Erandi Avalos colaboradora de La Voz de Michoacán La vida humana comprende varias etapas biológicas, mentales y emocionales que tienen implicaciones sociales y culturales diferentes según el lugar y la época en la que se viva. La psicología cultural estudia cómo a pesar de que existen universalidades culturales en todo grupo humano, relacionadas con la supervivencia, como lo demostró el antropólogo estadounidense George Murdock; ciertos elementos fundamentales propios de un grupo social: las costumbres, las tradiciones, las normas, el lenguaje, estructuras sociales, creencias, etcétera; nos aportan la identidad, autopercepción y sentido de pertenencia. Además de ser filtros para percibir el mundo, estos factores también influyen en la forma de pensar, sentir y actuar desde la etapa intrauterina hasta la muerte. Los últimos descubrimientos científicos demuestran que la neuroplasticidad durante toda la vida es mucho más flexible de lo que hasta hace poco se creía, pero sin duda la etapa de la infancia es básica para la conformación natural de un ser integral y pleno. A pesar de estos universales culturales que nos unen como humanos, cada sociedad y época tienen su propia forma de vivir y percibir la infancia; y si bien, el parámetro ortodoxo de bienestar infantil es todavía el niño blanco clase media de países desarrollados, en la actualidad la sociedad está más atenta a que se respeten los derechos de los niños pero falta mucho por hacer al respecto. Por fortuna, se comienzan a revalorar cada vez más patrones de crianza que consideran las tradiciones comunitarias de pueblos originarios –y por lo tanto la interacción directa con sus familiares y vecinos de todas las edades–. Esto es opuesto a la crianza generalizada en los entornos urbanos, donde se fomenta la interdependencia para la sobrevivencia y la formación, pero la mínima interacción social en ámbitos comunitarios y mucho menos si éstos implican relación con personas de niveles socioeconómicos distintos al propio. Foto: Pablo AguinacoFoto: Pablo AguinacoFoto: Pablo AguinacoFoto: Pablo AguinacoFoto: Pablo Aguinaco Las infancias requieren generar vínculos sociales respaldados por adultos que conforman, primeramente en el núcleo familiar más íntimo y después en una comunidad arraigada a un espacio físico y simbólico, en donde puedan desarrollar su propia identidad de manera congruente con su ser e incluso con su bioentorno y no como si la vida fuera una línea recta, en la que el niño es un ser incompleto sin razonamiento propio y que debe ceñirse a las imposiciones sociales para lograr llegar a un punto en un futuro lejano que, generalmente, no corresponde a realidades inmediatas. Un ejemplo sencillo: el uso de uniforme formal de tela sintética con saco, chaleco y corbata en la escuela primaria rural de una zona cálida, donde la población es campesina y ni siquiera hay secundaria. La incongruencia se explica sola. La pérdida de los ritos de paso –muy bien estudiados por Arnold Van Gennep–, especialmente de los ritos del ciclo de vida; y de las celebraciones y fiestas comunitarias, ha dado lugar a la implantación de una manipulación mental inhumana, a hábitos corrompidos y debilidades de carácter que la infancia en riesgo puede absorber desde las muchas formas de influencia directa o subliminal a través de internet sin límite, música basura y contenidos multimedia tóxicos que pueden rayar en la perversidad, que sin una comunidad que cuide y defienda a sus niños en conjunto es de gran peligro. Ni hablar de la alimentación en un México retacado de chatarra y de la educación pública que deja, en lo general, mucho que desear. Los pueblos originarios con sistemas sociales que involucran a las infancias están asegurando una cohesión comunitaria natural; lo cuál ayuda al desarrollo de sociedades más sanas y funcionales a través del ejemplo y del afecto, que son las únicas formas verdaderas de enseñar el camino a una buena vida. Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com