Esperanza Ramírez y su obra “Mis memorias. Mis viajes” la travesía de su vida

La historiadora presenta su última obra, en la que hace un recuento autobiográfico de sus mejores experiencias

Foto: Víctor Ramírez

Víctor Rodríguez Méndez colaborador de La Voz de Michoacán

Desde niña, cuando vivía enfrente de la Catedral de Morelia, a Esperanza Ramírez Romero se le despertó el interés por conocer y estudiar ese tipo de obras arquitectónicas; con el tiempo creció su inclinación no sólo por conocer el monumento en sí mismo, sino también las maravillas artísticas que suelen tener en su interior. Su entorno de entonces fue el de una casa de grandes espacios en el Centro Histórico de la capital michoacana, en el que sus primeras travesías incluían excursiones por las azoteas de las casas de la manzana que tenían en común los tradicionales patios de baldosas y corredores amplios con floreadas macetas y jaulas de aves canoras. Esa primera curiosidad por el mundo del arte, alimentada vehemente por el gusto y sapiencia de su madre y su padre, fue una especie de premonición a la extensa y entusiasta carrera que años después la llevaría a convertirse en doctora en Historia del Arte y en una de las figuras emblemáticas de la historia cultural de Michoacán como defensora y pionera en la catalogación de monumentos.

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Al frente de la asociación civil Morelia Patrimonio de la Humanidad, en 1995 impulsó la restauración del Acueducto de Morelia, y como parte del Patronato Pro Rescate del Centro Histórico de Morelia, en 2001 realizó —conjuntamente con el gobierno municipal— la reubicación del comercio informal. A Ramírez Romero se la reconoce por formar parte del comité que realizó el expediente para que Morelia fuera declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

            Y fue, además, fundadora y creadora del Museo del Maíz en Senguio, localidad ubicada en el norte de Michoacán.

Desde 1968, Esperanza Ramírez ha dedicado su labor de investigación, docencia y difusión, a través de diversas publicaciones —incluida una docena de libros—, al patrimonio arquitectónico de Michoacán, especialmente el de Morelia. Este año presenta Mis memorias. Mis viajes, concebida como una obra autobiográfica que da cuenta de los momentos más importantes en la vida profesional de la también promotora y gestora cultural, así como presenta una extensa muestra fotográfica de sus viajes por diversos lugares de México y el mundo.

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Mis memorias. Mis viajes es, quizá, el libro más significativo para Esperanza Ramírez, básicamente porque es el último que piensa escribir. “He estado constantemente con libros y me ha fascinado esta área”. Sin embargo, justo al término del presente arte-objeto, agrega, ha decidido poner el punto final a su vida creativa.

Se trata de una obra que le llevó realizar durante los diez años recientes, pese a que no estaba plenamente convencida de escribir sus memorias o, más aún, de que le pudieran interesar a otras personas. “Es algo que me sentía obligada a hacer”, explica en entrevista, “porque creo que mi vida ha sido azarosa, una vida que puedo decir que ha sido algo original por la manera en que como mujer me he desarrollado desde que nací”.

Recuerda que cuando en el colegio sus maestras le preguntaron un día qué pensaba hacer de su vida, ella no vaciló en dar una respuesta: jugar. “Me encantaba jugar, andar en bicicleta, cantar, nadar, patinar, me encantaban cosas fuertes que las niñas de ese entonces no hacían”. Ese gusto por jugar, unido al de su curiosidad por las formas artísticas y arquitectónicas, de alguna forma definieron su vocación de historiadora. “Creo en la vocación, y creo también en las minucias que van quedando en el camino y que tal vez no tengan importancia en ese momento, pero que definitivamente pueden marcar a una persona para siempre”, dice.

La que fue la primera directora mujer de la Escuela de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de 1979 a 1982, y profesora desde 1976 a 2004, asegura que esas “minucias” de su vida infantil están ligadas estrechamente no sólo a la Catedral sino también a la Calzada de Guadalupe y el acueducto, especialmente, sitios que después serían motivo de su interés como investigadora en la universidad nicolaita.

Viajar, vivir el arte

Mis memorias. Mis viajes se divide por décadas, tanto la parte de memorabilia como la parte fotográfica, en las que se entretejen los hechos históricos del momento con la vida de la autora. Esperanza Ramírez explica al respecto: “Voy narrando esos hechos para hacerlo en realidad, viendo la historia como una provinciana pérdida en un rincón de México, pero al mismo tiempo viviendo en una ciudad señorial”.

