Rafael Alfaro Izarraraz La aportación de Enrique Dussel (1934-5 de noviembre de 2023) a la lucha de los pueblos oprimidos de la periferia mundial y de su población, es el haber creado una “Filosofía de la liberación” que tiene como epicentro el suelo que pisamos y partir del cual vivimos, sufrimos, experimentamos y pensamos. En la otra parte que es la “no periferia”, el “centro”, el “jardín”, occidente y EU, no tuvimos ni tenemos futuro porque es un espacio donde persiste la práctica de mirar al otro como inferior, el bárbaro al que deben “civilizar” o enseñar qué es la “democracia”. El fundamento de occidente es un fundamento aristocrático, que no piensa ni sabe del que pide limosna en las esquinas o para comer en cualquier ciudad latinoamericana o caribeña. Lo anterior, en el marco de la filosofía occidental fue introducido desde la periferia. El Código de Hamurabi, antiguo ya (una piedra negra pequeña que está en el Louvre), dice: "Yo he hecho justicia con la viuda, con el huérfano y con el pobre", -estas palabras nunca las hubiese escrito un griego, ni tampoco un moderno-. Veamos la significación que tienen. La viuda, no es cualquier mujer, sino que es la mujer sin casa, y la mujer sin casa en el mundo mesopotámico es el Otro, porque es la que está a la intemperie. El huérfano, no es como todos los hijos, sino que es el hijo sin casa, el que está a la intemperie. Y el pobre, en este caso, es el nada, sin la ciudad, sin valor. La viuda, el huérfano y el pobre, los tres, son la exterioridad de la totalidad, y el que es capaz de hacer justicia con ellos se abre a la exterioridad y tiene una nueva experiencia del ser… (ver: Dussel, Introducción a la Filosofía de la liberación). El “Otro” (el indio, el jornalero, el empleado, el negro, el migrante, entre otros) no existe para ellos más allá del ser cuyo fundamento tiene su origen a los filósofos griegos como Parménides, para quien “el ser es lo que es, y lo que no es no existe”. Y no tenemos cabida ahí porque desde la conquista hasta nuestros días nuestro mundo (cosmovisión) no es su mundo, salvo el interés por el oro y la plata y ahora los recursos naturales. No porque hayamos querido sino porque los fundamentos (valores, creencias, conocimientos) que regula la vida de occidente no son compatibles con los nuestros. Su incompatibilidad no tiene que ver con una negativa a reconocer nuestras divergencias, sino que se debe a que, en su lógica, el sentido de su existencia, lo que está fuera de sus fundamentos entonces no existe. Y como no existimos, por tanto, el destino de nuestros pueblos fue la invasión y la servidumbre, así como morir sacrificados indignamente en los socavones de las minas de oro y plata. El fundamento que sostiene occidente no está diseñado para liberar a los que se encuentran forzadamente dentro de su “totalidad”, ni siquiera el marxismo o los críticos que desde occidente cuestionan su cultura y con los que se puede coincidir y dialogar porque piensan desde un lugar que no es nuestro espacio significativo. La liberación, dice Dussel, debe ser obra de nosotros mismos, del pueblo. Crear un proyecto libertario significa crear la novedad, dice Dussel, pero dentro de la pluralidad cultural de nuestros pueblos. No se trata de eliminar físicamente a quienes han ejercido la explotación y opresión sobre nuestros pueblos. La liberación no es imitar a occidente y a EU porque significaría reproducir sus valores, la invasión encubierta con el supuesto descubrimiento, la avaricia, la opresión y explotación y, con ello, la guerra, el genocidio, la muerte de personas inocentes, la amenaza de una guerra nuclear. Dice Dussel, con respecto a la filosofía de la liberación y el método analéctico: “Lo decimos sincera y simplemente: el rostro del pobre indio dominado, del mestizo oprimido, del pueblo latinoamericano es el «tema» de la filosofía latinoamericana. Este pensar ana-léctico, porque parte de la revelación del otro y piensa su palabra, es la filosofía latinoamericana, única y nueva, la primera realmente postmoderna y superadora de la europeidad…” (ver Dussel, Método para una Filosofía de la liberación). El método dialéctico es el fundamento de una totalidad que fue constituyéndose desde la perfección del espíritu helénico-platónico, luego la teología cristiana, el sujeto histórico que representó la clase obrera y que actualmente (agrega el autor de esta columna) es el transhumanismo bajo la idea de encontrar en la tecnología la superación del fracaso de los ideales de igualdad, justicia y fraternidad que sirvieron de sustento a lo que se llamó “modernidad”. La liberación de los pueblos de América Latina y el Caribe tienen que ver con su historia, con la conformación de Estados nacionales y las implicaciones políticas a las que llevaron. La filosofía de la liberación es una filosofía anticolonial. En una entrevista del año 2011, Dussel dice que “Con un grupo de jóvenes … Santiago Castro, Gómez, Walter Mignolo, Nelson Maldonado y gente que está en Estados Unidos, coincidimos en el tema de la descolonización. Al fin, la descolonización es tomar conciencia de que todavía seguimos colonizados. Cuando muestro historia es para descolonizarnos. Sin embargo, la descolonización es sólo un momento negativo. Debe haber también un momento positivo, la construcción creadora, que es algo así como la liberación” (Entrevista de Juliana Mercón a Enrique Dussel, en revista sudamericana de filosofía y educación). Finalmente, la liberación es el derecho a la vida y el primer derecho y partir del cual se fundan todos los derechos que ha creado la humanidad (Continuará).