REPORTAJE | Pablo O’Higgins, patrimonio universitario del Centro Cultural Universitario

La exposición presenta en la sala expositiva y de usos múltiples con conformada por 94 piezas, 2 carteles y 92 obras gráficas

Foto: La Colección Pablo O'Higgins. Patrimonio Universitario, pertenece a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo desde 2019, cuando la Sra. O'Higgins decidió donar 94 piezas a la institución.

Brenda Angélica Gómez Vengas / Aurora Molina Pineda

La exposición que llegó para hospedarse definitivamente en el Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, desde diciembre de 2022, se presenta en la sala expositiva y de usos múltiples “María y Pablo O’Higgins”. Este espacio está dedicado en su mayoría a la obra litográfica del artista y se sitúa en la planta alta del recinto, girando a la izquierda hacia el pasillo de las oficinas administrativas, del lado derecho se encuentra una placa  de cristal que da la bienvenida al público: Sala María y Pablo O’Higgins.

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Esta muestra de arte, presentada de forma ordenada, precisa y coherente, es una colección elegida por María de Jesús de la Fuente Casas (1920-2021) para ser donada a la institución. Está conformada por 94 piezas; 2 carteles y 92 obras gráficas creadas a partir de diferentes técnicas de grabado como litografía, lápiz, lámina de aluminio, xilografía y linóleo. Sobre la obra Mujer en el mercado de Cuautla (litografía, 1946), es importante mencionar que O´Higgins únicamente realizó una docena de grabados a color, debido a que el proceso para lograrlo es más complejo que a una sola tinta como se acostumbra.

Del acervo particular del estudio y residencia que María y Pablo compartieron en Coyoacán, se muestran réplicas de documentos y fotografías donde aparecen algunos de sus colegas y amigos contemporáneos, como Miguel Foncerrada -con quien Pablo visitó por primera vez México-, Ignacio Aguirre, Leopoldo Méndez, Andrea Gómez y otros integrantes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y del Taller de Gráfica Popular (TGP), con quienes compartió muchos años de su vida y labor.

Este nuevo espacio, se trata de un proyecto cultural multidisciplinario realizado por un equipo conformado por Juan Carlos Jiménez Abarca, Celeste Jaime Padilla, Roberto Morales Ochoa, José Luis Arroyo Robles, Imelda Machorro Ruiz, Elsa Andrea González Olvera, Andrés Molina Posadas y Miguel Carmona Virgen, creado y coordinado por Aurora Molina Pineda.

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Para contextualizar la exposición es preciso conocer y reconocer quiénes fueron María y Pablo O’Higgins. Así como la importancia de este valioso legado gráfico, documental y fotográfico, resguardado en un sitio como el Centro Cultural Universitario, aportando a la concentración, el reconocimiento y la difusión de la cultura en Morelia, en pleno Centro Histórico.

Paul Higgins nació el 1º de marzo de 1904 en Salt Lake City, Utah, Estados Unidos de América. Desde su infancia mostró inquietud por el arte, especialmente por la música y la pintura. Sin embargo, la familia Higgins se mudaba constantemente y mientras vivían en San Diego, California, al no contar con un profesor de composición musical, Paul se decantó por la pintura, aunque en ambas disciplinas destacó. En sus primeros años de educación primaria, ganó premios por su obra plástica y gráfica, específicamente por sus aguafuertes. Posteriormente, siendo un

joven, pasó una temporada vacacionando en Guaymas, Sonora, en casa de la familia de su compañero de la Academia de Arte de San Diego y amigo, Miguel Foncerrada.

Estando en el norte de México, recibió por correo de parte de su madre la revista The Arts. Admirado por los trabajos de Diego Rivera que aparecían en la publicación, decidió escribirle al propio muralista con motivo de reconocer y felicitar la labor que realizaba en los muros del Anfiteatro Bolívar, de la entonces Escuela Nacional Preparatoria, y en la Secretaría de Educación Pública. Diego respondió la correspondencia, invitándolo a México a conocer de manera personal el movimiento muralista. Fue en 1924, hace 100 años, que Pablo O’Higgins llegó a la capital mexicana, incorporándose de inmediato al equipo del maestro Rivera, con quien estableció una relación cercana hasta el fin de sus días.

