Erandi Avalos Fotos: Pablo Aguinaco Morelia, Michoacán.- Además de un clima casi perfecto, verdes montañas, aire limpio, una rica gastronomía y arquitectura vernácula bien conservada; Tacámbaro —Pueblo Mágico desde el año 2012— cuenta con una microhistoria de significativo valor local y nacional. A esto se suma un ambiente artístico y cultural que cada año se fortalece, en parte gracias a los tacambareses que regresan a su tierra y comparten con niños y jóvenes lo aprendido. Así lo ha hecho Ulises Salazar, quien a los quince años asistió al Campamento de Verano “Música para Guachitos” —coordinado por Música y Baile Tradicional A.C.; de Jorge Amós Martínez, Gustavo García y David Durán— sin saber que esa experiencia marcaría el rumbo de su vida profesional; primero porque comenzó a aprender a tocar y a conocer sobre la música popular; después a estudiar Arte y Patrimonio Cultural en la UIMM, y luego una Maestría en Historia en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Seguro de que la cultura transforma y para formalizar toda su actividad, formó junto a Víctor Pedraza, Gabriel Barbosa y otros integrantes, El Gusto por el Son A.C. presidida por Liliana Padilla. El espacio físico de encuentro es la Casa de la Cultura de Tacámbaro “Marcos A. Jiménez”, donde el director Pablo Suárez apoya el proyecto de diversas maneras para que pueda darse ese otro espacio simbólico y creativo en el que la inclusión es una práctica primordial. Los integrantes son jóvenes que abordan la música como una vía de expresión creativa, pero también como reflexión académica, histórica, filosófica y social: entre ensayo y ensayo, actualmente se dan tiempo para un simposio en el que están trabajando ponencias que presentarán en el próximo Coloquio Internacional de Mariachi, en Jalisco. En cada una se exponen de forma sistematizada inquietudes e intereses personales: Salvador Madrigal participa desde los trece años y aprendió vihuela y otros instrumentos, formó parte del grupo Son de Balcones y actualmente investiga sobre la exclusión y discriminación de la comunidad LGTBQ, de la que forma parte; y además es bailador de tabla. Karina Pérez, estudiante de Historia en la UMSNH, comenzó en el grupo desde los nueve años, toca la vihuela, la guitarra de golpe y el bajo, y se enfoca en erradicar la sumisión y sexualización de la mujer en la lírica terracalenteña. Leslie Gutiérrez toca el violín y a la par señala y combate la minimización de la participación de las mujeres en las músicas tradicionales de Occidente. Erick Martínez toca el tololoche, y comparte sobre el chicoteo en las músicas tradicionales y cómo este se utiliza ahora en el corrido bélico… lo que me hace preguntarme si acaso el gusto popular por estos corridos esconde en el fondo una añoranza por la música tradicional. Originario de Apatzingán y Maestro en Historia por la UMSNH, José Ignacio Maldonado toca la vihuela y también se acercó al arte a través de los campamentos de verano. Menciona que hay una romantización de las músicas tradicionales, pero que también hay violencia y machismo en los espacios festivos tradicionales, y que esta generación está cuestionando estas prácticas y comienza a transformar la forma de hacer música tradicional con un sentido de concientización social. Siguiendo el generoso ejemplo de sus maestros, todos imparten talleres de música y baile con niños de otros pueblos: Tecario, La Parotita, Caracha, Pedernales, replicando exponencialmente el gusto por la música, lo que implica un ejercicio de reflexión estética que sirve para cuestionar el consumo automático de los productos musicales que ofrece la industria del entretenimiento, que bien podrían llamarse de alienación sonora y que va en detrimento del desarrollo social. Este año se publicó con el apoyo del PACMyC, la Unidad Regional Michoacán de Culturas Populares, la Facultad de Historia de la UNMSH y El Gusto por el Son A.C., el libro ¡No se olviden del palomo…! El jarabe de los balcones, práctica musical, lírica y coreográfica, en el Ulises… que combina la investigación documental, análisis musical y entrevistas en campo, de una manera amena y clara, que convierte este libro en un referente para músicos e investigadores. Sin duda, la música es un arte que tiene un poder enorme, ya que llega directamente al hipotálamo y produce dopamina, lo que nos provoca un gran placer. Otro aspecto importante es la conexión social que significa la música, sin la cual no se explicaría la historia de la humanidad tal como la conocemos. Cualquier persona en México que hoy logre poner en las manos de un joven un instrumento musical, un lápiz, un pincel o un libro y no un arma o droga, debe ser considerado héroe nacional. Con más razón, si esto se da en Michoacán, por las razones que ya todos sabemos… Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com