La parte gráfica entraña para la ella un aspecto vital en sus intenciones de vida: sus viajes. Al respecto, rememora a uno de sus maestros de Historia del Arte que instaba a sus alumnas y alumnos a que no sólo consultaran libros u otros documentos, y les decía: “El texto puede ser explicativo y magnífico, pero definitivamente, si nada más se quedan con la fotografía del libro, no van a aprender historia del arte. Tienen que ir a ver el objeto”. Entonces, la joven estudiante moreliana le tomó la palabra a su instructor y se fijó la idea de viajar lo más posible para conocer vívidamente lo que veía en los libros, porque “en ese momento estaba más convencida de que no se podía estudiar una carrera como Historia del Arte si no se vivía el arte”.

Más aún, al cumplir 29 años, Esperanza Ramírez se hizo el propósito de que de allí en adelante sus cumpleaños los celebraría con un viaje, preparado con un plan definido de empezar “desde cero”, visitando las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira y siguiendo luego un orden más o menos cronológico para cubrir las fases más importantes de la historia del arte hasta el siglo XXI. Es así como Mis memorias. Mis viajes se convierte en un amplio y puntual registro autobiográfico del viaje que, literalmente, ha sido su vida como historiadora.

Es, también, un encuentro con el pasado, según asienta. “Es un encuentro con el pasado urbano y monumental, gracias al recorrido que hice por los cinco continentes”. No es un álbum de fotografías personales, aclara, sino que se trata de una serie de fotos escogidas (más de 300) que dan cuenta de las obras que más le han impactado. “Fue una labor de paseo que se convirtió en un deleite”, asegura la investigadora retirada. “Es un paseo por mi vida”.

Cada obra, una historia que contar

Esperanza Ramírez confiesa que se convenció de la hechura de este libro cuando habían pasado cinco años de iniciada su tarea. “No quería hacer un libro sólo por hacerlo”, señala. “El libro tenía que ser coherente con mi forma de ser, de pensar y de haber sido en mi vida, eso quise que fuera el libro, como si fuera una agente viajera mostrando los cinco continentes, porque cada obra tiene una historia que contar”.

En este sentido, Esperanza Ramírez Romero se considera, sobre todo, una mujer valiente. “Sí —recalca—, una mujer valiente, porque de no serlo no hubiera podido viajar, dado que muchos de mis viajes los hice sola. Hubo viajes en los que había gente que me quería acompañar, pero yo no lo aceptaba. Quería irme sola, porque con otra persona no podía explayarme; yo quería darle su tiempo a cada obra, como cuando estuve en París para conocer la Torre Eiffel, que la vi en un solo día, pero me subí desde abajo varias veces para ver la ciudad en diferentes niveles. Yo no podía irme a viajar acompañada si esa persona no tenía los mismos gustos para darle el tiempo a lo a mí me interesaba”.

Porque viajar, a final de cuentas, para la ex investigadora y docente no es nada más desplazarse de un lugar a otro: “Hay muchas formas de cubrir ese desplazamiento, claro, pero para mí viajar es analizar, gozar lo que se ve y se vive, y en la noche traducir eso en pensamientos y, desde luego, en escritura, eso es viajar para mí”.

Para cerrar el círculo de la conversación, en consonancia con el trayecto de vida de Esperanza Ramírez Romero, le pregunto por el lugar que ocupa Morelia en sus memorias, asociada a su familia. “Ocupa un lugar central”, responde rápidamente. “Tuve la fortuna de nacer aquí. A mí padre le gustaban las novedades, le gustaba lo moderno, y podría decir que saqué de él ese gusto; mi madre era una mujer adelantada para su época, porque ella hacía cosas que las otras mamás no hacían. Ella fue la que nos enseñó la Ciudad de México la primera vez, cuando yo tenía 6 años, y nos llevó al Castillo de Chapultepec y a otros museos”.

En definitivas, señala, “hubo cosas que fueron preparando este camino hasta decir: lo último que tengo que hacer en mi vida son estas memorias. Cuando tenía mis dudas de a quién le podría interesar una obra de esta naturaleza, al repasar estas experiencias se me fue aclarando poco a poco el camino porque dije que esto no lo hace cualquiera y menos una mujer que viajaba sola y muy ligera”.

Pese a que hoy día se mantiene alejada de cualquier actividad pública, Esperanza Ramírez anuncia que se encuentra haciendo los preparativos para donar su biblioteca a la antigua Casa del Diezmo (actual sucursal de Banamex en la avenida Madero), además de su mapoteca y fototeca. “Pero eso ya no depende de mí”, asegura. “Lo que sí depende de mí es Mis memorias. Mis viajes, que es la última obra importante, mi última obra de vida. Tengo 87 años y creo que con eso termino”.


Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.