Abril García / Colaboradora de La Voz de Michoacán Residuos de la sangre derramada durante algunos de los enfrentamientos de la guerra contra el narcotráfico fueron recogidos, trasladados y recuperados para trapear los suelos del palacio donde se realizaría una de las exposiciones internacionales de arte más relevantes del mundo en la actualidad. Esta acción fue parte de la obra ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, de la artista Teresa Margolles y el curador Cuauhtémoc Medina para la Bienal de Venecia de hace quince años. La participación consistió en diversas intervenciones al espacio relacionadas con la presencia de la violencia, las drogas y las armas en el contexto mexicano. El conjunto de intervenciones surgió como una reacción ante el comunicado emitido por el presidente en turno, Felipe Calderón, en el que advirtió el debilitamiento de las estructuras del crimen organizado, la existencia de un ambiente de paz y la ausencia de caos en las calles. Por estas razones, recomendó a diplomáticos “estar preparados para promover y defender la imagen del país para divulgar la realidad”. Sin embargo, la realidad que fue expresada por el presidente contrasta con los informes de organizaciones internacionales. En estas relatorías se expresa un incremento de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por miembros del ejército y las fuerzas de seguridad como parte de la guerra contra el narcotráfico, así como la recurrencia excesiva al uso indiscriminado y extrajudicial de la fuerza. Las tasas de asesinatos, desapariciones forzadas e irregularidades en los procesos de detención son algunas de las cifras que se elevan tras la implementación de la nueva estrategia de seguridad nacional para combatir el crimen organizado y que, por tanto, contradicen la versión oficial de la situación en México. En la práctica artística encontramos un sentido crítico que cuestiona la supuesta normalidad enunciada por el presidente en turno. El planteamiento agonista de Chantal Mouffe reconoce como crítico a aquel arte que no perpetua el orden social hegemónico y “que fomenta el disenso, el que vuelve visible lo que el consenso dominante suele oscurecer y borrar”. Los restos de la sangre, producto de la lucha contra el narcotráfico, funcionan como un modo de atestiguar ante la mirada internacional la violencia en el contexto mexicano y de contradecir la imagen pacífica del país que el discurso oficialista pretendía difundir. Sin embargo, el sentido crítico de la obra no solo está dirigido a mostrar oposición ante esta imagen ficticia de estabilidad que se buscaba proyectar, sino ante todo el orden social que perpetúa la violencia. Esto es debido a la existencia de una hegemonía conformada por actores estatales y organizaciones delictivas que, pese a sus conflictos internos, consolidan una articulación temporal e inestable de prácticas contingentes. Las disputas entre el poder político y los grupos del narcotráfico para tener el control del territorio son prácticas que implican una serie de negociaciones entre los agentes, lo cual constituye la estructura hegemónica. Es por esta razón que la acción no evidencia una postura a favor de ninguno de los grupos que se están enfrentando, sino que denuncia la situación en su totalidad. Abril García, Historiadora del arte, redactora de notas periodísticas, gestora de proyectos culturales, escritora de poesía amateur y lectora de cartas de tarot.