Jorge Manzo / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán.- Sí es una opción mediar con los líderes delincuenciales para pacificar, sin embargo, la Iglesia Católica lo único que puede ofrecer es el perdón, acción muy diferente a lo que puede plantearles el gobierno que es hacer justicia, confesó el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, quien deploró que la ausencia de Dios en las vidas de los criminales sea lo que esté ocasionando la violencia que se está viviendo en estos momentos. Agregó que hay otros lastres que también deben atacarse como la pobreza y la desigualdad. Cara a Cara para los lectores de La Voz de Michoacán, el jerarca religioso reconoció que la realidad está a la vista de todos, y la violencia tristemente sigue estando presente en algunas zonas del estado, sobre todo en la tierra caliente, en Zamora, Uruapan y hasta en Morelia, pero recordó que Zamora ha sido clasificada no sólo como una de las ciudades con más violencia en México, sino en el mundo. “Tristemente los enfrentamientos entre los grupos delincuenciales, todos los días tenemos noticias y crea miedos en la sociedad”. “Algo que yo creo que es muy, muy perjudicial y nos daña mucho es el discurso agresivo, el discurso descalificador que desgraciadamente todos los días aparece en los medios de comunicación. No es tan impactante una buena noticia de alguna obra que se está haciendo en favor de la sociedad, como un discurso que descalifica, para poder posicionarse a sí mismo y esa parte yo pienso que es de los más grandes desafíos, que es aprender a reconocer y a valorar en lugar de descalificar y desacreditar”, dijo el representante de la Iglesia. Al ponerle el nombre del responsable de la generación de la violencia que se está viviendo, el arzobispo Garfias dijo que en los términos de fe y de personas creyentes es la ausencia de Dios. “La persona agrede o se hace violenta porque no siente la presencia de Dios. Eso es para mí la razón más fuerte. Y en la medida que está la gente más lejana a Dios, que tiene a Dios más ausente de su vida, pues se vuelve más agresivo y propenso a ejercer violencia más directa contra las personas, se hacen dramas y tragedias impresionantes, pero en el fondo es la ausencia de Dios”. Garfias Merlos admitió que la violencia puede brotar de muchas formas, pero al final es la ausencia de Dios, pero agregó que todo mundo influye y si no se aporta paz en el corazón se puede generar violencia. “Si yo no tengo paz en el corazón, puedo generar violencia. Donde quiera que esté presente la reconciliación se puede avanzar. El punto de la violencia también tiene una parte de preparación y de fondo, que no tenemos todos como de educación propia”. Al hablar de lo que hace el Consejo Michoacano para la Construcción de la Paz y la Reconciliación se habla de educar para generar una cultura de paz. “Esto Conlleva a aprender a dialogar, aprender a resolver conflictos, aprender a ser mediadores, ser capaces de escuchar, de tener paciencia y tolerancia con el otro y después es el tema del perdón. El tema de la reconciliación, son aspectos concretos de capacitación y de manera de poder influir para construir paz en una persona. Y en dado caso, recuperar el tejido social”, afirmó el representante del arzobispado, quien planteó que lo que se busca no es derrotar a esos demonios, sino transformarlos. “Cuando hablamos de construir la paz, pareciera que es desaparecer la violencia, pero la violencia está ahí presente, es parte de la condición humana. Pero construimos rampas cuando tenemos herramientas para ayudar a las personas. Era un tema muy importante para mí, en la atención a las víctimas de las violencias. Tener herramientas para eso, escuchar al que ha sido víctima, acompañarle, ayudarle a recuperar su sentido de vida, a recuperar su sentido de autovalor, a recuperar su capacidad para relacionarse con los demás. Son aspectos de construcción de paz, pero que brotan de las consecuencias del daño que provocan la violencia”. Eso sí advirtió que mientras no los identifiquemos con toda la claridad, ahí van quedándose. Carlos Garfias Merlos es el actual arzobispo de Morelia. Nació el primero de enero de 1951 en Tuxpan, Michoacán. ¿Cuántos años tiene usted que llegó como arzobispo a Morelia? Tengo siete años… ¿Cómo ve usted a Michoacán, ha crecido la violencia o se ha apaciguado en ese periodo? “Yo pienso que ha crecido la violencia. Ha sido muy difícil. La vinculación y la relación entre organizaciones e instituciones, aunque hemos avanzado mucho. Si vemos, por ejemplo, colectivos como la Red Juntos por Michoacán, Michoacán humanitario, el Consejo Interreligioso de Michoacán, el Consejo Michoacano para la Construcción de la Paz y la Reconciliación, el Consejo Económico y Social de Michoacán, son organizaciones de carácter ciudadano de sociedades civil que están funcionando y gracias a Dios están ayudando a tranquilizar hasta dónde es posible en el ambiente, pero la violencia ha crecido, la desconfianza sigue siendo una parte importante dentro de la sociedad, desgraciadamente”. ¿Cómo hacerle para poder revertir esto? “Eso es un poco en la línea de lo que yo planteo, que