PROYECTO SECRETO Mateo Calvillo Paz La virgen de Guadalupe se aparece, no es una transformación, sino el nacimiento de México. Ahora se habla mucho de la 4T, en realidad, las grandes transformaciones de México no son cuatro. Esta clasificación no es seria, no tiene en cuenta todas las transformaciones, ignora la primera gran transformación cuando nace el México mestizo. Un momento clave es la aparición de la virgen, del nueve, un saludo al 12 de diciembre, un martes de 1531, en realidad del 22 al 24 de diciembre, conforme a la modificación que hizo al calendario el Papa Gregorio. La situación, a 10 años de la caída de la gran Tenochtitlán era muy grave para la población de este momento. Todo les habían destruido a los pueblos mesoamericanos, aztecas y los moradores de las tierras conquistadas: su categoría de pueblo, sus riquezas culturales y materiales, el pueblo estaba masacrado, los grandes monumentos derribados, habían perdido la libertad y su dignidad de pueblo, les habían quitado sus sacerdotes y príncipes. Por eso, aquellos viejos indígenas tenían un grito en la garganta: ¡déjenos morir! Ante la desolación querían morir. Es entonces que tiene lugar el gran milagro en una nueva tierra prometida, en las tierras vastas y exuberantes del nuevo continente. Aparece una enviada Dios en la doble vertiente religiosa, la occidental católica, y la local indígena. María es la madre de Dios, en esa historia de revelaciones, promesas y profecías del pueblo escogido de Israel. Es aquella criatura santa bella que recibe la embajada del ángel que solicitas con sentimiento para ser madre de Dios. Que entra en el proyecto de Dios renunciando a sus proyectos de vida. Es una historia de trascendencia eterna, de pruebas muy duras, extremas, de participación en el misterio pascual, tragedia divina y más densa de la historia, de martirio sangriento e íntimo hasta lo indecible, hasta el paso por la muerte sangrienta hasta la resurrección. Eso significan las palabras de los indígenas creyentes: la madre del verdadero Dios por quien se vive, ella encarna los bellos rostros de las divinidades indígenas. Ella es “el rostro materno de Dios” como escribirá más tarde el teólogo brasileño Leonardo Boff. Ella viene a dar a conocer a su Hijo, al Hijo de Dios. Para eso pide un templo para mostrar a su hijo, en toda su ternura, en la presencia del hijo del hombre, Ella viene para llevar al encuentro de Cristo, el Mesías de Dios, el que acompaña en el camino de la vida y lleva al Padre. Todos desencriptan el mensaje y es motivo de la más grande, inesperada alegría. La luz de lo alto El acontecimiento en la historia profana es maravilloso, celestial, por encima de los acontecimientos y portentos humanos. La virgen de Guadalupe es la misma virgen del Evangelio de Lucas y del Apocalipsis, son los mismos signos. María va presurosa a las montañas, no de Galilea sino de México. Como en San Lucas, en el Evangelio Nahuatl, Nican Mopohua lleva en su seno al hijo de Dios. En la imagen de la virgen de Guadalupe es notorio el embarazo. Que se trata del hijo de Dios está confirmado por el signo de la cultura tolteca y azteca, señala el lugar del hijo de Dios, el trébol de cuatro hojas estampado en la imagen. María se presenta a Juan Diego como la siempre virgen María, madre del verdadero Dios por quien se vive, términos tomados de la religión indígena: In Tloque Nahuaque, Ipalmohuani…. La virgen da una seguridad inconmovible en las más grandes luchas, como la muerte que amenaza al tío Juan Bernardino, en las experiencias límite y una confianza inquebrantable. La Virgen morena (nada que ver con el uso sacrílego que hace del término un Movimiento) consuela a Juan Diego: “es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón… No temas esta enfermedad ni ninguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy madre?… ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? Esta declaración es de una sublime grandeza, una expresión cumbre de la literatura religiosa, de una eternidad divina y una belleza consumada en los escritos religiosos. Juan Diego, el vidente, representa un pueblo nuevo mexicano y latinoamericano tantas veces aplastado y humillado por los conquistadores de espada o de dinero, altaneros y soberbio como muchos que han amasado fortunas, con grandes injusticias, de dinero. La virgen le da una dignidad de príncipe, de persona grande, lo hace mensajero de la gran Madre de Dios para una tarea trascendente, importantísima. Juan Diego Como el Bautista le toca preparar el camino a Cristo, el Mesías de los católicos y de todos los creyentes de buena voluntad, también de los que se han ido en las sectas y que vuelven al único pueblo de Dios. Tienen abierto el camino de regreso. El 12 de diciembre es un día que tiene alturas misteriosas, inconmensurables, experiencias sublimes, celestiales para quien, levantándose de la diversión barata y el mundanal ruido, anda el camino de silencio y oración hasta llegar al encuentro de la maravillosa virgen de Guadalupe, como Juan Diego.