Víctor E. Rodríguez Méndez colaborador de La Voz de Michoacán Armando Salgado nació tres meses después del temblor en Uruapan. Su madre lo llevaba en su vientre aquel 19 de septiembre por la mañana; de alguna manera cree que él sintió también el gran sismo. A partir de entonces, el único temblor que le acomete continuamente es el de su vocación por la literatura y la docencia, actividades por las que se mueve telúricamente con sus pies bien puestos en la tierra y la imaginación al ristre. Escritor, tallerista y maestro de primaria, Armando Salgado creció en una casa vieja de adobe —como parte de los vestigios de aquel terremoto de 1985—, entre historias de fantasmas y otras historias que sus abuelas y abuelos narraban por las noches. “Mis primeras preguntas de infancia eran: ¿por qué la casa está destruida?, ¿por qué hay bardas tiradas?, ¿por qué hay demasiado adobe regado? Era escuchar entonces las historias de mi papá y de mi mamá en torno al terremoto del 85 y cómo, por situación azarosa, la casa vieja —que era una grande del centro de Uruapan— se cayó por la mitad, justamente la parte donde no había cuartos en los que estaban dormidos mis familiares. Ellos se despertaron con una polvareda y quedaron encerrados entre las puertas de madera, y no podían salir para ver lo que había sucedido”. Después fue conociendo Michoacán, a lomo de lancha por el río Balsas, entre Churumuco y Uruapan. Hoy se dice afortunado de conocer gente, y de poder visitar las casas de sus amigas y amigos en muchos lugares la entidad, a quienes describe como “personas comunes y corrientes que tienen sueños y que, como michoacanas y michoacanos, a diario creen en una tierra prometedora en una tierra repleta de bondades y de parabienes”. A la fecha, Armando Salgado ha escrito 18 libros de poesía, narrativa y literatura infantil y juvenil, casi la misma cantidad de años que lleva como docente, tiempo en el que ha ganado más de una decena de premios a nivel local, nacional e internacional. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores del Arte. Le gustan las vacas tanto como los libros y detesta la leche falsa, según dicta su biografía. Por si algo le faltara, hace unas semanas fue ganador de la convocatoria “Creación de la letra del himno oficial del Estado de Michoacán”. Foto: Víctor Ramírez De la escritura a la docencia Sin ambages, Armando se considera un escritor todoterreno. “Tengo la habilidad de escribir en torno a cualquier género: ensayo, crónica, reseña literaria, ensayo pedagógico, narrativa pedagógica y, por supuesto, poesía, que es donde tengo muchísima experiencia”. Y sí, pondera a la poesía como su género fuerte. “En realidad, la poesía también es una mezcla de géneros, hay poemas que tienen tonos narrativos, otros que parecen ensayo literario y hay poemas que pueden fungir como crónica. Decía Alfonso Reyes que no hay un solo género literario, sino que la literatura misma es justamente un espejo de la realidad”. Egresado de la Normal Rural “Vasco de Quiroga” de Tiripetío y con una maestría en Educación Básica por la Universidad Pedagógica Nacional, el tema docente siempre está implícito en las respuestas de Armando —entrevistado en la escuela “18 de Marzo”, donde es docente de sexto año—, incluso cuando le preguntamos sobre sus días como alumno de sexto de primaria (nivel en el que da sus clases actualmente). “Una de las virtudes de la docencia es que como profesor puedes mirar hacia atrás e identificar qué tipo de alumno fuiste, qué necesidades tenías y que quizá en ese momento no las podías señalar de manera técnica”. Agrega que es la experiencia, el paso de la vida y el conocimiento de la pedagogía y de la psicología educativas lo que te permite pensar qué tipo de niño o qué tipo de niñez tuviste. “Es una herramienta muy importante porque al momento de atender poblaciones infantiles, también puedes percibir las necesidades y los problemas —si es que los hay— en alguna familia para potencializar el aprendizaje de las niñas y de los niños. Armando Salgado estudió en la Escuela Primaria “Francisco Camorlinga” de Uruapan, en la calle Obregón, en el centro de la ciudad cerca del Mercado San Francisco. “Nunca fui un niño de diez. Eso es algo que también ha aprendido como profesor: no se necesita tener un número perfecto para desarrollar habilidades u otro tipo de aprendizajes. El aprendizaje es integral; cada niña, cada niño tiene ciertas habilidades que podemos potencializar, pero que desgraciadamente —por la parte económica o social— muchas veces las necesidades de los padres de familia son otras y no se cultivan. Yo era un niño común y corriente que iba a la escuela y cumplía con sus trabajos, pero que no era un alumno de diez. Sin embargo, con el paso de los años fui desarrollando la habilidad de la escritura”. El escritor uruapense rememora con gusto a las profesoras y profesores que incentivaron en él el gusto por el arte, como Adalid Bahena Ocampo; además, menciona a su maestra de primaria Yolanda Milián Flores, con quien Armando escribió sus primeros textos y se dio cuenta entonces que le gustaba escribir; y en la secundaria la maestra María Rosa Arias hacía adecuaciones pedagógicas para incluir libros de la literatura universal y así fue como leyeron El Quijote, que no lo entendió en ese momento, pero sí comprendió que le gustaba leer y que también tenía ganas de escribir sus propios textos. En el periodo entre la secundaria, la preparatoria