Mariana Campos / Colaboradora de La Voz de Michoacán Me gustan los grupos de escritura. Como persona solitaria, es irónico que sólo he escrito en grupos. Hace años leí en facebook una frase de algún “gran escritor”, parafraseo: “escribir es el acto más solitario que existe”. Buscando hoy, encuentro un video en el que un patriarca de la literatura mexicana —póngale el nombre que prefiera, el discurso suele ser similar— repite lo mismo. La autoría, el genio escritor, el talento… ¿implican la individualidad? Me es imposible creer que esta frase sea más que un mito. Sé que el patriarca se refiere a las horas que paso sentada escribiendo en efecto sola, pero yo quiero recordar las fases en las que estoy acompañada, cuando otrxs detonan que me siente a escribir. El patriarca habla de escritores de madrugada, de disciplina, de un yo que sueña y escribe… de un yo híper individual. Yo llegué a escribir por talleres. En especial en la pandemia, la virtualidad me abrió grupos de lectura, escritura y mucho intercambio. Leía otros textos, comentaba, compartía los míos y escuchaba. Incluía y me incluían. Podría verme acompañada en cada labor: hago la consigna que dejaste, me obsesiono con tu texto (aunque a nadie más le gustó), opino sobre tu uso de cursivas, discutimos el cuento de una escritora consagrada, imagino la perspectiva de un personaje secundario de otro autor. Escribir no sólo es sentarse en un cuarto solitario de madrugada, y ni siquiera llegaré aquí al tema de la falsa propiedad sobre las ideas y los límites de la originalidad, hablo de compañía en sentido literal. Creo que escribir supone cuestionar muchos prejuicios sobre qué es o cómo “debe” hacerse. Por caso, la exigencia de poseer herramientas para “poder” hacerlo, ¿de dónde viene la certeza de ser incapaces de construir o valorar un texto? He conocido lectorxs con bagajes increíbles que se dicen atadxs de manos al comentar o generar un texto. ¿Habrá un método “correcto” para escribir o inventamos un método cada vez que escribimos? Pareciera que es algo tan serio, algo que debe cargar una aspiración obligatoria, que no podría llamarlo simplemente un pasatiempo o un medio útil para otro fin, que (como se juzga cierta literatura) si escribes con un propósito utilitario y no puramente estético, no es digno de nombrarse tal. En otra categoría ajena y oprobiosa apenas cabría abordar los recuerdos sensibles, las quejas cotidianas, las ideas graciosas. Si se escribe para una misma, ¿cómo se nombra eso? Solía sentir culpa de estar dispuesta a invertir buen tiempo en sesiones de zoom y de generar textos que no llegarían más allá de mi grupo, hasta que me convencí de que para mí escribir es un juego: persigo el cuento que yo desearía leer. La mayoría de las veces, cuando lo obtengo, el juego termina. Tal vez ese proceso, más si es comunitario, es mi meta y no hay más allá. Ya no me preocupa llamarle “juego” a algo que para otrxs es casi metafísico. No sé con exactitud qué es la escritura, pero estoy segura de que no hay razón para que haya sólo una respuesta válida. La soledad y la uniformidad no entran en mi definición de escritura. No puedo aceptar que nuestra idea de “ser escritor”, de “autoría”, nos obligue a pensar sólo en individual. He oído hablar de comunidades de escritura, de grupos que generan grandes libros, de autoras que agradecen lecturas de amigxs y trabajo editorial, de libros a cuatro manos. Escribir no es per se una actividad solitaria y solemne. Escribir en comunidad, con fines diversos, también es escribir. Mariana Campos, es moreliana, nacida en 1997, pasante de Lengua y Literaturas Hispánicas, los libros, los talleres de escritura, las ideas en construcción, las perspectivas femeninas, la escucha de la anormalidad, la escritura sin aspiraciones, conforman sólo una parte y época de su vida.