Después de una larga temporada trabajando juntos, el artista -quien ya había dejado de ser Paul, para de manera latina, ser llamado Pablo-, comenzó una carrera más individual e independiente, pero siempre con la experiencia dada por Diego Rivera. Se asentó de manera definitiva en el país, y por sus aportes al arte de México, su contribución social e incansable activismo político, se le otorgó la nacionalidad mexicana con carácter de privilegiada.

En julio de 1983, Pablo O’Higgins falleció en su casa, en Coyoacán, a la edad de 79 años. Y a partir de ese momento, su compañera de vida, la señora María de Jesús de la Fuente Casas, se encargaría de la custodia, organización y divulgación de la obra artística de su esposo. Su legado ha sido perpetuado a través de la historia oral, con entrevistas, declaraciones y conversaciones en diversos medios de comunicación. Su herencia artística ha podido ser contemplada gracias a las donaciones que la señora O’Higgins realizó; como esta colección que actualmente podemos disfrutar en el Centro Cultural Universitario. Todo ello ha contribuido a la transmisión y re- significación de lo que Pablo O´Higgins fue como artista y activista social.

María O’Higgins, abogada y artista plástica, habló con conocimiento de causa y experiencia acerca del trabajo del pintor; promotora cultural y luchadora feminista, logró compartir al público su talento propio y mantuvo con vida el recuerdo y la obra de Pablo O´Higgins. La señora María de Jesús, piedra angular en la vida y profesión del maestro, se preocupó siempre por continuar con la coherencia con que el artista se había manejado; buscando estar al servicio del pueblo mexicano, abriendo espacios y luchando por el contacto con instituciones públicas que no lucraran con el arte, permitiéndole dar continuidad al legado O’Higgins. Derivado de todos esos factores, este proyecto resulta acertado al presentar y difundir el patrimonio artístico que existe en la ciudad, buscando llegar a la mayor cantidad de personas de la misma manera en que O’Higgins se acercó al pueblo mexicano.

Fue a través de las Misiones Culturales y en los constantes viajes del artista, que Pablo pudo escuchar y atender, de manera cariñosa y servicial, a todos los sectores sociales, comenzando con las niñas y los niños del campo y de las pequeñas comunidades. A las mujeres, a quienes dio voz y rostro; a los hombres trabajadores de las tierras, de las fábricas y de la construcción; a quien se interesaba en el arte con mensajes educativos o de protesta social y en la cultura de una manera

más amplia e integral. O’Higgins llegó a considerar como parte de su familia a todas las personas con quienes trabajó de manera cercana, compartiendo el día a día, su confianza y su cariño.

En la exposición encontramos los elementos que hemos señalado, enmarcados en una estética bien cuidada y estudiada, mostrándonos la importancia del mensaje, pero también de la maestría en los trazos, en la gráfica y en la estampa.

Para la realización de la litografía, se precisa de una piedra litográfica, que es una piedra calcárea, cubierta casi en su totalidad por carbonato de calcio, muy resistente, de grano muy fino y que absorbe fácilmente el agua, por sus condiciones de superporosidad. La plancha o piedra, debe cortarse en secciones rectangulares, cortando y puliendo los bordes, resultando una superficie regular y lisa, que es donde se traza la imagen con el uso de tintas grasas. La piedra debe cubrirse con una capa de ácido cítrico y goma arábiga, que a su vez será rechazada por las áreas dibujadas. Posteriormente se entinta la piedra y el resultado es que solo las partes con algún trazo o dibujo se impregnan con la tinta; esto debido al principio químico en el cual las sustancias oleosas y el agua, se repelen. En el caso de la litografía a color, la complejidad es aún mayor, porque se requiere de preparar una plancha especial por cada tonalidad que se pretenda utilizar.

La larga práctica litográfica con diversas técnicas, así como la maestría en su ejecución, han llevado a Pablo O’Higgins a ser considerado como uno de los mejores litógrafos del Taller de Gráfica Popular. Incluso, estudiosos de su vida, han mencionado en múltiples ocasiones, que podría ser, incluso, considerado como el mejor litógrafo del siglo XX en México.