y la escuela normal Armando ya escribía formalmente en un cuaderno y es cuando publicó sus primeros poemas, para posteriormente escribir algunos artículos relacionados con la educación, lo que lo llevó a establecer con otros tutores un importante diálogo en torno a la literatura, más allá de su formación como profesor. Removiendo de nuevo sus años escolares, el escritor y docente recuerda sus lecturas iniciáticas —entre los 7 y 8 años— que de alguna manera señalaron su vocación literaria, particularmente unos cuentos infantiles de la marca Fuller que le regaló su mamá. “Eran historias remasterizadas e ilustradas y que había algo en ellas que yo no sabía explicar, pero era mi gusto por la literatura, el cual iba a desarrollar posteriormente. En ese momento era un asunto de intuición”. También trae a la memoria una librería de viejo a donde iba a pedir recomendaciones de libros. Luego, gracias a su maestra de español en secundaria, cuando llega a sus manos un libro muy importante para él: Sinuhé, el egipcio [de Mika Waltari] y para Armando fue el descubrimiento de la novela histórica. Los premios, una puerta abierta A partir de la publicación de La memoria de los atunes: antología poética de talleres literarios en Michoacán y, sobre todo, de Liturgias (Premio Michoacán Ópera Prima de Poesía) y Variaciones de una vida rota (Premio Michoacán Ópera Prima de Narrativa) en 2011, Armando Salgado ha impartido diversos talleres dentro y fuera de Michoacán. “Gracias a la literatura he salido del país”, señala. “Además de mis funciones como profesor frente a grupo, el de escritor ha sido un oficio que he cultivado a lo largo de más de una década, entonces todos los reconocimientos que he logrado y la trayectoria que he forjado ha sido gracias al trabajo arduo del día al día”. Sobre los premios, Armando asegura que son importantes para un escritor en ciernes, cuando las instituciones no le reconocen aún por su trayectoria, o incluso cuando no se proviene de una familia que “tenga una historia en la cultura o en la política”. El hecho de ganar un premio —a través de una convocatoria pública— “es la puerta abierta para acceder a ferias de libro y tener invitaciones a otros espacios culturales o de fomento a la lectura”, dice. “Ganar un premio”, agrega, “es comprender que con el esfuerzo puedes obtener un reconocimiento a tu obra escrita, que es la que al final del día uno quiere compartir”. En cuanto a su obra, Armando no oculta su alegría por los resultados a la fecha. “Me siento contento porque después de más de veinte años de trabajo literario hay resultados positivos. De hecho, ingresé al Sistema Nacional de Creadores a los 35 años con una trayectoria sólida, por lo que miro mi pasado y comprendo que ha sido el trabajo de las lecturas diarias, de los desvelos por leer y escribir. Mi oficio no lo construí en un día, han sido veinte años de error y de fracaso”. En este punto, Armando Salgado considera muy importante que las personas al encontrar una vocación o una habilidad en su formación no se debe soltar y, más aún, se debe cultivar por muchos años para después cosechar resultados positivos. Sobre su reciente galardón por la letra del himno oficial de Michoacán, señala que las estrofas tienen una estructura y una perspectiva métrica. “Es una composición literaria”, apunta. “Fue un gran reto a hacer una síntesis de lo que para mí representa a Michoacán, las bondades de nuestra tierra. Para mí fue un reto escribir la letra porque se trataba de reunir lo más posible las distintas caras de nuestro estado. Tengo la fortuna de haber recorrido la mayor parte de Michoacán como profesor y como escritor. He impartido talleres en Lázaro Cárdenas, Pátzcuaro, Tacámbaro y Uruapan, tengo familia en Jiquilpan, vivo actualmente en Morelia, conozco la Tierra Caliente, comencé a trabajar como profesor en Churumuco, también he estado en Apatzingán… Tengo la fortuna de tener un pulso claro, socialmente hablando, de nuestro estado y a partir de ahí vinculé la realidad que conozco con la literatura y logré una versión que deseo sea representativa para todas y todos los michoacanos”. —¿Cuál es el papel de la literatura y de las escritoras y escritores en la sociedad actual? —La literatura siempre ha retratado la realidad, es un retrato social; el escritor tiene que ser entonces un traductor de la realidad que le tocó vivir. Así como podemos plantear los escenarios álgidos de nuestra cotidianidad, también es importante hablar sobre la esperanza y las bondades que tiene nuestro mundo a través de la literatura, y en eso la literatura infantil y juvenil juegan un gran papel porque a la niñez y a las juventudes les muestra el otro lado de la moneda; también habla sobre la importancia del tejido a través de las narraciones orales o escritas, también a través de la convivencia, para no dejar de forjar una sociedad que todavía tenga valores o que todavía crea en sí misma. Armando Salgado no deja de escribir. Asegura tener varios libros inéditos y le atrae mucho la idea de publicar más libros de literatura infantil y juvenil. También sigue impartiendo talleres a través de instituciones o por su propia cuenta. En suma, concluye, “sigo forjando mi camino como escritor, a la par que soy profesor frente a grupo”. (El escritor michoacano cuenta con su página virtual: armandosalgado.com, en la que se puede revisar su obra literaria). Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.