Paramédicos que salvan (más) vidas

Con la visión antigua de la seguridad vial, los ciudadanos de a pie, y aún las personas que trabajan en ambulancias habrían considerado un lugar de alta accidentalidad sencillamente como de riesgo. Como un lugar peligroso y san-se-acabó.

CIUDAD POSIBLE

Inés Alveano Aguerrebere

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Esta semana recibí una noticia que me dio gran satisfacción: un paramédico solicitó una auditoría de seguridad vial en una zona en Morelia en la que frecuentemente atienden accidentados. La auditoría de seguridad vial se trata de revisar a pie la zona, en hora pico y valle, tanto con luz, como de noche, para identificar y proponer posibles modificaciones a la infraestructura, que disminuyan la peligrosidad o por lo menos la gravedad de los accidentes. Le aclaro que lo que me dio placer es saber que alguien identifica un lugar como de riesgo, y sabe que se puede (debe) hacer algo. (No omito mencionar que me entristece que haya lesionados por siniestros viales).

Con la visión antigua de la seguridad vial, los ciudadanos de a pie, y aún las personas que trabajan en ambulancias habrían considerado un lugar de alta accidentalidad sencillamente como de riesgo. Como un lugar peligroso y san-se-acabó.

Y seguro hoy en día aún sucede. Hay zonas de la ciudad por las que solemos transitar, ya sea a pie, en bici, en moto o en auto, en donde elevamos la atención y cautela. Calles que cruzamos con mayor precaución que otras, pero con algo parecido a la resignación. Lo mismo con tramos o cruces en carreteras: como mínimo bajamos la velocidad…

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La visión actual con enfoque sistémico nos invita a ver más allá de los choques, volcaduras, derrapes o atropellamientos aislados. Nos muestra que la ocurrencia de los accidentes es un indicador de que algo anda mal ahí (la infraestructura, pues). El año pasado, pude presenciar que el sentimiento de que algo andaba mal y el de urgencia se combinaban con las ganas de cambiar las cosas. Creo que no escribí sobre eso, pero hubo una movilización de tomadores de decisiones encabezados por el gobernador de Michoacán, por los accidentes involucrando a tráileres en la autopista Siglo XXI. A los pocos meses, ya se estaban poniendo en marcha estrategias, así como anunciando la decisión de ampliar la autopista a cuatro carriles (lo que por lo menos evitará los choques frontales). Confío –con ciertas reservas- en que las acciones en conjunto llevarán a una autopista relativamente más segura: con menos muertes y lesiones.

Pero ahora que lo pienso, no sólo la frecuencia de los siniestros es una señal de que la infraestructura debería intervenirse, sino también el sentir latente el riesgo. A veces, a pesar de no presentarse ningún accidente severo, puede estar latente la posibilidad. Y no se necesita ser una persona experta para notarlo y señalarlo. Una cosa sencilla que podríamos hacer como sociedad, es reportar las zonas peligrosas que observamos cotidianamente (como nos está poniendo el ejemplo el paramédico). Las instituciones responsables de la infraestructura pueden ser federales, estatales o municipales (SICT, SCOP, etc…) y la Secretaría de Salud tiene en cada estado un área que gestiona las auditorías viales.

Para finalizar, quiero hacer énfasis en que lo mismo podríamos hacer con banquetas que supongan un peligro (comprobado, o latente) para el tránsito de personas. Zonas con desniveles, obstáculos, hoyos, grietas, registros, restos de mobiliario, pavimentos resbalosos, etc. Hoy en día, somos muy buenos para reportar baches en las vialidades, pero se nos olvida que también merecemos banquetas dignas. Más de una persona se ha fracturado la cadera, el brazo, la pierna o se ha descalabrado por una caída en la vía pública. Si no conoce un caso, es cuestión de tiempo…