PUNTO NEURÁLGICO Luis Sigfrido Gómez Campos En la tragicomedia de la vida, donde cada quien escoge lo que quiere ser porque siempre hay un papel a la medida: charlatanes, bufones y comparsas… salimos (cada día) a representar la farsa. Y después de la tercera llamada se hace un silencio casi sepulcral, mientras esperamos el comienzo del primer acto: se levanta el telón, comienza la función, cada quien su papel, cada cual su actuación, y la vida es así: escenario sin fin. Y se puede llorar y se puede reír. El párrafo anterior es un extracto, muy pequeño, de una simple canción popular de un compositor moreliano de grandes alcances; un prodigioso guitarrista y creador que ha sabido plasmar en su obra los más hermosos pasajes del lirismo de toda una generación. Me refiero a René, a quien muchos de sus amigos conocen por su viejo apodo, “El Señor de la Canción”, en alusión a una de sus canciones más conocidas en el cerrado y exclusivo mundo de lo que podemos llamar: la bohemia moreliana. Bohemia, palabra importada del francés La bohème. A mediados del siglo XIX se utilizó para describir un estilo de vida no tradicional que se apartan de las normas y convenciones sociales en las tertulias de jóvenes artistas e intelectuales -en particular los del Barrio Latino de París- en un contexto de pobreza, hambre, aprecio por la amistad, idealización del arte y desprecio por el dinero; personas con ideas afines y con pocos vínculos permanentes, pero con intereses musicales, artísticos, literarios o espirituales. (Aportación del portal Wikipedia). En el ámbito moreliano, en ocasiones muy especiales se llegó a crear una atmósfera de comunión musical en torno al compositor moreliano René. No es fácil obtener esos momentos de acercamiento espiritual. Se hace necesario la coincidencia de personas con gustos afines, personas que conserven su capacidad de asombro y/o la disposición a dejarse arrastrar por el mundo de la expresión espontanea de algunos creadores o intérpretes de gran talento. Convocar a una bohemia es sencillo, lograr esa atmósfera de comunión espiritual, casi mágica, es difícil. Con René, “El señor de la canción”, llegó a ser frecuente la creación espontanea de ese tipo de ambientes. Bastaba la coincidencia de dos o tres amantes de la música, así como de algunos contertulios (pocos) que tuvieran aprecio por la música romántica, para crear un ambiente bohemio. Pero los nuevos tiempos y la degradación del “buen gusto” musical hacen difícil la reproducción de esos momentos casi mágicos. René no es psicólogo, pero escudriñó mejor que el terapeuta cuando pronostica: “Alguna noche en algún bar hasta la barra llegarás y pedirás algo de vino; tranquilo te lo tomarás sin ni siquiera tú aceptar que en el fondo buscas olvido. Alguna noche en algún bar, en la alegría del ambiente vas a sentir la soledad entre el bullicio de la gente. Alguna noche en algún bar con algo fijo en la mente de pronto te vas a encontrar con tu pasado y tu presente… Alguna noche en algún bar, después de una copa de más, te darán ganas de llamarla para decirle una vez más que no la puedes olvidar y que no has dejado de amarla”. René no es historiador, paro recrea poéticamente como nadie la tragedia de Hernán Cortés en su canción El conquistador: “Es la historia de un gran personaje poseedor de blasón y linaje que era muy intrépido en la acción; un aventurero en el amor y que siempre salía vencedor de cualquier combate… Pero tuvo una noche triste como yo, cuando de mí te fuiste. Con todo y ser un conquistador habría de sentir pena y dolor, y quemó las naves como yo… por una Malinche”. Y por ahí podría seguir poniendo ejemplos de su variado y rico repertorio como compositor, pero dejaría de lado hablar al virtuoso guitarrista; o no hablaría de su capacidad enciclopédica para recordar autores, intérpretes y canciones de la mejor música latinoamericana; no hablaría del último bohemio de su generación que sigue haciendo canciones con la misma disciplina e inspiración de cuando tenía 20 años. René, El Señor de la Canción, es un hombre que cumplió 85 años de edad el pasado miércoles 17 de abril; tuvo la fortuna de recibir la mayor herencia que El Señor puede otorgar a uno de sus hijos: el don de la creación: gracia divina para convertir sus vivencias en obras preciosas. René festejó con una gran noche bohemia entre amigos y canciones. La vida, cada vez más compleja, no me permitió acompañarlo. Morelia, a fin de cuentas, es una gran ciudad donde todavía se puede coincidir con personas afines el gusto musical de los grandes compositores de la talla de Armando Manzanero, Álvaro Carrillo, Luis Demetrio, Mario Ruiz Armengol, Vicente Garrido, Arturo Castro, Gabriel Ruiz, Cesar Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Roberto Cantoral, Concha Valdez, Consuelo Velázquez o María Grever, nada más por citar algunos de los creadores más representativos con que nos endulza el alma el gran René. Muchas personas que no conocen a estos compositores pensarán que es música para viejitos. Quien piense así no tiene la menor idea de lo que hablo. Estos compositores, al igual que René, hicieron una obra que perdurará a través de muchos años, porque las grandes creaciones no tienen vigencia. Muchas de estas canciones las interpretan figuras de la talla de Luis Miguel, sólo por poner un ejemplo, pero la ignorancia y falta de interés en los compositores los ha dejado muchas veces en el olvido. ¡Felicidades René! Mi admiración y respeto, como siempre. Un abrazo fraterno. luissigfrido@hotmail.com