Prueba de ello es esta sala, dividida en secciones con títulos como Mujeres, donde se encuentra Madre ciega (litografía, 1979), Tehuana con flores (litografía a lápiz, 1967) y Maternidad (litografía, 1963). Murales, presenta detalles hechos en litografía del mural Solidaridad Sindical que realizó en Honolulú, Hawái, y que comprende una serie de cuatro obras realizadas entre 1952 y 1953.

En otro de los apartados, categorizado como Retratos, se muestran los rostros de Don Lupito (litografía, 1948), Don Nieves (litografía, 1960) y José Sánchez (litografía, 1967), entre otros. En Pueblos de México hay trabajos como Defensa de Veracruz (grabado en linóleo, 1950), El Chichicuilotero (litografía, 1959) y Maguey de Topilejo (litografía a lápiz, 1978); de las obras más reconocidas de Pablo O’Higgins.

En el área que comprende Los medios de producción y el Estado, se presentan Bajando la vela (litografía, 1953), Fascismo (aguafuerte, 1944) y Minero (litografía, 1945); de las que se hicieron también versiones a color y dibujos que sirvieron de bocetos para proyectos más amplios. También contiene dos carteles, El Frente Soviético es nuestra primera línea de defensa ¡Sostengámosla!, titulado también El Frente Soviético, realizado en 1942 en apoyo a la primera Convención de Amigos de la URSS, en la que el artista hace alusión a la batalla de Stalingrado contra el fascismo. El segundo se titula Llamado a la Juventud, en honor a Salvador Allende, realizado en 1975 a partir de una litografía. Estos carteles son parte de lo más representativo que

realizó O’Higgins en la gráfica y muestran la amplitud de técnicas artísticas que dominó, así como su conocimiento y preocupación por los eventos globales que repercutían en la población e interacción nacional e internacional.

De manera clara y concisa se ofrece al espectador una síntesis del trabajo que Pablo O’Higgins realizó alrededor de estas categorías que se reconocen y se disfrutan durante el recorrido por la sala. Se advierte, desde estos trabajos, que fue un artista prolífico y multifacético que llegó a dominar diversas técnicas y expresiones artísticas como el dibujo a lápiz, en carboncillo, la acuarela y el grabado en materiales como madera, vidrio, zinc y aguafuerte, entre otros.

En el caso de la pintura mural, el maestro experimentó con el fresco, temple, encáustica y de manera innovadora, con la cerámica opaca. Sobre los murales que realizó, la exposición presenta fotografías y bocetos, detalles y extractos, hechos litografía, de sus proyectos más importantes.

En este esfuerzo materializado, podemos constatar la riqueza y profundidad de la obra de O’Higgins y lo que aportó al pueblo de México. Hoy su trabajo artístico, su activismo político y social mantienen su esencia y vigencia, pues son luchas que aún perviven. Prueba de ello, es la preocupación y el interés constantes que Pablo tuvo por las y los mexicanos; por la situación de los campesinos, por la participación de las mujeres fuera de los hogares en el campo y la ciudad, por la vida precaria y la falta de acceso a la educación.

“Pablo O’Higgins. Patrimonio Universitario” es un acto de agradecimiento convertido en un espacio único, con el propósito de aproximarse a la vida y la obra del pintor, grabador, muralista y luchador social que dejó a México, y al mundo del arte, un gran legado que hoy se disfruta en Morelia.


Brenda Angélica Gómez Venegas, es Licenciada en Historia por la Facultad de Historia de la UMSNH, con el proyecto de tesis: La pintura mural de Pablo O’Higgins en Michoacán. Actualmente es estudiante de la Maestría en Historia de América de la misma universidad, desarrollando el trabajo de investigación: El discurso y la función social de las pinturas murales en centros escolares, de Pablo O’Higgins.
Aurora Molina Pineda, es Licenciada en Gestión Cultural por el ITESO. Se dedicó durante 8 años a la creación de proyectos en la UMSNH, relacionados a la difusión de la cultura y la extensión universitaria. Dirigió el departamento del Centro Cultural Universitario. Actualmente ocupa la Jefatura de Difusión Cultural y Publicaciones de la Universidad Latina de América (UNLA).