SECRETO A VOCES

La participación indígena en estos procesos revolucionarios en Latinoamérica ha sido desigual.

Xóchitl: Piel morena, “máscara con huipil” (9)

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Rafael Alfaro Izarraraz

Justo cuando en Latinoamérica y el Caribe los pueblos indígenas y afrolatinoamericanos han empezado a tomar en sus manos los problemas que los aquejan y con revoluciones pacíficas han logrado conquistar el poder, como ha ocurrido en Bolivia, en México, en pleno proceso electoral, han surgido personajes que, desde corrientes identificadas con la vieja oligarquía han retomado el discurso indígena con el propósito de no sólo detener las revoluciones en el subcontinente sino el desviar la potencia de este movimiento hacia viejas prácticas cuyo origen fue la conquista.

Los movimientos indígenas en Latinoamérica y el Caribe se han transformado. De la resistencia silenciosa durante la colonia, su participación en las guerras de independencia para luego ser desplazados por las élites militares y religiosas, luego de ser el respaldo de guerrillas junto a grupos campesinos, los indígenas han empezado desde hace décadas a pensar en el poder. El ejemplo más reciente son las tomas de la ciudad de Lima, luego del golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Castillo. 

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Nadie le puede negar a Xóchitl, la aspirante presidencial por el PAN, PRI y PRD (PRIANRD), el que en su discurso apele a sus antecedentes que, dice ella, la vinculan a los pueblos indígenas de México. Lo anterior, en un contexto local, en el que los pueblos indígenas fueron los primeros, en la década de los años 90 en iniciar una revuelta por el reconocimiento de sus territorios, formas de pensar, vivir y, sobre todo, el poner fin a las políticas de empobrecimiento y aniquilación que el neoliberalismo impuso a segmentos que ocupan la parte baja de la escala social.

La participación indígena en estos procesos revolucionarios en Latinoamérica ha sido desigual. Muy importante en naciones como la boliviana en donde son mayoría y ganaron el gobierno con Evo Morales al frente; con menos relevancia en Venezuela, en donde a pesar del origen afro de Chávez tuvo poco peso el pensamiento indígena o afrolatino; mientras que en Ecuador el matiz ciudadano de la revolución no se acopló con la comunidad indígena, un poco debido a que en mi opinión ciudadano y comunidad chocan. El primero es destructor de lo segundo.

En el caso de México, más que confrontarse con el zapatismo, la estrategia de Xóchitl, elaborada por el empresario oligarca Claudio X. González y su equipo, es descarrilar a la 4t en el marco de la contienda electoral de 2024. Ganar la elección y reubicar al pueblo en otro carril, ese es el fin al escogerla a ella y desarrollar una narrativa que la lleve a que el pueblo la identifique con los indígenas, los pobres, aquellos que vienen de abajo y sobresalen económicamente, los que hacen un esfuerzo por mudarse a los centros de población, estudiar y obtener un grado académico y más tarde escalar en la escala social y política.

A la oligarquía mexicana le interesa ganar las elecciones, pero igualmente les importa parar la revolución que ha emprendido López Obrador y él ha llamado de “las conciencias” y que tiene como protagonista al pueblo mexicano. El problema para la oligarquía es que no saben cómo responder porque no están enfrentando a un movimiento revolucionario tradicional como el que se venía presentando en la década de los años 60 y 70, por la vía armada. La revolución se está llevando a cabo en el mismo espacio de poder creado históricamente por criollos, élites mestizas y sectores populares.

El uso del huipil en la comunidad indígena, sobre todo en aquellas que lo producen como un objeto propio de su propia vestimenta, nada tiene que ver con otro propósito que es el de representar su propia identidad. De la misma manera, los artesanos de algunas comunidades producen el huipil con fines económicos. En la mayoría de los casos de cooperativas de artesanos en donde el resultado final del proceso nada tiene que ver con la acumulación de capital. En su defecto, su exposición es utilizado como una herramienta de denuncia de la violencia en su contra (ver: Gerner, Vera Construcción de significados identitarios a partir del arte: ¿cómo exponer huipiles a favor de quienes los usan? Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 14, núm. 1, 2017).

El huipil en el caso de la candidata presidencial de la oligarquía, Xòchitl, es una máscara corporal. Su uso tiene que ver con colocarse una especie de antifaz corporal como parte de una estrategia perversa mayor: colocarse a la izquierda o como más vinculada a los grupos sociales empobrecidos y castigados por el neoliberalismo. Una perversidad. Utilizar a los indígenas para hacer creer que es ella quien puede llevar a la 4t más allá de donde la ha colocado el obradorismo. Nada dice de la violencia ejercida en la historia reciente como los asesinatos de indígenas ambientalistas o luchadores sociales. Bajo esa lógica, el huipil es una máscara perversa.

El pueblo no ha “comprado” las ideas de Xóchitl porque, como dice el presidente, el pueblo tiene un sentido práctico. Sabe que el discurso de Xóchitl, la imagen que pretende difundir entre la población, es el de una figura política, corrupta, que ha hecho de la política un negocio y que solamente de esa manera podría amasar millones de pesos como parte de los negocios que ha llevado a cabo en la administración pública. En su primer cargo público en el antiguo INI le preguntaron que si le había dado contratos a sus empresas y respondió que sí, pero que fue poquito.

El pueblo sabe que no se trata de una empresaria exitosa sino de una mujer que ha traicionado a su pueblo y ahora lo utiliza para querer engancharlo de nuevo a la vieja oligarquía que representan los partidos que la hicieron candidata.

(Continuará)