Gabriela Pérez de la Cruz / Colaboradora de La Voz de Michoacán San Francisco Uricho es una comunidad purépecha perteneciente a la región lago (Japontathu), cuyo nombre proviene del vocablo Uricha, que significa lugar de hacedores o de artesanos. Si bien es cierto que, con el pasar del tiempo se ha comenzado a perder la lengua y tradiciones, mismas que forman parte de su cultura, algunas prevalecen todavía. A pocos días del 2 de Febrero, día de la Candelaria o levantamiento del niño Jesús, los habitantes de la comunidad comienzan a prepararse para dicho evento, y es que más que un evento religioso forma parte de la comunidad, como algo que los identifica. Este día, especial para la comunidad, es gustosamente esperado, además de preparado con anterioridad, ya que tanto chicos como grandes se permiten participar en tan conocido acto. Dentro de la comunidad se forma una comisión dedicada a todas las festividades propias, incluyendo el día de la Candelaria y es que antes de su llegada se comienza acercando lo necesario para la elaboración de tamales y atole que se reparte a todos los asistentes al lugar, pero como todo va acompañado de alegría, no puede faltar la danza de la comunidad, danza de los Viejitos catrines. Hace algún tiempo ya, no sabemos con exactitud cuánto, posterior a la llegada de los españoles, en esta comunidad llena de tradiciones comenzó una danza muy peculiar. Los adultos preparaban su vestimenta propia para la ocasión, con sus sacos y pantalones de vestir, camisa blanca y corbata- siempre tan elegantes- así como sus protectores para las espinillas (tacos) que hasta donde sabemos eran utilizados por los federales de la época. Sus máscaras relucían por lo fino de sus facciones y la sonrisa tan discreta que dejaba asomar apenas la alegría de sus corazones, todo esto embellecido con un sombrero disfrazado de festividad exagerada, pieza vital de la vestimenta, siempre tan ostentoso, de donde colgaban largas y coloridas tiras de papel con flores en la parte central y alta de su sombrero y un poco de algodón deshecho encima de todo este decorado. Cabe mencionar que estas máscaras eran elaboradas por los mismos habitantes de la comunidad. Foto: Cortesía Es importante recalcar que los encargados de reunir a los jóvenes para la preparación de la danza así como a los músicos, son los fiscales (encargados de la iglesia) quienes además preparan la comida y cena para después de un día de mucho baile. Preparados para su danza, con el gusto que los distinguía, los viejitos se preparaban con su bastón en mano y una campanita resonando en la parte superior, comenzaban a agitarlo siempre acompañado de un canto: “Caminen todos los viejos Apoyados con bordones A ver al santo niñito En el portal de Belén” Como todo en esta vida, la danza comenzó a tener algunos cambios y agregaciones, ya que actualmente en lugar de bastones usan solamente la campana, agitándola alegremente mientras con sus pies en movimiento crean su melodía, contagiando a quienes los miran. Dos maringuias al frente (hombres vestidos de guares), que con el contoneo de caderas guían a aquellos viejitos en el baile. Actualmente participan niños, jóvenes y adultos. Aunque no podemos afirmarlo, hay quienes dicen que la danza es una representación de los españoles por su manera tan elegante de vestir, incluso podríamos decir, con temor a equivocarnos, que el hecho de presentar dos guares entre tantos viejitos (españoles) es el poder que aquellos sentían hacia la cultura y sobre todo a sus mujeres. Anteriormente no se les reconocía con algún nombre en especial, pero al ver su manera de vestir y bailar se les otorgó el nombre de viejitos catrines. Gabriela Pérez de la Cruz, originaria de la comunidad indígena de San Francisco Uricho, municipio de Erongaricuaro. Egresada de la Facultad de Letras, en la carrera de Lenguas y literatura hispánica, en la UMSNH.