se está haciendo desde el Consejo Michoacano para la Construcción de la Paz y la Reconciliación. Hay que educar para generar una cultura de paz, hay que atender a las víctimas de las violencias, hay que reconocer la presencia de gran trascendencia de la mujer como constructoras de paz. Hay que prevenir. Hablamos, por ejemplo, de una situación para las emergencias, los fenómenos sociales y naturales. Hay que estar prevenidos para acompañar y atender a quienes salgan damnificados por la violencia y la inseguridad, pero también es muy importante el cuidado de la casa común como aprender a manejar la basura, que es algo tan sencillo pero tan importante y trascendente, que es evitar la contaminación, manejar y cuidar el agua y la tierra que tenemos”. La Iglesia guardaba silencio, hoy hay voces que se alzan para mostrar lo que está ocurriendo. “Yo pienso que como Iglesia no hemos buscado las alternativas más adecuadas y yo, por ejemplo, no soy tan partidario de la denuncia, sino no soy partidario de la propuesta, y estamos buscando ofrecer alternativas. Si hay que señalar las realidades, pero no tanto denunciar ni buscar culpables, sino ofrecer alternativas. Por ejemplo, los centros de escucha para atender a las víctimas de las violencias, la casa del artesano de la paz para acompañar a las personas adictas y ayudarles a encontrar la rehabilitación”. ¿Ha cambiado el rol de la Iglesia en este escenario? “Bueno, yo pienso que ha cambiado la aportación de la Iglesia. Seguimos anunciando el Evangelio, seguimos celebrando nuestras misas dominicales, seguimos ofreciendo los sacramentos, pero en esta parte concreta de construcción de paz hemos hecho un aporte significativo y buscamos el diálogo con las autoridades, con las organizaciones e instituciones, buscamos el diálogo con la sociedad civil, y con las otras expresiones de fe. Por ejemplo, un testimonio muy grande es que nos vean reunidos a los pastores evangélicos, los pastores de otras expresiones de fe con la Iglesia Católica. A la gente eso le hace un signo importante de unidad, cosa que antes se decía teóricamente, pero no se hacía nada. Entonces que ahorita podamos dar el testimonio y tener una oración unida o tener una organización de las iglesias para acompañar a algún grupo de personas damnificadas, son signos muy valiosos, igual cuando lo hacemos con las autoridades, cuando los hacemos con instituciones u organizaciones de la sociedad civil”. ¿Mediar con los líderes delincuenciales no es una opción para ustedes para lograr la pacificación? “Yo creo que es una opción, pero tiene que ser muy bien planeada, como estrategia es una opción, distinguiendo que la Iglesia tiene que aceptar a todos, a uno que es delincuente, al que es pecador y hay que ofrecer el perdón, pero es diferente a lo que tendría que ofrecer el gobierno, la autoridad civil que tiene que hacer la justicia. Entonces ahí es donde entran las diferencias, Pero sí podemos complementar”. En este punto afirmó que la Iglesia no va a perdonar en términos de justicia legal, pero sí perdonar al pecador por la falla moral, cosa que no puede hacer el Estado, quien tiene que aplicar la justicia. “Ahí entran, por ejemplo, los conceptos estos como justicia transicional, que a veces es impresionante como hay gente que quiere salirse del ámbito delincuencial y no hay manera. Si les damos una opción con la justicia transicional y la persona puede ir haciendo su proceso de rehabilitación, es una alternativa, como podrán ser otras formas. Pero en ese sentido es donde tenemos que ir encontrando los conceptos comunes e ir haciendo los acuerdos de hacer hasta las leyes”. Carlos Garfias, originario del municipio de Tuxpan, y sucesor en la encomienda del cardenal Alberto Suárez Inda, ha impulsado una serie de acciones encaminadas a la construcción de una cultura de paz desde las organizaciones de la sociedad civil, es por ello que es un fiel creyente de que se puede lograr educar para la paz. Aclaró que la Iglesia Católica no busca ser cómplice de los delincuentes, sino sólo pide estar presentes para acompañar al que se quiere rehabilitar y al que lo hace de conciencia de la gravedad de su pecado. “Cuando yo estaba en Acapulco, que empecé a tener un poquito de mayor acercamiento a todo el tema de construcción de paz y a la búsqueda de alternativas, llegó el momento en que yo dije tenemos que prepararnos para dialogar con los delincuentes, porque ya estábamos teniendo tal acercamiento y no había antecedente. Hoy ya hay un poco más de, como tú dices, de participación y de presencia, y hay antecedentes, como lo que ha pasado en Guerrero”. Desde el inicio de su Ministerio Episcopal (en las diócesis de Altamirano, Ciudad Nezahualcóyotl, Acapulco y ahora en Morelia), se ha caracterizado por promover el diálogo y la proyección de realizar caminos comunes para el bien de la persona y la sociedad en todos los ámbitos, cultural, político, social y religioso. En cada una de las diócesis en las que ha ejercido su ministerio episcopal ha enfocado su ministerio Pastoral en la Construcción de la Paz, siendo ello un proyecto piloto para las demás Diócesis de la Iglesia Católica en México.