grito de guerra frente al racismo que han sufrido los latinoamericanos en Estados Unidos, postura que ya en “Dance and dense denso”, con “Frijolero”, vino a concretarse.

Pero no todo en “¿Dónde jugarán las niñas?” es crítica social. Recuerdo lo reconfortante, liberador y catártico que era, por vez primera, escuchar una mentada de madre a todo volumen y dedicársela a quien la mereciera; gritar “¡puto!” a todo pulmón y saltar mientras lo hacíamos sin que nada importara, sólo señalar a ese puto que todos conocemos y que de ninguna manera se refiere a homosexualidad, pues “puto” es el tranza, el aprovechado “que nos quita la papa”, el cobarde y agachón “que se creyó lo del Informe”.

Eran tiempos en que vivíamos más inundados que nunca de punchis punchis, más artistas de plástico que en los 70 y 80 juntos, que la sociedad comenzaba a hartarse de los malos manejos, de la opresión, de la corrupción. Hablo de la época en que, desde Chiapas, el EZLN marcaba un nuevo sendero, que todos sabíamos quién había matado a Colosio pero nadie hacía nada, que los autores de la matanza de Acteal seguían en la impunidad, que aún no salíamos de la crisis del 94 cuando ya se dejaban venir las demás, que estudiar una carrera ya no era garantía de un buen empleo, que vivíamos en pleno neoliberalismo con grandes pregoneros de la globalización, que México comenzaba a enfilarse hacia el despeñadero en que ahora está, y lo peor, sin tocar fondo aún.

En todo lo del párrafo anterior encontró su nicho el rock post “en tu idioma”, un rock que no buscaba tanto una identidad folclórica a la manera de Café Tacuba, sino una identidad generacional ante la decadencia que se venía arrastrando desde los 80. En fin, de verdad que espero poder ir, aunque con más de 40 años a cuestas ya no se brinca igual que a los 17. Es cuánto.